Pantallazo No.52
¡Ven...te regalo
mis sueños!
Por: Marcial
Guillermo Pérez Herrera
Si estuvieras tan
cerca, casi todos los días de mi vida, si escribieras a mi lado, orientaras mis
manos, manejaras con tu sonrisa, las maniqueas galas de la inspiración que me
abandona, tal vez, vaya que sí, te regalaría, sin pensarlo, sin adjetivar nada,
en lo absoluto, mis sueños, trenzados en las dilectas páginas de las horas
vividas, de los sentimientos rotos, de las añoranzas esparcidas , de los
cuentos sin retorno, de las cuitas escondidas, de los tremendos desgastes de
las horas y de los tejidos emblemáticos de la historia.
Y es que no puedo
negarlo, si los tengo y muchos, algunos sueños se hacen realidad, se están
haciendo visibles, se construyen en cada sonrisa, lágrima o escarnio reprimido,
en cada seda rota, en cada espíritu oscuro que se hace luz de esperanza y se
esparcen inobjetables en los rostros del ayer, hechos realidad hoy y
seguramente cimentados en pétreas señales en el futuro. No niego, que algunos
se fueron, se me escaparon de las manos, de las yemas de los dedos, de las
suavidades de cabellos enraizados, de cuerpos de ensamble perturbado, de
lisonjas pendencieras y de engaños aceptados.
Quizás, si te
quedaras más tiempo a mi costado, que no es precisamente, el de un Jesús
adolorido, eterno y apercibido, sino al contrario, de un mortal herido de
errores y tibiezas, otras simientes fantásticas, nos inundarían, porque sabría
que estas allí y me estas esperando, para seguir juntos , horadando, abriendo o encontrando,
nuevos y mejores paisajes de vivencias pretendidas.
Y si, pues, te
quiero regalar uno y cada uno de mis sueños, algunas idolatrados en las
ternuras, las sinceridades, las caricias de nunca acabar, por ser tan dulces y completas, algunas del momento, cuasi furtivas y alejadas, mas, caricias que no
dejan de olvidarse. ¿Y sabes qué? Te llevaría apretando tus delicadas manos,
delgadas, sencillas, tenues y dulces como la miel, por los vericuetos de mis
juegos, de los infantiles recodos, de los inmanejables vientos de calidez y
aterciopelados, en frescura desbordante, silenciosa, cómplice y humanizada, porque
de ellos me fui haciendo la idea sonora de los buenos, de los malos, de los
felices e infelices, de lo agradable que puede ser amar sin condiciones y de lo
frágil que se suele ser, cuando no es correspondido, de lo delgado que puede
ser, el hilo que separa, la entrega de la apariencia, la plenitud de lo distante
, el ser de la nada, la plegaria, del agradecimiento, el reconocimiento del
olvido, la justeza de la intolerancia, finalmente, el amor, de la arrogancia del
despecho.
Claro que sí, te
regalo esos mis sueños que me vieron desfilar impenitente ante lo desconocido,
valiente, aunque a veces con mucho riesgo, ante lo peligroso del ser y de los existires,
del cómo y del cuándo, del presente y del futuro, siempre curioso y almacigado
de placeres. Con ellos, quisiera que tuvieras, un pequeño estuche, una pequeña
planta de hojas y flores maravillosas, míticas, benevolentes y prodigiosas, de
savia eterna para deleitar tus juegos de idolatría e inocencia. Allí estoy, y,
mira que te miro con curiosa travesura, como aquellas, que me deleitaban, desde
mis pasos de niño y tiempos de adultez fruncida y empinada.
Te regalo mis
sueños, llévalos, por favor, no niegues recibirlos, son tuyos, tal vez, no
serán los más atildados, embellecidos o adornados, tal vez, no estarán de luces
escogidas decorados, o, de joyas de encandilamiento poseídos, pero, son tuyos,
claro que son tuyos, por ti los viví, para ti los guardé, contigo crecerán, en
maravillas iluminadas, en candores inesperados, en palabras, hechas verso de
antología, filigrana de transparente figura y suavizados sentimientos, agua
fresca del camino, para refrescar al caminante, ilusionar al yacente y levantar
al ilusionado.
Y te los entrego,
con lo más pequeñito o quizás para ti, lo más grande. UN BESO.
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