Pantallazo No. 33 : ¡ Esos vacíos sin nombre...!

Pantallazo No 33
¡Esos vacíos sin nombre…!
Por : Marcial Guillermo Pérez Herrera

Cierto, voy caminando, he culminado una de las reuniones que caracterizan, mis vaivenes laborales de los últimos años, tan coincidentes, con las maromas propias de mis desubicaciones, de repente, todo comienza a dar vueltas, se hacen sombras, en medio de un día , algo insípido, pero, no necesariamente oscuro, siento unas voces que susurran suavidades en mis oídos y me asalta una de esas ganas sin nombre, de quedarme allí, suave, rígido, descansado, que importan las calles, llenas de camiones, desechos vegetales, olor a sin nombre, pobladas de gente que va y viene, otras personas que descansan, porque seguramente trabajaron muchas pero muchas horas, desde la madrugada, haciendo del salario, del vivir diario, un gran sacrificio físico y mental, donde las energías nunca sobran, y, el cansancio nunca existe. 

Se dan cada vez más seguidos, esos sin saber, de un cuerpo, aparente, estable e itinerante, pero cruzado por los recuerdos sin resolver del ayer, penetrado por los sinsabores de la decepción no declarada, atenuada, pero, decepción falaz, al fin, con unos dormires, que ya no lo son, es más, no lo son desde hace años, siempre cercanos a las ventanas del misterio de una trascendencia vital, que de repente no existe. Me agotó, al tocar contacto, con el mullir del camastro, parecen cerrarse los ojos, parece aletargarse el cerebro y sus anexos, mas, allí es donde se abre una puerta inmensa de otros rostros, otras escenas, el agotamiento en pleno, nunca existió ese hecho ritual, de relajar músculo, porque hay mucha más actividad. 

Allí me encuentro, con quienes añoro, allí saludo a quienes me dejaron, allí me alegro, con los pequeños de la infancia, con los buenos rostros que siempre me sonrieron con inocencia, sin las duras condiciones de una realidad que lacera, ante tanta injusticia, abandono, olvido, perplejidad ante el sufrimiento e indiferencia. Allí no hay “canje” de sentimientos, sólo el darlo todo , sin caretas disfrazadas, de pesar aparente, pero, tremendamente plagadas de egoísmo y sinrazón, de sentimientos deformados, por esta especie letal de conversor de almas, conciencias y vivencias, que nos cruza a cada paso que damos, que hace más acabados, a quienes hoy son jóvenes, que hace de la inocencia de la niñez, un momento, muy corto, efímero, transitorio y dolorosamente inexorable, que te enfrenta a un cuadrilátero de sobrevivencia inmisericorde, donde puedes pasar por delante de un óbito que camina, o, de un supuesto y vital pedestre, que es un hueco profundo , sin término, de soledad y desesperanza. 

 Lo que pasó ayer, vuelve a suceder hoy, me deja una dimensión con la cual respiro, digiero, en medio de un escenario teatral, en el cual, los roles son impostergables, incluyendo el de la selección natural, donde tu factor de poder de insumir, va convirtiéndose en sinónimo de desecho, del último nivel de utilización, eres despensa ya no eres consumo, eres sin techo, sólo piso te queda, por ello debes rendirle culto, a las pizcas de amor, a los ápices y rocíos de atención, que te puedan proporcionar quienes te llevan la delantera, por ahora, en la maratón olímpica de la vida, sin retorno.

Como pues entonces, no tener cada vez más esos momentos, donde te escapas, te vas del presente innegable y acechante, te escondes cual juego de infante, en el no escuchar, no interpretar, todo junto a las ondas del bien, a la espectacular y agradable música del que se va todo, por donde debe irse, mas, hay miedo todavía, para entregarse a esos brazos que se estiran por ti, esas tiernas caricias que te engríen, te acercan al placer indescriptible del placer eterno y consuetudinario, en medio de los blancos del ya no es, de los rosados lindos de la tranquilidad vestida de musa inagotable, generosa y solidaria. 

Son así, se desnudan ante ti, esos momentos, de Dios y de Ángeles, disuadidos por los rojos manojos de las vitalidades, que aun posees, para, de repente blasfemar, atizar pasiones, ignorar piedades y derruir muros de inconsistencia y deslealtad. Siempre estoy allí, me asaltan, ellos los instantes, largos tal vez, sin medida, sin visión de algo que toque los bordes de la existencia, claro que si, cuando se aparece la luz del nuevo día, todo pareció tan corto, estoy cansado nuevamente, debo ir hacia el Bull de la puntería atizada del destino, escuchar cual libreto conocido, llantos, actuaciones, consideraciones, especificaciones, disculpas, sinrazones, en fin, hasta estupideces, de quienes creen manejar en una mano, con guante de fantasía, las operaciones de un mundo viviente, que no tiene ya retorno, que está firmando el cheque definitivo de sus injusticias y desavenencias insolutas, impenitentes y brutalmente controvertidas, en conclusión ¡Insalvables!.

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