Por : Marcial Guillermo Pérez Herrera
Sabiendo que no puedo dormir como quisiera, me pongo a leer, quizás para entender, lo que suele devorarme cada mañana, remedando al Prometeo encadenado, de los mitos de siempre y de nunca terminar. Los vacíos que atrapan mis sentidos, que me emboscan muy de cerca, hasta hacerme remedos de muerte sin sentido, suelen ser silentemente malignos .

Hoy no estás y todo parece tan difícil, los futuros se oscurecen, se acercan solitarios a abismos oscuros, sin fondo, tan profundos como los secretos del cuerpo, que es abandonado por las vitales energías hasta convertirse en materia, al comienzo, descompuesta y trozada en carnes desiguales, hasta llegar a su infinitesimal contenido, al polvo hecho polvo, como al comienzo, como desde siempre, poblando los suelos que pisamos y los aires que aspiramos, sin saber , de repente, que estamos haciendo entrar a lo que ayer fue nuestro, acariciamos y preferimos.
Cierto es que trato de afianzarme, de reirme en todas las formas posibles, mas, es la inyección adicta del momento, la ingesta casi adormecedora , la perla pasajera de una ostra forzada de momento, pues, todo vuelve a su curso original , desrumbado, sin esperanza, desmotivado sin periplo, cabizbajo, de sienes sofocadas por un momento, que nunca vuelve a convertirse en relevo mágico, todo lo contrario, es tormento, cadena perpetua de desesperanzas, noche tenebrosa de neblinas venenosas y consumadas. Y es...que ya no estás, se acabó el manantial de los días difíciles, abandonado por todos, secretamente odiado, por las ganas estùpidas de las mezquindades , que nunca llegaré a entender, dispensado de atenciones en la derrota, por quienes siempre pensé estarían a mi lado, que estimándome y seguramente queriéndome, hicieron la famosa pose del no sabe , no opina, total, tiene que seguir en donde está, es fuerte, el podrá , es macizo su carácter, ¡ cuan equivocados...!, las etiquetas del no estar, no se pueden exhibir, en los rictus de la faz, ni en los mascullares de la impotencia, sólo horadan, se atizan por dentro, destruyen y corroen.
Una y otra vez he cruzado las fronteras del hasta donde llegar, hasta donde resistir, tanta desdicha y te invoco, te busco en los horizontes del recuerdo, de los buenos ratos, de las interminables cuitas y anécdotas de fe decorada, de inmensos sentimientos de apego,de candoroso sosiego, de increible fortaleza, de agua fresca samaritana y consecuente con quien pide ternura y cura , de la herida abierta.
La odiosa rutina del tiempo que envilece, la insoportable frialdad de quien comparte el mismo oxigeno, los humores y sabores de los espacios rígidos, siempre encontró su oasis de consuelo, de aliento, en tí, sin condiciones , de impulsos casi sagrados, relevantes, gratos, hasta levantarme , inhiesto, erguido y decidido, a recorrer el camino espinoso y desarraigado, a costa tal vez, de un corazón, tan tuyo, tan extremadamente generoso, pero, debilitado por el infortunio, las caidas del vía crucis de un destino, que ni tu, ni yo, ni nadie, de los que fuimos el núcleo vivido de felicidades compartidas , nos merecimos...pero, tengo marcadas en mis celulas, las que me quedan, en mis pensamientos, los que se animan a acompañarme, el encargo de encontrarte, donde estés, lejos, en la inmensidad de la sinrazón, o tal vez, tan cerca en los ojos de bondad e inocencia, de quienes anónimos recorren los vericuetos de este vaiven, de tierra oscura, de maqueta urbana comprimida y tremendamente agreste y asicariada.
Quiero, obviamente, encontrarte, se que lo haré, necesito hacerlo, es elemental, para no perderme en el cosmos infinito, de millones de vueltas, de interminables laberintos y de inmisericordes pruebas, mientras recorro el camino, dame luz, de esas que siempre me diste, dame tus manos para guiarme en este ciego recorrido, de circulos dantescos, de sinuosos matorrales , de salvajes pantanos, que debo eludir, para no desparecer de la línea que me aferra a la conciencia, a la lucidez de los momentos y a la matemática de los años que he vivido.
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