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No es un estilo. La política de Castañeda y un necesario rediseño político

No es un estilo

La política de Castañeda y un necesario rediseño político

Por : Moises Rojas Ramos
Regidor de Lima Metropolitana. Sociólogo de la UNMSM, dedicado a la investigación social.

Dos críticas recaen sobre la gestión del alcalde Luis Castañeda: sus rasgos autoritarios y su falta de comunicación. Hasta ahora es prácticamente imposible saber hacia dónde se dirige la gestión en los diferentes temas de Lima. No existe un plan, un modelo de ciudad, objetivos ni metas. Quizás sea momento de preguntarnos qué hay detrás de estas críticas que ni siquiera son rechazadas por el mismo alcalde (1).  
¿Es apenas un estilo o es que existen implicancias de fondo? (2) Aquello que llaman “estilo” son en realidad comportamientos sólidamente cimentados, hábitos políticos de los que hoy gobiernan Lima. Y son mucho más estructurales y estructurados de lo que imaginamos. Ni casualidad ni estilo. Aquí sostenemos que las formas políticas castañedistas no son centralmente el problema ─pueden llegar otros más con las mismas características─, sino la ecología política que en su conjunto hace posible su existencia y su relativo éxito (3). ¿Cuáles son esas columnas que sostienen este diseño político del silencio y de los rasgos autoritarios? Examinaremos cuatro de ellas.
1. Partido personalista
En Solidaridad Nacional, partido del alcalde, no existe algo parecido a una democracia interna, de modo que la experiencia política partidaria de Castañeda no le exige ningún esfuerzo de construcción de consensos. Basta con alzar los brazos y levantar la voz. La Municipalidad entonces es la extensión de su casa, de su partido, y gestiona la ciudad con la verticalidad a la que está acostumbrado.
Las interacciones con él están sujetas a su estado de ánimo. «A veces te recibe afectuosamente, otras ni te saluda», anota uno de sus seguidores. Es conocido que respecto del borrado de los murales del Centro Histórico de Lima los regidores oficialistas se enteraron cuando este era un escándalo en los medios. «A los regidores de Solidaridad les toca afrontar las acciones que se le ocurren al alcalde», comenta otro militante solidario. Muchas veces la forma de frenar alguna iniciativa de la oposición en el Concejo Municipal se justifica con un «Lucho no quiere». Ninguna justificación técnica ni objetiva del rechazo de estas propuestas, basta con la voluntad personal del alcalde.
Y en cuanto a su organización, «es un partido personalista integrado por leales colaboradores que Castañeda ha ido articulando a lo largo de sus gestiones, desde las empresas municipales en los ochenta, el IPSS en los noventa y en la alcaldía de Lima en el último decenio» (4). La historia de Solidaridad Nacional es la historia personal de Castañeda.
No es casualidad que la palabra «planificación» tenga para el alcalde un sabor amargo. Él prefiere las acciones puntuales y efectistas. Que nazcan de él y su entorno más cercano. Un plan para Lima implicaría impersonalizar su ejercicio político y salir de lo circunstancial. Y por otro lado implicaría exponer abiertamente lo que propone. Tarea difícil para alguien con exigua capacidad retórica para sustentar razones. El silencio es el mejor aliado cuando decir las cosas significa exponerse a la crítica y a una defensa muy probablemente desacertada.
2. Coalición de independientes 
Es sabido que Solidaridad Nacional en las últimas elecciones, como en toda su historia partidaria, ha funcionado como una coalición de independientes (5). ¿Afinidad programática entre los candidatos distritales? Ninguna. ¿Lealtad duradera al partido? Tampoco.
Trayectoria de los candidatos distritales de Solidaridad Nacional (2014)
Fuente: ONPE/Elaboración: Propia
Solidaridad Nacional ganó en 15 distritos de Lima, sin embargo este dato resulta insignificante cuando se percibe que para nada los une un proyecto de ciudad. Tampoco una trayectoria sólida con Solidaridad Nacional. Estos candidatos distritales, como se puede ver en el cuadro anterior, lucen una amplia migración inter-partidaria.  
El sistema político permite que los candidatos distritales sean elegidos por su arrastre electoral sin importar las coincidencias programáticas ni la cohesión con el partido. Suficiente con el cálculo personalista del caudillo de turno. Él es finalmente el que distribuye las tierras a su medida. Entonces no se fortalecen los partidos que están restringidos a un instrumento de acceso a un cargo público, no se promueve la existencia de una visión programática del conjunto de los candidatos de cada partido, y con ello no se incentiva un enfoque de largo plazo ni integral sobre la ciudad. Ya en la gestión todo se reduce a la circunstancia: a la voluntad del caudillo metropolitano y a transacciones específicas con las autoridades de cada distrito.   
3. Diseño municipal “alcaldista”
«No importa si no están de acuerdo, igual se va a aprobar esta modificatoria de ordenanza»─ enfatizó hace poco una funcionaria municipal dirigiéndose a los regidores de oposición. Efectivamente, solo el hecho de que el ganador de las elecciones obtenga automáticamente la mayoría simple dentro del Concejo Municipal los libera de crear consensos y propuestas de calidad. Sea como sea tienen los votos para aprobar cualquier tipo de iniciativa, sin importar su sustento técnico o su pertinencia política.
Si bien es cierto que la Ley Orgánica de Municipalidades señala expresamente que la máxima instancia Municipal es el Concejo, en la práctica todo es decidido por el partido oficialista, el alcalde, y la oposición tiene casi nulas herramientas para fiscalizar y representar.
La mencionada Ley es general y no está reglamentada. Por ejemplo, en cuando al acceso a la información (Artículo 14) señala lo siguiente:
Desde el día de la convocatoria, los documentos, mociones y proyectos relacionados con el objeto de la sesión deben estar a disposición de los regidores en las oficinas de la municipalidad o en el lugar de celebración de la sesión, durante el horario de oficina. Los regidores pueden solicitar con anterioridad a la sesión, o durante el curso de ella los informes o aclaraciones que estimen necesarios acerca de los asuntos comprendidos en la convocatoria. El alcalde, o quien convoque, está obligado a proporcionárselos, en el término perentorio de 5 (cinco) días hábiles, bajo responsabilidad. El requerimiento de información de los regidores se dirige al alcalde o quien convoca la sesión. [el subrayado es nuestro].
A pesar de estar obligado, en la práctica no se definen sanciones ni mecanismos para hacer cumplir la Ley. Y en términos generales, si uno evalúa las atribuciones del Concejo (definidas en el Artículo 9), éstas en su gran mayoría consisten en aprobar lo que propone el Ejecutivo: de las 34 atribuciones, 23 van en ese sentido. Y las otras 11 mantienen ese aire secundario respecto del alcalde. No existe ningún equilibrio de poderes que viabilice la regulación entre las partes. El peso definitivo está en el alcalde y sus funcionarios. Y el Concejo, incluso tomado por el oficialismo, no tiene capacidad real de contrapeso político. El “alcaldismo” municipal es el hábitat perfecto para cualquier tipo de rasgo autoritario.
4. Cultura política de los limeños  
¿Por qué, a pesar de todo, gran cantidad de limeños le dan su respaldo a Castañeda? (6) ¿Ser silencioso y tener rasgos autoritarios no es un problema en nuestra ciudad? Aparentemente no.  
La cultura política del promedio en nuestra ciudad también estructura comportamientos políticos como los de Castañeda. El pragmatismo limeño («solo quiero que resuelva estos problemas concretos»), la anti-política («como todos son iguales, al menos que haga obra») y el tutelaje («que ellos se encarguen de todo») nutren a políticos como el alcalde. Y a la inversa: elcastañedismo refuerza los peores vicios de nuestra cultura política. Quizás lo que no saben es que cuando el alcalde sube en las encuestas de aprobación, inmediatamente nos envían a los regidores correos para echárnoslo en cara. «Ya ven que lo estamos haciendo bien», parecen decir. Evidentemente los refuerza.
Preocupa especialmente que la actual gestión nos haya arrancado la posibilidad de decidir sobre el futuro de nuestra ciudad. Hacen obras ─que carecen de verdadero impacto─ a empujones. Nos ponen el tractor por delante. Sin decir nada. Solo con su versión. Autoritariamente. Y no pasa nada. 
Biondi y Zapata (7), intelectuales de los más lúcidos, ponen el dedo sobre la expropiación del sentido. Nada más actual.
Terminamos pidiendo algo muy modesto, pero factible. La recuperación de la conversación en la escuela y en nuestra vida cotidiana. Porque con-versar significa eso, intercambiar versiones. Y no tolerar, entonces versiones únicas. Conversar con argumentos significa oponerse en el día a día y en el cotidiano a la expropiación del sentido.
Combatir este tipo de prácticas también implica crear una cultura política que no tolere que sean los otros quienes únicamente se ocupen de los temas públicos. La tarea es ardua pero necesaria.
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La existencia de partidos personalistas, la posibilidad de coaliciones de independientes, las municipalidades “alcaldistas” y una cultura política limeña conservadora y tutelada son los elementos que estructuran comportamientos políticos como los de Castañeda. La política peruana acoge y reproduce a ese tipo de política. Es más, todo está diseñado como para que esta suerte de modelo disfrute su existencia. Y a veces celebre su «éxito». Es sencillo apoyarse en estas columnas, que son como “zonas seguras” en caso de sismos políticos, con la finalidad de evadir demandas de transparencia o de construcción de consensos con otras fuerzas políticas. Es por ello que el objetivo también tiene que estar dirigido a rediseñar la política metropolitana (local, en su conjunto), impulsando una serie de reformas: electorales, de la administración del estado sub-nacional y de la cultura política.
¿Sigue siendo funcional que el ganador de las elecciones automáticamente obtenga la mayoría simple en el Concejo Metropolitano? ¿Es posible que el Concejo Metropolitano tenga mayores facultades incluso para censurar a funcionarios? Necesitamos que los pedidos de información de los regidores que no han sido atendidos por los funcionarios acarreen sanciones ¿Es posible crear estímulos y exigencias para que los partidos elijan a sus candidatos distritales con algún filtro de similitud programática? ¿Se debe impulsar la reforma de los partidos políticos involucrados en procesos electorales locales con la finalidad de desarrollar su democracia interna? ¿Es conveniente que los representantes del Concejo Metropolitano tengan una mayor dependencia territorial con ciertas zonas de Lima? Sobre estas preguntas y sobre propuestas de rediseño de la política local trataré en un siguiente artículo.
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Notas:
(1) Ver: http://archivo.larepublica.pe/04-05-2015/castaneda-sobre-enrocado-en-la-pampilla-reconocemos-que-hubo-falta-de-comunicacion
(2) Los voceros de la actual gestión usan la palabra “estilo” para justificar el silencio y los rasgos autoritarios de su líder, y con la finalidad acallar las críticas. Nos pretenden hacer creer que esas características de sus prácticas políticas no tienen implicancias.
(3) Advierto que mi objetivo no es eximir a la actual gestión de cualquier tipo de responsabilidad en los temas referidos en este artículo. Se trata más bien de ampliar los blancos e identificar los otros frentes del problema.
(4) MELÉNDEZ, Carlos. Perder es cuestión de método: lecciones del fracaso electoral de Luis Castañeda Lossio. En: Post Candidatos. Guía analítica de supervivencia hasta las próximas elecciones. MITIN. Lima Perú. 2011.
(5) Este concepto ha sido trabajado recientemente por el politólogo Mauricio Zavaleta en el su último libro. Ver: Coaliciones de independientes. Las reglas no escritas de la política electoral. 2015. Lima-Perú. Editorial IEP.
(6) En la actualidad el alcalde Castañeda tiene un 64% de aprobación a su gestión según la encuestadora IPSOS apoyo. Ver: http://elcomercio.pe/visor/1827087/1159683-luis-castaneda-aumenta-su-aprobacion-lima-y-llega-64-noticia
(7) BIONDI, Juan y ZAPATA, Eduardo. La palabra permanente. Verba manent, scripta volant: teoría y prácticas de la oralidad en el discurso social del Perú. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Lima-Perú. 2006. p. 70.
* La foto es tomada de internet.

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