Pantallazo No. 35 : Las razones de amar


Pantallazo No. 35
Las razones de amar
Por: Marcial Guillermo Pérez Herrera
Al escribirles, estuve escuchando algunas melodías, de apreciados intérpretes, donde cada uno de ellos y sus acordes, representan, etapas, talantes, sentimientos, emociones y recuerdos, de diversa naturaleza, en cada hito de mi vida.
El elemento común, el amor, la pasión y el desencanto, en otros casos, la rabia contenida del despecho, la ilusión, siempre acantonada, del “ser” desesperado, de la añoranza, que nos va dejando sin sentido, sin espacios, para hacer, de esta apretada existencia, algo más previsible, aunque con tantos libretos escritos, que pareciera se repiten, cual péndulo mágico, inexplicable y algo confuso.
Realmente, he venido de tantas experiencias, donde mi mundo , tal vez, acurrucado, protegido, casi anidado, que me brindaron dos seres maravillosos, como han sido papá y mamá, se vio despertado abruptamente en un escenario inédito, donde , todo pareció derrumbarse , ante mis ojos, sin poder detenerlo, con las fuerzas naturales de un Prometeo hecho de barro, o quizás alardeando con la soberbia de un Icaro sin forma, casi entumecido, queriendo alcanzar el cielo, el sol de los eternos e inmortales.
Hoy, con los años recorridos, dando la sensación, que se fueron tan prestos o que aun son escasos, siento, que amar y sólo amar, me ha seguido manteniendo en estos parajes y valles de la vida, ni construcciones asfixiantes, ni todo tipo de laberintos, enjutos por la avaricia de querer vivir, me han podido derrotar.
Claro, que han corrido lágrimas de toda tipología y textura, claro que he reído a raudales, que he gozado con los dones de la naturaleza, con los buenos momentos, en libertad, respirando , lo irrespirable, alisando tiernos cabellos de musas encandiladas, que después ya no los tuve, sin embargo siempre amando, hasta cuando tuve que ver los ojos cerrados, cuerpos fríos que tuve que contemplar, ellos  sin aliento , si a  los que tanto idolatré, pero, con la firme convicción, que iban a estar juntos en ese imbarajable  y siempre misterioso esplendor del otro escenario dimensional, de la vida más allá de la vida.
Debo seguir amando, necesito seguir amando, porque toco las profundidades del dolor, cual cirujano dimensional,  que sienten muchos seres humanos, como yo, como ustedes, que van viendo lejos sus esperanzas y sus sueños, que desesperan hasta lo imposible, que quisieran tener en un solo puño sus historias de frustración, desencadenando, tal vez, la más potente de sus iras y gritos acallados.
Debo estar contigo, que me acompañaste durante tanto tiempo, que fuiste la legionaria fiel, que soportó a pie firme, muchas de mis obligadas ausencias; debo ir hacia ti linda y pequeñita figura que comienzas a caminar por este camino, y debes, transitarlo, afirmando cada estación, desde la fantástica, imaginaria y soñadora, necesaria, imprescindible, hasta las del aprendizaje, organizado, realista, ecuánime, entre el  singular de la justeza y el equilibrio, hasta el de la firmeza controlada, allegada a la necesidad de la defensa de cuerpo y alma, del saber admirar los dechados y armonías del pensamiento y la sensibilidad hasta, los rigores de retos y desafíos, que van construyendo el edificio de la personalidad y la naturaleza vivencial.
Contigo también, fruto de tanta ternura, mutua, compartida, soñada y sufrida, a la vez, con un presagio adelantado, del especial ser humano que eres, siempre atento a las gracias del buen estar, casi impredecible, a veces, pero siempre bueno y bienaventurado, listo a servir a justas causas y frescas sonrisas, casi un niño, vestido en las fibras de un adulto, maduro, pero así, siempre jugando, como lo hiciste siempre, porque siempre, casi con disimulo, traté de cuidarte, eras la frágil figura, que mis brazos levantaron con fruición, comulgando en una  oración interminable. Si estaré todavía.
Amar, claro, debo seguir amando, para disfrutar de lo que perdí, recuperar incesante y presuroso, esperar perdones, donde erré, darme oportunidades, que fui dejando, en el transcurrir de la meridiana materia que soy, acompañar, con lo que me dio navegar en mares embravecidos, a quienes de repente quieran contar con un modesto timonel, o, apreciar lo diferente, lo incontable, disfrute total de la capacidad creativa de la raza humana que debería estar solo dispuesta para ello, antes que incursionar, en aquellas embrutecidas asonadas, de la violencia y la falta de piedad.          

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