Pisando
Fuerte No. 78
Dialogo
en el Perú ¿Se puede o no se puede?
Por:
Marcial Guillermo Pérez Herrera
A
propósito de los conflictos que cruzan la realidad de nuestra nación, donde la
confrontación capital versus trabajo y sociedad, se acrecientan, con mayor énfasis, en cuanto las aspiraciones
de la inversión minera y sus disfunciones , en relación a poblaciones que
muestran desconfianza en los efectos , que este proceso, pueda tener en el
futuro de sus recursos naturales y de sus vidas, como núcleos asentados , en
espacios de tradición económica agropecuaria y reconocido entronque ancestral a
la tierra.
A
lo mencionado, agreguemos, que los trabajadores, unos, los menos, articulados a
sindicatos y otros por cuenta propia o sin márgenes mínimos de asociatividad,
sienten que dialogar no le trae resultados concretos, y, que en muchos casos,
parecen medidas distractoras, para postergar sus más sentidas expectativas ,
aspiraciones y obviamente el ejercicio real y efectivo de sus derechos
fundamentales.
Se
ha escrito muchos y nutridos argumentos, para recomendar que lo mejor, para
nuestro país es entendernos, es concertar armoniosamente, para lograr resolver
progresiva y eficazmente los grandes problemas nacionales, y, en ese escenario
reivindicar el trabajo digno y el empleo decente.
Los
espacios de diálogo social existentes en el Perú, se reactivaron, a partir de
la restitución del ejercicio democrático del albor del siglo XXI, esto es 2000
hacia adelante, luego de la renuncia de Alberto Fujimori, a la Presidencia del
Perú, paradójicamente, por fax, alejado totalmente del país y sin mayor
contacto con los ciudadanos , los que creyeron y los que no creyeron en él,
durante largos, sufridos y tediosos
años, donde fue una y otra vez elegido, previo “accidente”, con el autogolpe y
luego la dación de una nueva Constitución Política, la de 1993, con previa
Asamblea Constituyente, legitimada y vigilada por la Organización de Estados
Americanos y un conjunto de “veedores” internacionales, que avalaron sus
efectos.
Ciertamente,
el camino del Fujimorismo y sus aliados, no fue el del entendimiento , sino, el
de la total verticalidad, traducida en el campo laboral, con un paquete de
legislación, flexibilizadora en cuanto al equilibrio de las relaciones
laborales, rindiendo culto, en nombre de una salida de la crisis , la
productividad y la competitividad, a una normativa , vigente, en gran parte,
hasta estos días, donde lo que menos se proclamaba era el respeto a los
derechos de los trabajadores, por el contrario, ha sido notoria su permanente y
orquestada violentamiento, en el transcurrir, de casi ya, 25 años.
La
apertura democrática, trajo consigo, por ejemplo, la implementación del Acuerdo
Nacional, foro de debate y entendimiento, de las principales fuerzas políticas
y sociales peruanas, que en base a una agenda definida, desarrollaron un
conjunto de lineamientos de política, para el desarrollo del país, inscritas,
en el largo plazo. Asimismo, el Consejo Nacional del Trabajo y Promoción del
Empleo-CNTPE, espacio de diálogo tripartito, Gobierno, Sindicatos y Gremios
Empresariales, que textualmente, postula como su objetivo central “…la
concertación de políticas en materia de trabajo, promoción del empleo y
capacitación laboral, y de protección social para el desarrollo nacional y
regional. Asimismo, participa en la regulación de las remuneraciones mínima”. A la fecha su vigencia, es siempre
discutida, cuando no, criticada, por sus limitaciones, contramarchas y en
muchos casos, ignorado en sus competencias dialogantes, cuando de legislar se
trata en materia laboral, aun, cuando se reconoce, la voluntad de sus integrantes
por darle, una y otra vez, el rol y reconocimiento que se merece. Últimamente
se ha implementado, el Consejo Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo,
puesto en marcha, a raíz de la Ley Nº 29783, de Seguridad y Salud en el
Trabajo, del 26 de Julio del 2011.
Es
cierto también, que hay escenarios de diálogo en el seno de los Municipios y
Gobiernos Regionales, siendo, en apariencia, poco generosos en cuanto a
resultados, que incidan en el destino de los pobladores y encuentren niveles de
confiabilidad.
Si
la OIT Organización Internacional del Trabajo), de manera didáctica, expresa
que el diálogo social incluye dentro del mismo todo tipo de negociación, consulta
o simple intercambio de informaciones entre representantes de gobiernos,
empleadores y trabajadores sobre cuestiones de interés común relacionadas con
la política económica y social.
Se anota que este diálogo social, puede cobrar la forma de un
proceso tripartito donde el gobierno es parte oficial en dicho diálogo o
consistir en relaciones de carácter bipartito entre trabajadores y empleadores,
o bien, entre organizaciones de trabajadores y de empleadores, con o sin
intervención indirecta del gobierno y ratifica que la concertación puede ser
oficiosa u oficial, siendo con frecuencia una combinación de ambos tipos y puede
tener lugar en los planos nacional, regional o de la empresa, pudiendo ser,
también, interprofesional,
intersectorial o una combinación de tales formas.
Si el principal objetivo del
diálogo social propiamente dicho, es el de promover el logro de un consenso y
la participación democrática de los principales interlocutores presentes en el
mundo del trabajo, raíz esencial, de toda propuesta vinculada al bienestar de
todos los peruanos y peruanas, ¿porque, entonces, no se puede avanzar al logro
de este propósito?
Por lo experimentado, no hay una base real de preparación de las
bases fundamentales, en este caso, voluntad real de las partes involucradas en
el mismo y conocimiento pleno de los objetivos a lograr en cada tramo del
ejercicio dialogante. En igual forma, es evidente la debilidad de los actores
inmersos en este diálogo, que los hace poco representativos, sobre todos en los
efectos y aplicaciones, que este esfuerzo pueda ofrecer a los receptores de sus
políticas.
También podemos anotar, la poca predisposición y la falta de
aprendizaje respecto a la vigencia de las políticas de acumulación de efectos
logrados, en especial, en cuanto a los temas transversales y permanentes de la
problemática nacional, llámense políticas sociales y políticas económicas,
estas últimas, lamentablemente invadidas por un visión hegemónica de prioridades
macroeconómicos, en detrimento de los intereses de las grandes mayorías, en
especial, las más vulnerables, a las
cuales, se les alivia, con los denominados programas sociales, que terminan
siendo un refugio del asistencialismo sin límites y nife obligado e interesado
de proselitismos y favores político partidarios, sumándole la alta dosis de
incidencia en casos de corrupción de diversa naturaleza y tamaño.
Pero, si queremos aterrizar, en plena pista, con balizaje incluido,
lo que acaece en el mundo del trabajo, es más complicado aún, pues aunada a las
fallas de arranque, anteriormente indicadas, se agregan, el total alejamiento
de las prioridades del Estado y de sus gobiernos temporales, de este eje
central y transversal en toda acción para el desarrollo, que se considere
eficiente y de fuerte impacto socioeconómico. Basta ver, los ridículos presupuestos
asignados al Sector Trabajo, en la esfera pública y la ya consuetudinaria
costumbre, según sea el caso, y, el Ministro de turno, para ofrecer lo que
nunca se va a cumplir, desvirtuando y liquidando secuencialmente, las bondades
del dialogo social, , agravándose el problema, pues se sigue alentando, para
este asunto fundamental, una dispersión evidente, en cuanto a los programas e iniciativas, de los
diferentes ministerios, desarticulados entre sí, y, más desestructurados, en
cuanto a la dinámica regional y local.
Consideramos, que deben subsanarse estos inadecuados orígenes y
causas de la falta de consistencia del dialogo y la concertación, alentando, por
definición y decisión, la
democratización real, facilitando la inserción de los ciudadanos, en especial,
de los que forman parte activa del trabajo, en sus organizaciones, alejando
aquellos fantasmas, mal habidos y contraídos históricamente, que es mejor
mantener a una población dividida o alejada del interés por participar en la
consecución de su futuro. Está demostrado que a más desintegración más conflicto
y desconcierto social, que mientras menos información, se tenga en la mente y
sentir del hombre y mujer de a pie, mayores posibilidades hay de frenar auténticas
vías para el cambio del país.
Estamos de acuerdo, me dirán, con lo que expreso, pero también me
emplazarán, con aquello que la educación y la educación, cambiara la mente y
las rutas de pensamiento de las nuevas generaciones, pero ello, es una apuesta
cercana a la falacia, pues es desde el presente que se inscribe el devenir de
la historia, y, ese transcurrir de hoy, debe jugar, en el rumbo de entendernos,
de lograr pasos concretos en el camino de soluciones mutuamente aceptadas y de
superación de los despilfarros letales, que son los individualismos de toda
índole y tamaño, las desconfianzas casi genéticas y bloqueadoras del ser, y,
los inefables cálculos fáciles y de urgencia totalmente discutibles.
La situación que vivimos, es dura, es nebulosa, es plagada de
pendulares repeticiones de los mismos defectos, por ello, debemos tomar en
serio y con fuerza, la ruta de construir diálogo para garantizar futuro.
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