A PROPÓSITO DEL FIN DE LA HISTORIA Y EL ÚLTIMO HOMBRE ¿FUKUYAMA VIVE?

El fin de la Historia y el último hombre
LAS TESIS CENTRALES.
El pensamiento de Fukuyama tiene un marco histórico bastante preciso: se trata de la coyuntura desarrollada a partir de 1989 en Occidente que ha estado signada por el inicio del desmoronamiento de los regímenes del "socialismo real" en Europa del Este. A la pregunta de qué es lo que significa este momento para occidente y el mundo, el autor responde que se trata ya no de una simple coexistencia entre capitalismo y socialismo, sino de la derrota de este último y de la victoria -para Fukuyama final- del capitalismo y del liberalismo como sistema político.
Se trata no solamente de que ya no existan alternativas viables al capitalismo como sistema económico, y ello estaría demostrado por el restablecimiento de relaciones de producción capitalista en Rusia, China y Europa del Este y su inclusión en la economía de mercado, sino que además se trata del triunfo de la idea occidental, que para Fukuyama es principalmente la cultura occidental de consumo.
"Podríamos resumir el contenido del estado homogéneo universal como democracia liberal en la esfera política combinada con un fácil acceso a video caseteras y estéreos en lo económico".
Políticamente este desarrollo significa -y en ello Fukuyama utiliza a Kojéve- la existencia del liberalismo como estado homogéneo universal. Se trata de que, al no existir regímenes políticos superiores, y al haber fracasado los modelos que se pretendían alternativos, la democracia capitalista aparece como el régimen político absoluto e ideal. Este habría resuelto todas las inquietudes ideológicas planteadas y el país representativo de aquél, los Estados Unidos de Norteamérica, habría satisfecho incluso los máximos y extremos ideales de igualdad y libertad:
"Como Kojeve advirtió, el igualitarismo de los Estados Unidos de hoy representa el logro esencial de la sociedad sin clases previsto por Marx "
Por encima del triunfalismo y la confusión de conceptos explícita en la afirmación de Fukuyama, lo que trata de sustentar es que, después del advenimiento del estado democrático liberal en Europa del siglo XIX, no habría surgido ni podido aparecer, con real éxito y vigencia importante, ningún régimen político alternativo. ! La cuestión de clase habría sido resuelta por el capitalismo y el liberalismo!. La decadencia del socialismo sería demostración precisamente de esta tendencia.
1989, para Fukuyama, al igual que lo fue 1806 después de la batalla de Jena para Hegel, muestra el fin de la historia, en el sentido del fin de los regímenes políticos.
He ahí el sentido del fin de la historia para Fukuyama: es el término de la historia ideológica, la universalización de la democracia liberal como forma final de gobierno humano. Se trata, siguiendo un esquema que se autodenomina hegeliano, del triunfo de la idea, de la razón universal concretizada en el Estado capitalista. No importa que este régimen no esté vigente en todo el planeta, ni tampoco que se manifieste con "imperfecciones". Para Fukuyama la victoria del fin de la historia es suficiente es en el plano de las ideas y no todavía en el plano material.
"(...)en el fin de la historia no es necesario que todas las sociedades se conviertan en exitosas sociedades liberales sino que terminen sus pretensiones ideológicas de representar diferentes y más altas formas de la sociedad humana"
Es, pues, el fin de las ideologías y de la historia. Paradójicamente, después de todo, un triunfo ideológico. Es el ajuste de cuentas, en este plano, que el capitalismo y el liberalismo hacen al "socialismo realmente existente" en retirada mundial. Después de que el mismo capitalismo había vivido, como señala Hobsbawn, en todo el siglo XX frente al fantasma de sus propias limitaciones y debilidades como sistema y con el temor de la posibilidad de un sistema alternativo.
La primera tesis, pues, de Fukuyama tiene que hacer con la afirmación que absolutiza como definitivo, a partir de la consideración de la situación de los regímenes socialistas, el triunfo en la historia del liberalismo como sistema político. Las criticas, por ello mismo han estado orientadas a este respecto, a considerar el carácter arbitrario de tal deducción. Ya no solo desde el punto de vista de la realidad material de los regímenes liberales que en su historia real se hallan lejos de los modelos teóricos remisibles a los ideólogos de la Ilustración, sino porque en realidad nada descarta la posibilidad de emergencia de teorías y prácticas políticas nuevas. Probablemente es aquí donde se ve el franco carácter apologético de las tesis de Fukuyama.
Ello resulta más claro cuando se sigue su razonamiento. La preeminencia del liberalismo en lo político y del capitalismo en lo económico -y de la cultura del consumismo en lo cultural- estará segura si se descartan lo que, a juicio del funcionario del departamento de Estado, son las dos principales posibles amenazas de magnitud atendible: la presencia de movimientos religiosos en política y el papel de los nacionalismos.
En efecto, para Fukuyama, ambos fenómenos no constituyen tampoco un peligro alternativo que realmente compita con la democracia liberal triunfante. Después de haber descartado el análisis de cualquier régimen pequeño -es evidente que busca comunicarnos que regímenes como el de Cuba no tienen para su discurso mayor importancia, como no la tienen tampoco los países del tercer mundo- afirma que el islamismo no ha constituido mayor alternativa, sobre todo por que la afiliación religiosa no es generalizable y se limita a los países musulmanes. Mas aún, la religión no es generalizable a la política.
Los nacionalismos resultan siendo otro fenómeno que podría ser entendido como de posibilidades alternativas o que, en todo caso, genera conflictos en el seno del propio mundo occidental capitalista. Fukuyama lo descarta por las siguientes razones:
a) el nacionalismo no es un fenómeno único, sino plural. Son demasiado diversas las alternativas y luchas nacionalistas y sus modelos para constituir una opción homogénea a la democracia liberal.
b) hay que distinguir entre nacionalismos sistemáticos con pretensiones políticas definidas (el nacionalsocialismo fascista, por ejemplo) de lo que podrían ser los nacionalismos tradicionales o espontáneos. Sólo los primeros pueden ser considerados como posible alternativa - y en realidad lo fueron, según Fukuyama,- a la idea liberal, pero fueron derrotados ideológica y materialmente.
c) mientras el liberalismo como ideología cuenta además con un programa comprensivo para la reorganización socioeconómica de la sociedad, los nacionalismos tradicionales no, y más bien muchos de ellos se compatibilizan con el capitalismo.
d) en realidad para Fukuyama los nacionalismos son fuente de conflictos sólo en las condiciones en que la democracia liberal es imperfecta, cuando el liberalismo es incompleto. El perfeccionamiento de la práctica liberal debería subsumir los movimientos nacionales.
Cuál es el resultado del fin de la historia desde el punto de vista de las relaciones internacionales ?. Para Fukuyama se trata de una situación que aminora o desaparece los conflictos internacionales. La hegemonía capitalista y el predominio absoluto del liberalismo harán que en la sociedad post-histórica las luchas en gran escala entre estados desaparezcan. Se trata de la "mercadización-común" de las relaciones internacionales.
Sin embargo, quizás en términos más concretos y precisos, la consecuencia internacional es la división de la humanidad y los países y naciones en sociedades históricas y post-históricas. Por cierto esta última situación le corresponde a los países de Europa occidental y particularmente al régimen político norteamericano. La segunda es la de la gran mayoría de países, particularmente los del tercer mundo, limitados a condiciones que no les permiten entrar en la modernidad de la sociedad post-histórica. También podrán existir situaciones en las que las sociedades se estanquen en la historia, como la que se puede presentar en la evolución de la URSS, según el autor que comentamos, ante las amenazas del nacionalismo eslavófilo.
La descripción que el propio Fukuyama hace del tiempo post-histórico no puede ser mas patética: una sociedad unipolar, sin conflictos, incluso poco atractiva hasta para el mismo Fukuyama:
"El fin de la historia será un tiempo muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la vida de uno por un fin puramente abstracto, la lucha ideológica mundial que pone de manifiesto bravura, coraje, imaginación e idealismo serán reemplazados por cálculos económicos, la eterna solución de problemas técnicos, las preocupaciones acerca del medio ambiente y la satisfacción de demandas refinadas de los consumidores. En el período post-histórico no habrá arte ni filosofía, simplemente la perpetua vigilancia del museo de la historia humana.Puedo sentir en mí mismo y ver en otros que me rodean una profunda nostalgia por el tiempo en el cual existía la historia. Tal nostalgia de hecho continuará alimentando la competición y el conflicto incluso en el mundo post-histórico por algún tiempo. Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos mas ambivalentes para la civilización que ha sido creada en Europa desde 1945 con ramales en el Atlántico Norte y en Asia. Quizás esta misma perspectiva de siglos de aburrimiento en el fin de la historia servirá para hacer que la historia comience una vez más."
ALGO MÁS
El fin de la Historia y el último hombre (en el original, en inglés The End of History and the Last Man) es un libro de 1992 de Francis Fukuyama, basado en su ensayo de 1989 "¿El Fin de la Historia?", publicado en el periódico de asuntos internacionales The National Interest. En el libro, Fukuyama expone una polémica tesis, la Historia humana, como lucha de ideologías ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría.
Inspirándose en
Hegel y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del régimen comunista, que demuestra que la única opción viable es la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos, es por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del propio autor:
El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas
.
Su definición de democracia liberal se sustenta en al menos tres puntos:
Disponer de una economía de libre mercado
Poseer un gobierno representativo
Mantener los derechos jurídicos.
Según sus propias palabras "como idea, la democracia liberal es el único sistema político con algún tipo de dinamismo".
Sugiere una relación entre el desarrollo económico surgido al calor de los sistemas industriales de los
Estados Unidos, Europa Occidental o Japón y la capacidad de sostener unos sistemas representativos similares con unas democracias estables.
Pero esto no significa que ya no sucederán más cosas a través de la historia porque, argumenta él, la historia generalmente va determinada por la ciencia y esta no ha encontrado todavía sus límites. Por el contrario, Fukuyama cree que ahora es el turno de la biología; los descubrimientos que se hagan en esta ciencia en esta época orientarán el futuro.
Fukuyama cree en el
humanismo, la cultura y la ciencia como base moral capaz de desplazar a la religión u otros dogmas morales o éticos. Es decir, cree que a través de los Derechos humanos universales se puede llegar a unos Deberes humanos universales.
Defiende también las reformas neoliberales en lo económico y lo político, es vital una apertura internacional (globalización) que le dé competitividad al mercado interno además es fundamental que existan libertades políticas y se eviten los gobiernos autoritarios o represivos. En la economía el Estado debe jugar un papel mínimo, permitiendo que el capital privado se mueva con la mayor libertad jurídica posible:
Todo funciona mejor si puede dar por sentado un marco jurídico estable y efectivo, que permita la seguridad de los derechos de propiedad y de las personas, y un sistema de asociación privada relativamente transparente. Pero estas características no han prevalecido en los países latinoamericanos. En muchos casos, el Estado ha sido arbitrario y rapaz. Como consecuencia, se redujeron los radios de confianza al nivel de la familia y los amigos y se generó una dependencia a ellos.

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