Pisando Fuerte No. 66
El difícil camino de
Humanizar la Política
Por: Guillermo Pérez Herrera
Al decir Política, la definimos
conceptualmente, como una actividad orientada en forma ideológica, a la toma de
decisiones de un grupo, para alcanzar ciertos objetivos. También puede
definirse como una manera de ejercer
el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre
los intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad. La
utilización del término ganó popularidad en el siglo V A.C., cuando Aristóteles desarrolló su obra
titulada justamente “Política”.
El término proviene de la palabra
griega polis, cuyo significado hace alusión a las ciudades
griegas que formaba los estados donde el gobierno era parcialmente democrático. Cabe señalar que es en esta
cultura donde intenta formalizarse esta necesidad humana de organizar la vida
social y los gobiernos desde tiempos ancestrales.
La disciplina encargada del estudio de
las actividades políticas se denomina ciencia
política, los profesionales en esta ciencia reciben
la denominación de politólogos y las personas que
ocupan cargos profesionales a cargo del Estado o aspiran a ellos se definen
como políticos.
Se considera que los inicios de la política se remontan al neolítico,
cuando la sociedad comienza a organizarse en un sistema jerárquico y ciertos
individuos adquieren poder sobre el resto. Antes, el poder simplemente residía
en el que tenía mayor fortaleza física o en el más inteligente de un grupo.
Algunos teóricos aseguran que este tipo de organización también podría ser
considerado como una forma de política, por lo que ahí caeríamos en la
definición de que la política es tan antigua como la propia humanidad.
Desde todo punto de vista la
política, está íntimamente ligada a la naturaleza humana, imperfecta
ciertamente, pero que durante toda su existencia y singular evolución ha ido
construyendo arquetipos, valores, reglas y otros componentes, para hacerla
racionalmente perfectible, entendible y realizable.
Concebir política, con el
único fin de llegar a la administración del Estado y de su administración
pública es alejarla de este proceso de cualificación y convivencia, es
convertirla en algo, mucho peor que la selva animal, que hasta donde sabemos
tiene su orden natural, selectivo y protector, sólo el hombre liquida en masa,
sólo el hombre acaba con su propio alimento, sólo el hombre es muchas veces al
estilo de Hobbes, “Un lobo para el otro hombre”.
La estructura diseñada por las civilizaciones
modernas, parten de un intenso aprendizaje, en siglos de existencia , que salvo
diversidades académicas, se nutren del esquema básico de familia, sociedad y
estado, como una ecuación ineludible de aplicación y vocación común. Como una
inducción simple, familias estructuradas, valorativas, abiertas a la
singularidad y diferencia de opinión, responsables y solidarias, razonables en
las decisiones, acompañadas y concurrentes, debieran alimentar sociedades
plurales, organizadas, decisorias, participantes, vigilantes, democráticas en
esencia y experiencia, responsables y aportantes, por ende, salvo error u
omisión, se deben manifestar en un Estado sólido, plural, contributivo, desinhibido
en cuanto a sus funciones normativa, administrativa y coercitiva y sumamente
cuidadoso de los valores trascendentes como, por ejemplo, la transparencia, la honradez, la justicia, la
igualdad , la libertad , entre otras categorías, que no deben ser enunciativas,
intensamente teorizadas en farragosos documentos “programáticos” de los entes
partidarios o sociales, sino en una realidad concreta, actuante, militante y
comprometida.
Como se verá, pareciera, que
al escribir las anteriores líneas, estuviera describiendo, con orgullo claro,
una utopía, idealismo sólo de texto o figura o de repente, siendo un pecador de
la ingenuidad, pues lo que vemos, sentimos y recibimos en la cruda esencia del
día a día , es todo lo contrario.
Así como los modelos económicos,
jamás serán ajenos a lo político, a lo ideológico, así como la modernización de
la comunicación, su despegue extraordinario, no es anodino, ni desligado del
interés de los modelos hegemónicos, así también, todo lo que decimos y hacemos,
como política, no debiera escaparse de sus orígenes y razón de su creación,
como es hacer el justo medio, a las necesidades, intereses y aspiraciones de
los grupos y estamentos humanos.
Aparentemente, el hoy, nos
dice que está negado el “elan vital” de la política, pues lo que estamos
viviendo a diario, es cada vez, mayores
desentendimientos, violencias irrefrenables , conflictos irresolutos y una
espantosa anomia[1],
ambiciones sin medida y peor aún, la sistemática practica del antivalor,
traducido esencialmente, en plagas sociales como la corrupción, la degradación
y el tráfico de seres humanos.
Nos queda pues, dura labor,
en los próximos años. Siento, en verdad que serán muchos más, de los que a
veces, optimistamente, nos ofrecen personas o movimientos de muy buena voluntad,
más aún, si han calado estas falsas antítesis de la política, en mentes, sin
dudas fecundas, pero equivocadas y para mayor complicación, en pensamiento y
obra de nuevas generaciones.
Si la política hubiera
obedecido a sus concepciones humanísticas primigenias, pues, las desigualdades
en el mundo, no fueran tan brutalmente existentes, las muertes sin sentido, tan
vigentes y lacerantes, los atisbos de la sinrazón del futuro no tocaría, con
tanta frecuencia las puertas de la desazón colectiva y la desesperanza por el
cambio, que no es otra cosa, que la racionalidad en los beneficios de la
colectividad global y soberana, en relación con lo apacible de lo local,
comunal y primigenio.
Como diría nuestra gran
Cesar Vallejo, tal vez testigo desahogado de sus frustraciones terrenales, a través
de la fuerza y realismo de su poesía “Hay hermanos muchísimo que hacer”.
Nos vemos pronto…!
[1] La anomia es un estado
que surge cuando las reglas sociales se han degradado o directamente se han
eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una comunidad
Comentarios