CUANDO LA DIOSA NATURALEZA NO PERDONA : LA DESAPARICIÓN DE POMPEYA

LA CIUDAD
Esta ciudad está ubicada en Campania, en el sur de Italia, construida a unos 6 Km. al sur del volcán Vesubio, y a unos 19 Km. al sureste de Nápoles. Fue fundada alrededor del 600 a. C., en la desembocadura del río Sarno. Su situación económica era bastante próspera, porque se encontraba en un valle, lo cual le permitía una ciudad comercial y servir como puerto marítimo para las ciudades del interior. Esto no se puede apreciar en la actualidad, porque debido a la gran erupción del año 79 d. C., el curso del Sarno cambió y el nivel de las aguas subió, por lo que la distancia entre el río y el mar aumentó ostensiblemente.
Pompeya, comparada con Roma, era una ciudad muy pequeña. Sin embargo, todo indica que era muy agradable vivir ahí. Pese a ser pequeña, tenía todas las comodidades de una gran ciudad, como baños públicos, e incluso tenía un Anfiteatro, para las luchas de los gladiadores. La Arquitectura pompeyana siempre ha sido caracterizada por ser una especie de transición entre las construcciones griegas y las romanas, una especie de mezcla.
La mayoría de las personas vivían en casas pequeñas, pero esto no significa que tuvieran una “mala vida”; por el contrario, los arqueólogos afirman que, a juzgar por los mosaicos y los frescos que decoraban las casas, los ciudadanos disfrutaban de una agradable vida.
Uno de los lugares más agradables de la casa era el patio, que se encontraba en el centro de la casa. Normalmente, en el centro del patio había una fuente, y era en este lugar fresco y acogedor donde la familia y amigos se reunían y conversaban antes de pasar al comedor
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SOCIEDAD
Como se mencionó anteriormente, esta ciudad tenía todas las características de una GRAN ciudad. Por ejemplo, en la calle di Nola está la casa de un banquetero que pintó en sus paredes algunas escenas del terremoto del año 62, que causó un gran daño a la ciudad; en la misma calle está la casa de los gladiadores, donde se entrenaban para sus actuaciones; en otra calle había una panadería y pastelería, con su correspondiente horno, estantes y molino; había también un prostíbulo, con algunas características llamativas: Había 5 habitaciones grandes, para los “buenos clientes”, y otras 5 para “el resto”; en el lugar donde se “exhibían” había una referencia escrita de las habilidades de cada una, y los usuarios podían escribir en las paredes su opinión respecto al servicio...
También había una tintorería, cuyo dueño se estaba presentando para las elecciones locales; había un taller de calzado, una taberna, un hospital, una industria de vidrio, cementerios, etc. O sea, era una sociedad como las que conocemos ahora, con todos sus servicios básicos, y muy estable.
LA ECONOMÍA

Existían muchos negocios en Pompeya: Había industrias, amasanderías, restaurantes, licorerías, tintorerías, etc. Había muchas fuentes de trabajo, y se puede decir que vivían bastante bien. Debemos recordar que para el Imperio Romano los negocios eran tan importantes como las guerras, y que el principal canal comercial del Imperio era el Mar Mediterráneo. A través de éste, Pompeya comercializaba sus principales productos, que eran la lana, el vino y el aceite. Pompeya, al igual que todo el Imperio Romano, importaba muchos cereales de África y Asia. Al tener un puerto servía como “escala” para muchos de los embarques hacia adentro y hacia fuera del Imperio. Además, la ciudad estaba construida en un valle, lo que permitía mucha agricultura y la instalación de industrias “primitivas”.
EL DESASTRE
Todo empezó el 20 de agosto del año 79 d. C., cuando la paz de los campos y las ciudades que rodeaban al Vesubio fue perturbada por violentos y continuos temblores que causaron alarma, pues los habitantes aún recordaban el nefasto terremoto del año 62 d. C., que dejó todas las construcciones por los suelos. En esta época la ciudad aún estaba siendo reconstruida, el sistema de agua no funcionaba al 100%, y la ciudad estaba cayendo en una depresión económica. Pero estos temblores, en una zona siempre sometida a movimientos sísmicos, no causaron demasiado impacto. Por eso, el día 23 todos volvieron a sus vidas normales, y comenzaron a reparar los daños que habían causado estos temblores. Pero la mañana del día 24 fue distinta a las demás: Amaneció con un silencio casi sobrenatural. Los pájaros no cantaban en las huertas, los perros ladraban y aullaban sin motivo, los caballos y el ganado se mostraban terriblemente inquietos. De pronto, un sonido horroroso, como un trueno multiplicado miles de veces, se dejó oír desde lo más alto del Vesubio, que había estado inactivo por más de 1000 años. Se elevaron columnas de fuego, y una lluvia de ceniza volcánica y piedras de todos los tamaños comenzó a caer sobre los habitantes. El cielo se oscureció por la nube de cenizas y polvo, y entre las personas cundía el pánico. Cuando los alrededores comenzaron a inundarse de torrentes de agua hirviente, los pompeyanos comenzaron a correr a sus casas, para intentar huir con sus pertenencias más valiosas. En Herculano cayó una gran ola de barro que hizo que sus habitantes arrancaran casi por instinto, sin siquiera pensar en rescatar algún objeto preciado. En Pompeya las personas perdieron tiempo tratando de salvar sus posesiones, e incluso había personas que tenían la esperanza que la catástrofe no destruyera la ciudad. Así, miles de personas quedaron atrapadas en sus casas, y murieron asfixiadas, o simplemente enterradas vivas.
Un relato escrito real del desastre: “Cuando comenzamos a escapar cayó la oscuridad; no como una noche nublada sin luna, sino como cuando una lámpara se extingue en un cuarto cerrado. Se oía el gemido de las mujeres, el llanto de los niños y los gritos de los hombres. Unos buscaban a sus padres, unos a sus hijos y otros a sus mujeres. Intentaban reconocerse por el sonido de sus voces. Algunos se lamentaban de su suerte, o de la de sus seres queridos; otros pedían la muerte. Muchos alzaron las manos hacia los cielos, pero la mayoría pensó que ya no había dioses y que la oscuridad había descendido para siempre sobre el mundo”
Se estima que unas 2000 personas murieron en la ciudad, pero muchos miles más fallecieron tratando de escapar, en los caminos que se dirigían hacia las afueras de la ciudad. Unas cuantas horas después, Herculano y Pompeya desaparecieron, y serían encontradas sólo después de 1600 años.


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