LA ASINCRONIA ENTRE EL BIENESTAR ECONÓMICO Y EL SISTEMA POLÍTICO

La asincronía entre el bienestar económico y el sistema político
Por Julio Godio, Director del Instituto Mundo del Trabajo

Un dato original de la realidad argentina actual es la asincronía entre el bienestar económico alcanzado en los últimos cinco años y el atraso del sistema político.
En estos años la economía argentina ha mejorado sustancialmente: el PBI creció a tasas del 8-9% hasta 2008, retrocediendo sólo a un 4-5% en 2009. En este 2010 que recién comienza es previsible que la economía crezca a tasas aceptables.
El crecimiento constante de la economía fue posible porque desde 2003 cambió la política económica. En ese año se terminó de salir del modelo neoliberal y se implementaron políticas ajustadas a dos valores centrales: la producción y el trabajo. De estas políticas se beneficiaron, como era previsible, los trabajadores asalariados, amplios sectores de las capas medias urbanas y rurales y la gran burguesía argentina. Dado el fuerte entrelazamiento entre el capital local y las empresas multinacionales, éstas también se beneficiaron.
El crecimiento económico fue posible porque el Estado, gobernado por el kirchnerismo, aplicó políticas públicas desarrollistas. Estas políticas no fueron sólo económicas, sino que incluyeron políticas laborales y sociales que fueron ensambladas por iniciativas adoptadas desde el Estado-nación. La unidad entre desarrollo económico y social tuvo como fin restablecer la cohesión de la sociedad argentina, fuertemente afectada por la crisis global (económica, social, política y cultural) que sacudió al país en diciembre de 2001 y se extendió durante todo 2002 y parte de 2003.
A partir de 2003 comenzaron a aplicarse políticas sociolaborales destinadas a mejorar los niveles de ingresos de los sectores populares: se inicia la implementación de sucesivos aumentos en las jubilaciones y pensiones y la cobertura previsional, se restablecen las negociaciones salariales anuales entre los trabajadores, las empresas y el Estado, se aplican medidas para proteger y aumentar los niveles de empleo. Como resultado de estas políticas, aumenta el consumo, y este aumento se traduce en estímulos para la actividad económica y la calidad de vida de la población.
Como era previsible, en cinco años no podíamos superar los diez años de neoliberalismo ortodoxo (menemismo) ni las secuelas de la crisis global de 2001. En 2010 el país sigue azotado por esas secuelas. En primer lugar, por la pobreza, que afecta en diversos grados al 30% de la población. En segundo lugar por la escandalosa proporción de trabajo en negro, que asciende a un 40% del total de la PEA asalariada. Las empresas han mejorado sus niveles de rentabilidad y viabilidad, pero con su conocida cultura egoísta de "patrones de estancia" persisten en aprovecharse de la necesidad de trabajo de la población para establecer condiciones de trabajo precarias. Esa cultura patronal persiste especialmente en un sector del país que ha provocado una verdadera revolución agrícola, pero que al mismo tiempo contrata a los jornaleros en forma precaria y con salarios miserables.
Este artículo no pretende atosigar a los lectores con cifras y estadísticas. Simplemente se plantea recordar que los argentinos viven mejor y que se ha restablecido en la sociedad la esperanza de construir un país próspero. Se ha fortalecido la cohesión social, condición para asegurar la existencia del Estado-nación. El país está integrado dinámicamente a la economía mundial y en particular al Mercosur. Nadie desea volver a vivir un nuevo 2001
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Ahora bien, este proceso de construcción del bienestar social no se produjo sólo por el "decisionismo" kirchnerista, sino principalmente a través de cambios político-institucionales que se pueden resumir en cuatro acontecimientos centrales: la potenciación de los sindicatos, la reestatización del sistema de jubilaciones y pensiones, la organización de movimientos sociales (que ha permitido crear en todo el país cooperativas de trabajo en sustitución de los planes sociales) y la convocatoria a las organizaciones empresarias a participar en las negociaciones laborales.
Es decir que el proceso incluyó un fuerte componente de institucionalidad que ha sido desalentado y rechazado por los sectores de la derecha política y económica. Hubo una excepción negativa que fue la Resolución 125, que se intentó imponer "desde arriba" en 2008, cuando el camino de la institucionalidad aconsejaba en cambio crear un organismo público de comercialización de granos y carnes.
Pese a sus logros, el kirchnerismo, condicionado por el decisionismo, no pudo resolver correctamente la relación entre éxitos económicos y la edificación de un nuevo sistema político.
Este déficit resultaría muy caro cuando el establishment conservador, que controla los medios de comunicación, se lanzase a detener al kirchnerismo para hacerlo retroceder hasta abandonar el objetivo de construir una fuerza político-social dominante dentro de un nuevo sistema político-institucional de partidos. El momento elegido por las fuerzas conservadoras para golpear duramente al kirchnerismo fue la mencionada Resolución 125.
El establishment comprendió sagazmente que la sociedad había satisfecho demandas sociales, pero sin referirlas a lo político. Entonces el establishment mediático se lanza con audacia a socavar las bases de sustentación del propio kirchnerismo, sabiendo que gran parte de las capas medias comenzaban a rechazar los métodos decisionistas. Amplios sectores de las capas medias -que habían votado por la fórmula CFK-Cobos en 2007- no habían sido incorporados políticamente al complejo proyecto nacionalista-industrialista.
El gobierno perdió la batalla por la Resolución 125, y con ella la adhesión de las capas medias. Estas no se identificaban con los sindicatos agrupados en la CGT, que apoyaban y apoyan al kirchnerismo. También afloró el alto grado de individualismo, en condiciones de desorganización política, lo que favoreció el pasaje de segmentos de esas clases medias (y también de capas sociales pobres) a la oposición irracional al gobierno de CFK.
Se estableció así un peligroso mito movilizador antikirchnerista. Este también sería utilizado por sectores del propio Partido Justicialista (PJ) antikirchnerista para atacar al gobierno. Las fuerzas políticas de oposición de centro-liberal que habían colapsado en 2001 lograron ahora reinstalarse en la escena política, pese a que habían sido responsables de lo sucedido en 2001, por su decisión de continuar la política menemista de la convertibilidad.
En las elecciones legislativas de 2009, el kirchnerismo, aunque fue la primera fuerza electoral, fue derrotado por la suma de votos de la inconsistente oposición. El PRO, el Acuerdo Cívico y Social y el peronismo disidente lograron capturar al imaginario popular como vencedores del kirchnerismo, pese a que son fuerzas de difícil convergencia por sus distintas raíces ideológicas y la heterogeneidad de intereses que subyacen a sus bases sociales.
El triunfo electoral de la oposición tuvo un efecto preciso: realzar el rol del Congreso Nacional. El kirchnerismo conservaba la iniciativa táctica, pero había perdido la iniciativa estratégica general. La oposición genérica se orienta hacia la creación de un escenario político de "dualidad de poderes": Poder Ejecutivo acosado por el Poder Legislativo y eventualmente por sectores del Poder Judicial.
Es cierto que la oposición es una entidad genérica, que difícilmente pueda unificarse. La vieja derecha no fue capaz de constituir un partido conservador de masas en 1890-1910. El centro-liberal constituido por la UCR, pese a acceder al poder por vía electoral en 1916, no pudo desarrollar el modelo político liberal instalado en 1880. La "sociedad ganadera" se terminó por comer a su propio modelo. El país entró en una crisis política en 1930. Pero por su vitalidad logró salir a través de una combinación de estatismo e industrialización.
La crisis se clausura con el advenimiento del peronismo al poder en 1946, que se define como un movimiento policlasista de tipo nacionalista-laborista. El país se escindió entre liberales y nacionalistas laboristas, división que todavía está vigente. Pero como mucha agua ha corrido entre 1880 y 2010, la polarización ya no es "pura", especialmente por la división en el campo nacionalista-laborista que ha generado la fuerza del neoliberalismo, produciendo rupturas dentro del peronismo y otras organizaciones políticas y sociales.
Pese a la crisis política que ha generado la "dualidad de poderes", el kirchnerismo no ha perdido la iniciativa táctica. Sigue tácticamente a la ofensiva, buscando profundizar su modelo nacionalista-neodesarrollista. Pero de cara a las elecciones presidenciales de 2011 parecería surgir la evidencia de que -en los marcos de la democracia política- está naciendo un sistema político estructurado sobre la competencia entre coaliciones político-partidarias. Este sistema conservará al kirchnerismo como la primera y más dinámica fuerza, dado que representa los logros que permitieron al país salir a partir de 2003 del Consenso de Washington, fenómeno político no sólo argentino sino de escala latinoamericana. El nuevo sistema político, para ser viable, deberá cumplir con el requisito de superar la asincronía presente.

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