Pantallazo 41 :Lo que ya no es, lo que se fue y no volverá
Por : Marcial Guillermo Pérez Herrera
Bueno, no lo
puedo negar, hay que aceptar, casi en silencio o de repente en fugaces y
estertóreas cataratas de desahogo, que mucho de lo que tuviste, ya no vendrá,
sea porque somos el escenario de lo mortal e ineludible, o sea que las
ecuaciones del tiempo y del espacio, parecen inexorables.
Y vaya, que soy optimista, muchas veces, al amanecer turbio, le
enfrento con sonrisas casi disparatadas, a la desesperanza fortuita , la acabo
con el silente rezo dislocado o la afiatada música que alivia estos sinsabores.
Fue otra época, seguramente, nutrida de sueños, ideales y esperanzas ,
de ver distintos los rostros, felices e iguales ante las circunstancias, a
seres humanos, que solo sabían esperar, cuando nosotros, aquellos juveniles
empeños, les alimentábamos con rayos de lucha y pronta satisfacción de sus
ansias, con la sola idea de cambiar, lo que a veces parecía imbarajable,
intocable, ferozmente atropellante. Esos vientos se congelaron, no volverán más.
No volverá, el latido de corazón, tremendamente enamorado, de todo lo
que fuera cariño, suavidad, ternura y acariciante frenesí. Las aguas tibias
del aliento y la caricia, que fueron haciéndose, cada vez, más lejanas y
distantes. Hasta el error de joven briosidad, parecía solucionable, en un lapso
corto de tiempo, hoy, pareciera se incrustó como aguda punta de lanza henchida
de impiedad y rencor.
Palabra mía, que empeñaba, sin temor , ni papeles cautivos, para
adorar a quien amaba, para expandir el pensamiento revitalizador , para hacer de
la felicidad, una realidad y no una entelequia esquiva, y, casi monetizada. En
medio de mi soledad ancestral, solitaria y encanecida con premura, nunca me
faltaba el aliento de tus suspiros, de tus manos delicadas y casi mágicas, de
tus abundancias y fertilidades, sin reparo, ni medida. Palabra mía, para escribir
en papeles ajados, pero, lisos y cimbreantes de pasión, de la escondida,
secreta y conspirante, hasta la tremendamente
nutrida de muchedumbres y corrillos sin cesar, rumoreantes, casi impúdicos y
contestatarios, palabra mía que hacía de la tertulia compleja, del amical y juvenil compartir, con otros, con
muchos, de sueños y posibilidades de construir temas y cosas diferentes, casi
monumentos inaccesibles, de creación y rimbombancia.
No es pues, ya, el verde de claridad, que admiraba, casi con fanática obsesión,
no es ya más, los lugares que fueron míos y de ella, pues la efemeridad de la
vida, lo cambio todo, el inagotable cajón de sorpresas de los ritmos vitales,
negó rehacer, aquellos cuadros de amor inagotable. Si hasta pareciera, que ese
secreto, casi arcano, de llegar a las profundidades de los encuentros de cuerpo
y alma, fue ferozmente sustituido por la sinrazón del momento, sin
entendimiento, de la entrega adormitada y adoquinada, del desliz sin horizonte,
que mañana tus cansancios, pudieran tomar, para fortalecerse en cada aurora y
en cada larga noche sin regreso.
No hay más, tu sonrisa, de cielo y firmamento, de colores encendidos, no
hay más la inocencia de un cuerpecito, que era frágil, en mis brazos, cuando
tus esencias, lo hicieron carne viva y milagrosa, hoy ya no es, sino lo
cotidiano, lo esencial, lo casi fortuito y casi obligante. Quizás sea, diatriba,
lo que escribo y siento, quizás injusto diría mi subconsciente, irrelevante,
tormentoso y de poco vigilia, pero se aparece, tan nítido, que debo créerle,
como creo, en que siempre debo revivir, para pensar, para resistir, para
callar, para evitar, para gozar en lo mínimo, aunque todo yo, tiemble de tristeza.
Quizás como el mar, deba soltar el fuerte crujir de las olas, para que
se demuestre fuerza y contundencia, cuando, en verdad son millones y millones
de lágrimas derramadas, que jamás podrán liberarse, porque siempre deben ir y
venir, cual corsi y recorsi del desencanto sin redimir.
La masa que hace de nuestras existencias un trecho limitado y finito,
debiera multiplicarse en fina arena, tenue, clara, agradable y preñada de
consuelo, para que esas aguas sequen, sus sinsabores y olvidos, sus penas y ausencias,
cual tul inenarrable e indescriptible. Así lo quiero, así lo espero, así lo
anhelo, para seguir viendo, en los espejos inexorables, los más hermosos de los
pensamientos, los más entrañables de los sentimientos y las más indecibles y
audaces de las apuestas de placer escindido.
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