Acaba de salir publicado “Gamarra invisible” (Fondo Editorial UNMSM, 2014), que compila el sociólogo sanmarquino Moisés Rojas. Dicha publicación es importante para el debate público sobre lo que significa este emporio comercial. Más allá de la atención mediática que ha tenido en estos últimos tiempos, no se ha visibilizado aún temas como el autoempleo, el asalariado en las MYPES, los límites de las políticas laborales, el impacto que tiene en la política institucional, la división del trabajo y de género, los lenguajes y las culturas presentes en la informalidad que representa Gamarra. Ese es el aporte del libro.
Quisiera tocar varios temas presentes en el texto, pero por los límites de extensión que tiene esta columna me limitaré a comentar la entrevista que hizo el compilador al semiólogo Eduardo Zapata sobre las diversas culturas presentes en Gamarra que genera impactos en la política institucional.
Lo más relevante de la entrevista que resaltaré son los problemas de “inclusión” a la formalidad que todo gobierno pretende con Gamarra. Se resalta también que estos problemas se generan por la poca comprensión de la “cultura del hacer”, del compromiso de la palabra más que de la escrita, que los planes estratégicos no funcionan porque significa subordinación y porque hay dos grupos diferenciados presentes en esas culturas diversas, como los que quieren “libre mercado” y los “mercantilistas”. Una combinación de comportamiento premodernos y pos-modernos presentes en Gamarra que no se traduce en resistencia. Todo mezclado, como el “lomo saltado”, nos dice Zapata.
Es entendible que así sea, porque Gamarra surgió desde el desorden y desde lo más elemental que tiene un provinciano en la capital, como son los familiares y los paisanos. Así se desarrolló en esa gran urbe que es Lima.
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