ECONOMÍA HUMANISTA : MIRANDO LAS DOS CARAS DE LA ECONOMÍA EN EL PERÚ

Economía Humanista: mirando las dos caras de la economía en el Perú
por: Willy Pérez-Barreto
La sabiduría de las encuestadoras, nos insisten que los votantes siempre van a las urnas enojados porque la economía anda mal. Esta situación siempre preocupa a nuestros políticos. Sin embargo, durante los últimos años en el Perú se ha estado hablando de un continuo crecimiento económico, la economía nacional va por buen camino, es lo qué los economistas afirman, las cifras del producto bruto interno no nos engañan. Podemos en la actualidad ver como los capitales extranjeros llegan al Perú, invierten en minería, agro-exportación, exportación de textiles, entre otros rubros. Hasta allí todo perfecto con el modelo económico global.
Podríamos decir entonces, que existe desde hace un tiempo en el Perú un periodo de satisfacción macro-económico. Los capitales llegan, invierten, crean empleos, que se necesitan mucho en el país, pero lamentablemente la mayor parte de las familias peruanas todavía luchan porque sus sueldos no les alcanzan, la inflación y las deudas agobian la canasta familiar; en un solo vistazo, el planificado y promocionado chorreo macro-económico no les llega. Este crecimiento crea además escaso tiempo para que nuestra ciudadanía desarrolle actividades familiares, intelectuales y recreativas. Debemos sumar a esto, las pretendidas reducciones en el gasto social que no mejoran la situación actual, sumando caos socioeconómico, como vimos últimamente, el gobierno tuvo que ceder ante la presión de las madres del vaso de leche, estos escenarios no hacen más que incrementar la inestabilidad política en el país.
Los peruanos que vimos en un principio con optimismo este crecimiento económico, ahora comenzamos a preguntarnos cuánto durará, si nuestros gobernantes están realizando las inversiones adecuadas que nos den un sostén en tiempos de escasez, lo que nos asegurará un futuro económico confortable, un crecimiento económico duradero y que nos resuelvan preguntas tales como, que pasará con el futuro de nuestros hijos.
En el reciente discurso presidencial por 28 de julio, escuchamos al doctor Alan García Pérez implorar al esfuerzo de todos los peruanos, por una reforma del alma, haciéndonos pensar que necesitamos todos un libro de autoayuda. Nuestro Presidente de la República no entiende a su país. No se percata que realmente en el Perú tenemos dos economías diferentes, y no hablo de economía formal e informal. Primero, hablaremos de la economía que todos los economistas siempre nos hablan, la de los números macroeconómicos, de montos globales de bienes y servicios producidos, del total de los ingresos, del nivel de empleo, del comportamiento general de los precios, de la explotación de nuestros minerales, la economía de los textiles, de la a agro-exportación. Esta es la economía de la globalización que todos los gobiernos del mundo envidian, por así decirlo, esta es la economía de los tigres del Asia-Pacífico, de la producción de computadoras y transistores, de la petroquímica, de automóviles y autopartes, de insumos electrónicos. Este modelo económico es la actual receta del mundo, en donde del usufructo de la ciencia y tecnología, desarrollamos máquinas maravillosas y con mayor eficiencia.
La segunda economía es la que denomino "la economía solidaria" en donde su real contexto se circunscribe en el ser humano, en sus capacidades y competencias como su principal capital; en donde las personas cuidan el uno del otro y de su ambiente natural. La economía solidaria incluye el cuidado y formación de nuestros niños, el cuidado de nuestros adultos mayores, el facilitar educación, suministrar salud a todos, pensiones honrosas de jubilación, sistemas de justicia y poderes del estado que funcionen, sistemas de solidaridad en caso de siniestros que apoyen al ciudadano, así como los que apuntalen nuestra cultura, religión, las artes y todos los esfuerzos para proteger nuestro medio ambiente
.
Desde luego estas dos economías son interdependientes y están interconectadas. Son dos caras de la misma moneda. Sin ciudadanos bien educados y saludables, como podemos pensar en construir cosas maravillosas en ciencia y tecnología, colocar valor agregado a nuestros productos, ofrecer mejores servicios, construir compañías eficientes. Entonces contar con un ser humano preparado, física y mentalmente saludable es un imperativo para nuestra nación este siglo 21. Pero también debo resaltar que sin medidas macroeconómicas adecuadas no seríamos capaces de alimentar, vestir y sostener a toda la gente que trabaja en nuestra economía solidaria. Es extraño que nuestros economistas traten a estas dos economías como una sola, sin siquiera tratar de medir su real o el relativo tamaño de cada una de ellas.
Si nuestros gobernantes hicieran estas mediciones, obtendrían resultados sorprendentes, terminaríamos con las visiones sesgadas de nuestro país. La economía solidaria en el Perú es enorme. Todos los economistas saben que las cifras del producto bruto interno excluyen completamente el trabajo de las mujeres que se dedican solo a sus hogares, a los hombres y mujeres que brindan pequeños servicios, en lavandería, vigilancia, limpieza, a los vendedores de pequeños negocios, pequeños comerciantes, y a las personas que ven por el bienestar de nuestros niños y jubilados en nuestras comunidades, llámense mujeres y hombres que trabajan en los club de madres, vaso de leche, entre otros. Muchos de ellos a no dudar viven en los conos limeños y muchos otros en los recónditos pueblos olvidados del Perú, excluidos.

Las estimaciones sugieren que el valor de esta actividad pudiera añadir cerca de otro 50 por ciento al PBI total, sobre todo si uno también incluye todas las horas hombre empleadas en actividades de trabajo voluntario y esfuerzos para sacar a las comunidades, formas asociativas y colectividades, tan enraizado en nuestra comunidades andinas y nativas. Si nosotros sumamos a esto los porcentajes que usamos cada año en asistencia médica, formas de educación y formación profesional, pensiones para nuestros adultos mayores, así como los millones que gastamos para mantener nuestro sistema judicial y sistema financiero en orden, promover las artes e instituciones religiosas, protección del medio ambiente, sistema de seguridad; quedaría entonces claro que el dinero invertido y las horas hombre acumuladas en la economía solidaria, son tan grandes como la invertida en los números macroeconómicos.
Pero aquí está el problema. Las estrategias que hemos estado usando para incrementar la eficiencia en el actual modelo económico casi siempre no trabajan de la mano con la economía solidaria. Incluso peor aún, existen muchas maneras en que el actual modelo económico socava la economía solidaria. Y este socavado de la economía solidaria significa que terminamos con una calidad inferior en educación y salud por cada dinero invertido para ese fin. Esto significa un crecimiento del déficit en solidaridad. Millones de peruanos no están consiguiendo los servicios que necesitan, además se ven atrapados en la consumición de su tiempo, tratando de conseguir un balance entre sus responsabilidades laborales y las del cuidado de sus familias. Esto podría comenzar a darnos algunas luces del porqué de las protestas sociales y el disgusto ciudadano. La desatención y la actitud indiferente con la que se enfoca y mide la economía solidaria indigna, impacienta y enfurece a las personas, ya sea en tiempos buenos como en los malos.
El presidente Alan García trata de inspirarnos con su ya conocido slogan: "Perú, la hora sin demora. Cuando perdemos tiempo hacemos perder tiempo al Perú.” Y esto es cierto desde todo punto de vista, pero también desorganizar el tiempo que usan las familias peruanas, hace sus estragos. La principal manera de cómo el actual modelo económico atenta contra nuestra economía solidaria es mediante la desorganización y el deficiente empleo del tiempo. Esto pareciera algo trivial, en un país subdesarrollado donde la impuntualidad y la postergación campea, donde se realizan obras de mantenimiento de pistas y veredas sin importarle a sus ejecutores el valioso tiempo familiar que hace perder a las personas que transitan por estos trabajos. Pero, si queremos hacer frente a la globalización debemos conocerla, saber que la organización del tiempo es uno de los elementos importantes de ella. Durante las últimas generaciones y casi hasta finales del siglo pasado los peruanos sólo tuvimos una manera de plantear y ejercitar estas dos economías de una manera muy simple. Los hombres trabajaban en empresas y fábricas, aportando con su trabajo a los números macroeconómicos, y las mujeres trabajaban casi siempre por ninguna o una pequeña compensación en la economía solidaria.

Este sistema funcionó para producir servicios de alta calidad a un bajo costo, pero a un costo muy elevado en las oportunidades de nuestras mujeres, encontrándose restringidas severamente . Sin embargo, el antiguo orden desapareció y nuestra sociedad requería que las mujeres se integrasen a la fuerza laboral, gozasen de igualdad, y aparecieron nuevos campos de trabajo en donde las mujeres podían desarrollarse muy bien ó tomar algunos que ya existían. La educación de nuestras mujeres había dado sus frutos. Nuestra sociedad cambió, ahora tenemos la idea social que hombres y mujeres adultos deben formar parte de nuestra fuerza laboral hasta su edad de jubilación. La oferta de mano de obra femenina ha crecido indudablemente en la economía nacional, ahora vemos sin tabúes mujeres ocupando puestos manuales y de manejo del conocimiento, que tradicionalmente eran ocupados por hombres, tenemos empresarias, gerentes de negocios, las vemos en el gobierno, trabajan en la bolsa de valores, en la construcción, en nuestro servicio de transporte público, en el despacho de combustible, solo por decir algunos. Las mujeres han empezado a ser una fuerza laboral influyente con ingresos sin comparación a los que tenían en el siglo pasado; mientras que los hombres no han visto un incremento sustantivo por el valor de su mano de obra. Las consecuencias saltan a la vista, los peruanos se ven obligados y amenazados a cambiar los esquemas para administrar a sus familias.
Estas presiones en la calidad del tiempo destinadas a sus familias tiene enormes costos. Crece la tensión por equilibrar su tiempo destinado al trabajo y del reservado a sus familias, esta incertidumbre cobra un alto precio en la salud mental y estado físico de nuestros ciudadanos, un posible desahogo para este problema sería el creciente abuso de drogas permitidas e ilegales. Al mismo tiempo, las crecientes tensiones en la vida familiar por el desequilibrio del tiempo, harían más difícil mantener relaciones a largo plazo, como estábamos acostumbrados a observarlas en generaciones pasadas. Vemos así, que él inadecuado uso del tiempo nos pasa la factura, los divorcios se acrecientan y cantidades menores de familias se forman, convirtiéndose esto en un círculo vicioso, que se intensifica.
Esto ha producido que nos volvamos más dependientes de trabajadores asalariados para cubrir algunos de los servicios que necesitamos nosotros y otros miembros de nuestra familia. Pero cuando los principios de eficiencia del actual modelo económico son aplicados a la economía solidaria, los resultados son desastrosos. En el mundo empresarial del actual modelo, podemos exigir una reducción en los costos laborales y presionar a los trabajadores en la obtención de productos sin sacrificar su calidad por medio del uso de tecnologías sofisticadas (herramientas físicas, de manejo de puestos, entre otras). Pero cuando hacemos lo mismo en la economía solidaria, vemos una disminución en la calidad de los servicios, veremos por ejemplo que profesores mal pagados y mal capacitados por lo general producen resultados de inferior calidad porque la tecnología es en gran parte irrelevante en la economía solidaria. Y estos resultados institucionales generan otra clase de costos, nuestros niños no consiguen la clase de estímulos que necesitan. Ya se imaginarán lo que nuestros ancianos y padres sufren, abuso, abandono, falta de atención médica y complicación de las mismas por no recibirlas. Y, por supuesto, la constante intranquilidad por la mala calidad de estos servicios indispensables que las instituciones nos deben ofrecer, concurren en otra fuente de inagotable tensión para nosotros.Mientras los científicos y médicos han logrado grandes progresos, es ilusorio pensar que la transferencia del modelo empresarial al sector salud en muchos casos no haya producido una variedad de consecuencias negativas. Tenemos miles de peruanos que carecen de un seguro médico y muchos otros cuyo acceso a la asistencia médica es incierta. También sabemos que múltiples niveles en la administración y burocracia añaden ineficiencias enormes y desperdician recursos que podrían ser usados para proveer más y mejor cuidado a los pacientes. Finalmente, no contar con un sistema de salud coordinado, universalizado y a menudo caótico lleva a fallas en la entrega de asistencia médica de calidad, lo que provoca más tensión para las familias. Vemos cientos de peruanos que son obligados a hacerse expertos en sus enfermedades, automedicarse para encontrar un camino para sanar sus males.
Los peruanos vemos asombrados que el único camino para solucionar estos serios problemas de la economía solidaria actualmente entran al debate político por la cuestión de privatizarlo o dejarlo al servicio público. Por supuesto donde una mente no vea ganancia de dineros, estos seguirán públicos. La privatización no es la solución; en asistencia médica y cuidado de nuestros ancianos, es parte del problema. También es obvio que la dotación pública no es el remedio; existen muchos ejemplos de salud pública de mala calidad.
El verdadero problema consiste en que nuestros gobernantes suponen que si planteamos las medidas macroeconómicas eficientemente, entonces la economía solidaria se ajustará por sí misma. Pero esto es una ilusión, esta lógica del actual modelo económico está sistemáticamente restando la efectividad y la oportunidad de la economía solidaria para alcanzar la deseada equidad social.
Lo que necesitamos son nuevas políticas que puedan integrar estas dos economías en una estructura unificada que sea eficiente en la producción de bienes y servicios de calidad y sin descuidar la oportunidad para toda la ciudadanía. Esto requiere que abandonemos la absurda idea, lo que funciona para Telefónica, la empresa minera Buenaventura o alguna otra empresa agro-exportadora está bien para toda la sociedad. Existen ejemplos de escándalos empresariales en el mundo entero que nos deben servir de recordatorio que cuando los mercados son dejados solos a pequeños grupos de personas con conocimientos privilegiados se pueden hacer de enormes sumas de dinero al costo de las personas sin estos conocimientos.
¿Quién se beneficia, por ejemplo, del éxito extraordinario de empresas que brindan salarios bajos, llenos de planes de terciarización para sus empleados pero sin planes de seguro y jubilación? Evidentemente, no se beneficia nuestra sociedad y comunidades que son forzadas a subvencionar estos gastos empresariales proporcionando asistencia médica a un gran número de empleados que no están asegurados. Seguramente, tampoco los competidores que son llevados a la bancarrota por qué ellos sí son íntegros con sus empleados. Como vemos es ineficiente e inmoral para la sociedad dar a las empresas un mercado libre y ejercer formas de destrucción a la comunidad a cambio de una ganancia monetaria.
Contamos con muchos referentes de empresas que pueden ser muy rentables y proveer a sus empleados con salarios decentes y acceso a servicios de calidad. Muchas empresas peruanas que cuentan con un pensamiento innovador y dinámico han creado comunidades con sentido humanista para sus empleados, al ocuparse de las dificultades que podrían desequilibrar el trabajo y la familia de sus empleados, apoyándolos con educación y facilitando comportamientos saludables. Estas políticas podrían y deberían ser perseguidas generalmente desde una economía unificada que beneficiaría la eficiencia y productividad de bienes y servicios en beneficio de los propietarios, trabajadores y sociedad
.
Los escépticos inmediatamente dirán que vivimos en una era de presupuestos austeros. ¿Podríamos crear una economía unificada teniendo como eje central al ser humano? Sí, y de hecho, es muy realista así como urgente porque tener una solidaridad ineficaz a corto plazo significará gastos más altos a largo plazo. Cuando fallamos en el descubrimiento temprano con enfermedades físicas y mentales, nos obligamos a pagar gastos mucho más grandes a largo plazo. Cuando nuestras escuelas fallan, gran cantidad de jóvenes terminan primero en la desocupación, algunos en las pandillas y otros en las cárceles. Terminamos entonces teniendo un sistema judicial sobrecargado y un sistema carcelario saturado. Economizar en la solidaridad es el caso más claro de una economía falsa, donde se quiere ahorrar céntimos ahora para en el futuro desperdiciar miles.
Los peruanos hemos invertido mucho dinero en nuestra economía solidaria. ¿Qué implicaría la construcción de esta economía unificada con una visión humanista? Dar una solución a la ligera en este escrito sería un error, pero podríamos identificar algunos principios básicos que lograría enviar este proceso hacia la economía humanista. Estos principios dependerán del reconocimiento que la actividad de los mercados no son absolutos, propondremos la aplicación de una economía inclusiva, humanista y efectiva, mirando las dos caras de la economía.

Willy Pérez-Barreto Maturana

Comentarios