Sinesio Lopez y Antonio Zapata : Dos visiones sobre la situación de la Izquierda en el Perú

La izquierda y el derecho a gobernar

Por : Sinesio Lopez

La derecha peruana no se hace problemas en definir la política como una relación intensa entre amigos y enemigos con todo lo que eso implica: el combate a muerte y la desaparición del enemigo. Ella sabe con seguridad quién es el enemigo al que tiene que derrotar y aniquilar: la izquierda. Para ella el Perú sería un paraíso si no existiera la izquierda que la cuestione, la enfrente y la combata. Quiere engordar y hacer la siesta tranquila. La misma apuesta hizo el 2011, pero perdió en la cancha electoral. 
¿Y quién es la izquierda para la derecha peruana? Susana Villarán en Lima, Gregorio Santos en Cajamarca y todos los candidatos a los gobiernos regionales y locales que expresan y representan el descontento y la protesta de vastos sectores sociales con el establisment. El ensañamiento derechista con Susana Villarán sale de los marcos de toda política democrática. Al día siguiente de haber sido elegida, la derecha ya la estaba calificando de incapaz y pidiendo su revocatoria. Los insultos, las calumnias y las difamaciones eran el menú de todos los días de la prensa derechista. 
Gracias al activismo de las mafias de todo tipo, la derecha logró imponer la revocatoria, pero fue derrotada nuevamente en la cancha electoral. Susana logró organizar una vasta coalición antirrevocatoria y triunfó, pero el costo fue muy alto: perdió sus mejores cuadros en la batalla electoral y el gobierno y la gestión municipal quedaron muy debilitados. En las elecciones de noviembre del año pasado, los bellacos revocadores (como los llamó Bedoya) no se presentaron y la coalición antirrevocatoria se fragmentó, obteniendo los mejores resultados el PPC y Somos Perú. 
Ahora los revocadores y sus mafias se han envalentonado y, aunque también se han fragmentado, parecen reinar casi solas en la cancha si nos guiamos por lo que dicen las encuestas. El objetivo de la derecha es desaparecer a Susana Villarán del escenario y convertir la lucha electoral en una pichanguita de los candidatos de derecha. García, el más político de todos los revocadores, no parece estar convencido de este juego y quiere más bien poner todos los huevos en la canasta de Luis Castañeda, sacrificando a su propio candidato.
A diferencia de la derecha, las izquierdas fragmentadas no saben quién es su enemigo. No saben a quién enfrentar en este proceso electoral. Algunos despistados disparan incluso contra Susana y contra el centro acusado de corrupción. Han perdido la brújula política que les ayudó a enfrentar con éxito la revocatoria. Esa brújula les señalaba que los enemigos a combatir eran los revocadores derechistas y sus mafias y para ello era necesario organizar la unidad de las izquierdas (el Frente Amplio) y una vasta coalición de centro-izquierda que les garantice el éxito. 
En combate con la derecha que quiere eliminarlas, las izquierdas tienen que reivindicar su derecho a existir, a representar a los sectores contestatarios y a gobernar. Tienen 15 días para recuperar la brújula, entrar al combate contra la derecha y sus mafias y respaldar a Susana (pese a sus errores) y a todos los candidatos de izquierda en las diversas regiones del país. No todo está dicho: Ni las encuestas son la biblia en una situación de alta volatilidad política ni la prensa concentrada y sus candidatos son imbatibles.

La izquierda disminuida
Por : Antonio Zapata
La izquierda peruana atraviesa por un momento crítico y estas elecciones municipales y regionales no presagian nada bueno; por el contrario, oscurecen sus alternativas para las presidenciales del 2016. Salvo algunas regiones, como Moquegua por ejemplo, la campaña luce desalentadora y poco creativa. Ante este panorama cabe indagar sobre las expectativas a futuro.
Los problemas son tres: ausencia de trabajo de bases, debilidad programática y candidaturas poco creíbles. En primer lugar, cuando se compara la izquierda latinoamericana con la peruana resalta su escaso trabajo en sindicatos, gremios profesionales, clubes provinciales y demás instituciones de la sociedad civil. Nuestra izquierda solo aparece en temporadas electorales y su espacio es etéreo. Aquí casi nadie milita en los sindicatos, mientras en otros países la organización social de base fundamenta la participación electoral. Como consecuencia, la izquierda peruana carece de peso electoral para jugar a ganador. 
Por el contrario, las performances históricas de nuestra izquierda siempre implicaron extenso trabajo de bases. Por ejemplo, durante los años 1920, cuando el aporte de Mariátegui fue posible gracias a un amplio proceso de organización popular nacido con el anarcosindicalismo de las décadas anteriores. Igualmente fue el caso de Izquierda Unida, que en la década de 1980 capitalizó el liderazgo social que la izquierda había construido desplazando al APRA entre los años cincuenta-setenta. 
Mientras que ahora la izquierda duerme entre elecciones y se despierta para buscar candidatos. Así, no iremos a ninguna parte. Solo volviendo al pueblo y reconstruyendo una presencia en bases puede aspirarse a participar en la palestra electoral con reales chances. Este desgano tiene antigüedad, porque comenzó en los años ochenta y fue una de las causas para el declive de la izquierda bajo Fujimori. Por ello, es necesaria una revisión profunda que reduzca apetitos individuales de poder y fortalezca paralelamente el trabajo de bases.
En segundo lugar la cuestión programática. La izquierda no ha logrado renovar el discurso y se ha quedado anclada a las antiguas tradiciones del populismo nacionalista y revolucionario. Pero ese país ya se acabó. El mundo académico lo conoce y los izquierdistas también. 
Sin embargo, no hemos pasado del diagnóstico a la renovación programática. Al carecer de bases no tenemos presión para formular un discurso renovado. Por su parte, la sociedad informal actual solo ha generado individualismo desenfrenado. Ante ella, a la izquierda le han faltado ideólogos y ha perdido la capacidad para formular un mito, en el sentido que le daba Mariátegui: un sueño común, una aspiración colectiva. Nos hemos rendido ante el emprendedurismo. 
Con escasas bases y debilidad programática, la izquierda también carece de espacio orgánico. Como sabemos, el Frente Amplio no llenó el requerimiento y lo único que resta es un sentimiento, que compartimos muchos, ilusionados por la solidaridad y la justicia social. Pero, no aparece un movimiento político en construcción ni se vislumbra una nueva idea fundamental. 
Como tercer punto tenemos muchas candidaturas sin posibilidades, basadas en antiguas trayectorias. Algunas muy queridas, como Susana Villarán por ejemplo, pero su índice de rechazo muestra que no puede ganar la alcaldía de Lima. Entonces para qué se lanza, si todos saben que ha de perder. Se dice que no había nadie mejor posicionado y es cierto; pero, en realidad, buscan convertirla en la figura de centro-izquierda más conocida de cara a las presidenciales del 2016.
Ahí reside la tercera cuestión de la izquierda y quizá la principal. En vez de construirse desde abajo, siempre está buscando auparse a una candidatura que lleve a un grupo de líderes al parlamento. Así fue con Humala y ahora se quiere repetir el plato con Susana. Para qué, no vale la pena. Mejor empecemos de nuevo; desde el llano, construyendo e imaginando el Perú que anhelamos.



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