Apoyo crítico

Miércoles, 01 de octubre de 2014 | 

Por : Antonio Zapata Velazco

Empezando por César Hildebrandt, está creciendo la idea de votar por Susana Villarán como el mal menor. Raúl Tola ha profundizado el razonamiento, pronosticando que el 2016 será igual y que nuevamente votaremos de ese modo. En mi caso también votaré por Villarán, aunque por razones algo distintas. Entiendo su candidatura como el liderazgo del campo al que pertenezco. Por ello, la asumo como propia y considero que, en alguna medida, los izquierdistas compartimos las responsabilidades de su gestión.
En política existen los campos y uno actúa en medio de una competencia organizada. En ella, el Perú está notablemente inclinado a la derecha, constituyendo uno de los países más neoliberales de Sudamérica. No solo la economía y la política, sino sobre todo la sociedad, e incluso el movimiento intelectual dominante surgen desde la derecha.
Cuando esto sucede, ciertos sectores de la izquierda se inclinan hacia los valores dominantes y actúan como nexo entre dos formas antitéticas de pensar la política. Es el caso de Susana Villarán. Años atrás inició su desplazamiento desde la izquierda cristiana hacia el centro, en busca de una posición liberal progresista. Pero, la derecha la ha tratado peor que a nadie. 
Para la mayoría de la prensa, Villarán es peligrosa porque detrás de ella se halla agazapada la izquierda marxista y ecologista. Por ello, la han atacado desde el primer día como ociosa, tildándola de “Lady Vaga”. Al rechazar esta injusta campaña encuentro el sentido del apoyo a Villarán; siento que mi voto defiende una trayectoria honorable manchada groseramente por interés político. Pocas veces en el país se ven gestiones limpias y honorables y ese mérito es indiscutiblemente suyo.
Comparto el espacio de Villarán y estoy dispuesto a defenderla. Pero, por ello mismo estoy decepcionado. Ha desperdiciado una oportunidad de oro para la excelencia política, que permita superar el arrinconamiento de la izquierda, que comenzó en los años noventa y hasta hoy nadie puede revertir. 
Esas ocasiones se repiten poco, aunque son típicas del Perú. Como casi no hay partidos, las elecciones suelen resolverse en forma sorpresiva. Eso ocurrió cuando Villarán fue elegida, pero tanto ella como su grupo político, Fuerza Social, creyeron que se debía a sus talentos y no a la casualidad. 
Por ello fueron autosuficientes, exponiéndose a gobernar sin apoyo político y sin una propuesta clara para la ciudad. Lima no ha sido ni la capital celebratoria de la identidad, que es una vía por la que optan algunas grandes ciudades; pero, tampoco ha sido una urbe racional en busca de la eficiencia, que es otra vía para el desarrollo de las metrópolis. Así, inicialmente Villarán carecía, y luego no construyó a tiempo, una propuesta integral para la capital.
¿Esta ausencia es su responsabilidad? En buena medida, porque se debe a su liderazgo. Pero también nos corresponde a quienes nos ubicamos en la izquierda. Enojados por sus posturas iniciales nos dedicamos a renegar sin trasparentar nuestra opinión. Nuestro aporte fue cero y colaboramos indirectamente con el fin de esta oportunidad. 
Una lástima porque se ven alcaldes con buenas performances, que se apoyan en resultados para optar por la reelección. Tenemos casos en la misma Lima, como Miraflores por ejemplo, donde la repetición parece segura porque los votantes están satisfechos con la municipalidad. 
Lamentablemente no es la situación de Lima Metropolitana. Al comenzar su gestión, Villarán disponía de un equipo reducido y la ofensiva mediática subrayó su falta de iniciativa. Luego, la revocatoria la puso contra las cuerdas. Cuando se salvó, emprendió obras a todo tren, aunque sin tiempo para que se disfruten y aprecien. Sus reformas deberían continuar, pero han demorado y su implementación ha traído nuevos problemas. 
Así, mi voto por Villarán como siempre, pero esta vez con un contenido crítico. De aquí en adelante, mejor buscar líderes jóvenes con sólidas convicciones y formación en gestión pública.

Comentarios