FUKUYAMA AFIRMA QUE LA "DEMOCRACIA DEPENDE DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO"

CORTESÍA : DIARIO EL COMERCIO
Exclusiva con Francis Fukuyama: "La democracia depende 
del crecimiento económico"
El autor del controvertido libro “El fin de la Historia y el último hombre” aseguró que el Perú debe buscar liberar el comercio entre bloques regionales, mejor aun si esto está alineado con una finalidad política deseada, como la defensa de la democracia
Por: Augusto Townsend Klinge
Muchos creen que Francis Fukuyama se aventuró, o quizás pecó de soberbio, al declarar el “fin de la historia” en 1989, expresión que le sirvió además para titular su ‘best seller’ de 1992. El profesor de Política Económica Internacional de la universidad Johns Hopkins aseguró que la consolidación de la democracia liberal occidental marcaba el fin de la evolución sociocultural de la humanidad. En las siguientes líneas, Fukuyama intenta explicar por qué la última crisis económica no es la anomalía que refuta su planteamiento.
“EL SECTOR FINANCIERO ES MUY DISTINTO DEL REAL”
La crisis ha avivado las voces de quienes cuestionan el sistema de mercado y apuestan por una mayor intervención estatal en la economía. ¿Estamos ad portas de una nueva fase en la evolución del capitalismo?
Lo que hemos visto en esta crisis no es problema nuevo y fundamental del capitalismo, sino uno muy antiguo y que no tiene que ver con la esencia del capitalismo. El último par de generaciones ha demostrado muy vívidamente la eficiencia y la productividad que es posible alcanzar cuando se tienen mercados abiertos y competitivos. Lo que evidenció la crisis fue específicamente la debilidad puntual del sector financiero.
¿Y qué causó esa debilidad?
El sector financiero es muy distinto del sector real, especialmente en un contexto de globalización y movimientos fugaces de flujos entre mercados. Pero incluso antes de que el mundo se globalizara financieramente, estas crisis vinieron sucediéndose una tras otra en los últimos 200 años, en forma alineada con los períodos de inestabilidad en el sector bancario. No lo digo yo sino Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart en su libro “Esta vez es distinto” (“This Time is Different”), que justamente alude al hecho de que la gente no anticipa este tipo de crisis porque cree que las condiciones subyacentes han cambiado cuando, en realidad, son las mismas.
¿Cuáles son esas condiciones?
La razón por la que caímos en crisis tiene que ver con varios factores interconectados. En primer lugar están los desbalances estructurales en la economía global, que es empujada no solo por China sino también por los países productores de petróleo, que generaron una gran acumulación de capital que terminó inyectándose a la economía en los años 2000. En segundo lugar, la creencia ideológica de los reguladores y banqueros estadounidenses de que no era necesario regular el sector financiero “en la sombra” que se creó en esa época, y que comercializaba derivados y empaquetados financieros complejos. Viéndolo así, esta crisis es muy similar a la crisis asiática de 1997-1998 y a otras previas, en las que una cantidad enorme de dinero “caliente” entró a economías mal reguladas. La particularidad es que esta vez ello ocurrió en Estados Unidos y en un sector poco productivo, como el de bienes raíces.
¿Cómo vio a América Latina dentro de este contexto?
Superó esta crisis extremadamente bien, precisamente por cuanto atravesó una crisis de deuda similar en los ochenta, que aleccionó a su sector financiero sobre la necesidad de tener niveles de apalancamiento adecuados y no hacer inversiones riesgosas en derivados complejos.
EL CASO PERUANO, ¿QUÉ HACER?
El nivel de contagio financiero que se vio en la última crisis ha hecho que muchos países piensen, más bien, en cómo desacoplarse de los ‘shocks’ económicos externos. Esta pretensión de autarquía ha generado desconfianza en mercados globales como los de commodities energéticos y alimenticios. ¿Qué opina de esto?
Pensar así es iluso, una tontería. India y China no habrían crecido tan rápido como lo hicieron en la última generación si hubieran querido ser autárquicos. Más bien hicieron lo opuesto: buscaron integrarse a los mercados globales. De hecho, la tendencia que mencionas me preocupa mucho en el ámbito de los alimentos, porque hay países que han restringido su producción o limitado sus exportaciones y ello ha hecho que se disparen los precios.
Si hay algo que puedo decir sobre América Latina, y específicamente sobre el Perú, es que esa excesiva dependencia de un número reducido de “commodities” es peligrosísima, porque te hace vulnerable a la volatilidad de los términos de intercambio, frente a una estrategia de diversificación de exportaciones que es mucho más deseable.
El Perú ha venido suscribiendo una serie de tratados de libre comercio pero también participando más activamente en foros multilaterales como el APEC. ¿Debería seguir apostando por la negociación bilateral o enfocarse más en la integración multilateral?
Los economistas especializados en comercio exterior siempre dirán que el ‘plato de espaguetti’ que resulta de firmar tanto tratado bilateral ayuda más a la desviación que a la creación de oportunidades de intercambio, y que siempre es más deseable una negociación multilateral como la de la Ronda de Doha. En teoría estoy de acuerdo con eso, pero en la práctica el problema es la política, pues no hay voluntad suficiente en los gobiernos para comprometerse multilateralmente, básicamente porque uno pelea ahí con los grandes lobbies agrícolas de los países desarrollados. Dado que están políticamente bloqueados de conseguir la solución óptima, países como el Perú deben buscar el segundo mejor resultado, vale decir, liberar el comercio entre bloques regionales, mejor aun si esto está alineado con una finalidad política deseada, como la defensa de la democracia.
No solo ocurre con el comercio internacional, sino también con otros asuntos complejos como el cambio climático y la proliferación de armas nucleares. ¿Está el sistema de gobernanza internacional preparado para resolver estos asuntos?
Si bien el mundo ha venido innovando crecientemente en el ámbito tecnológico, lo que verdaderamente necesitamos es mucha innovación en cuanto a cómo nos se organizamos institucionalmente. En esa línea, me parece que el nuevo énfasis en el G-20 es adecuado, porque el G-7 ya se ha convertido en un concepto desfasado en muchas formas. Sin India y China ni siquiera puedes empezar a lidiar con los problemas más álgidos, como los desbalances estructurales en la economía global. Yo tiendo a pensar que, en lugar de grandes y ambiciosas organizaciones globales, sería mejor tener organismos más pequeños ya sea de naturaleza regional o funcional, que resuelvan problemas muy específicos.
Ahora, efectivamente hay problemas que resultan muy complicados como para ser resueltos por el actual sistema de gobernanza global. Por ejemplo, en materia de cambio climático creo que es políticamente imposible lograr hoy algo como lo que se logró con el Protocolo de Kioto o como lo que están buscando los negociadores europeos. Por ello, pienso que un enfoque más informal del asunto es todo a lo que podemos aspirar en estos momentos.
¿Qué opina de aquellos pensadores europeos, como Tim Jackson (autor del libro “Prosperity without Growth”), que aseguran que es posible para la economía global alcanzar la prosperidad sin depender del crecimiento económico?
La verdad, no entiendo a qué se refiere con eso. Dada la enorme cantidad de gente pobre que hay en el mundo, si no apuestas por el crecimiento, lo único que vas a hacer es redistribuir la pobreza existente. La existencia de una sociedad democrática depende justamente de que haya crecimiento económico. Ahora, ese crecimiento no tiene que darse siguiendo el viejo modelo de explotación de recursos naturales y contaminación ambiental. Estoy convencido de que es posible hacer crecer al mundo de manera responsable.
LAS CONSECUENCIAS ÉTICAS DE LA EXPERIMENTACIÓN GENÉTICA
“Necesitamos un sistema que regule la biotecnología”
En su obra, usted se ha mostrado escéptico del desarrollo de la biotecnología. ¿Qué le preocupa de esta?
Mi preocupación está relacionada principalmente con la biotecnología humana y la posibilidad de que alteremos a las personas en formas peligrosas, con la clonación o la ingeniería genética. No me opongo a la biotecnología en sí, sino a que esta no esté regulada apropiadamente. En mi opinión, el sistema regulatorio que se necesita para procurar su utilización adecuada todavía no existe. Crearlo es una tarea a la cual se deben abocar los países, sobre todo aquellos que están experimentando con la biotecnología.
¿Su preocupación se extiende también a los organismos genéticamente modificados?
Quizá no tanto como ocurre en Europa. Sin duda hay un aspecto de seguridad en el consumo que ciertamente debe analizarse, pero creo que eso es algo más manejable.

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