BASES ESTADOUNIDENSES EN COLOMBIA,RUMORES DE GUERRA EN AMÉRICA DEL SUR Y DESACUERDOS REGIONALES

por : Carlos Malamud
Bases estadounidenses en Colombia, rumores de guerra en América del Sur y desacuerdos regionales
Cortesía :Infolatam
"... Resulta cuanto menos chocante que la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico se despache tan ligeramente. Según Amorim, la presencia de EEUU parece ir más allá de lo que puede ser la "necesidad interna" de Colombia. Para realizar una afirmación semejante, Brasil debería saber mucho más sobre las necesidades internas de Colombia.
Pero ni Brasil, ni ninguno de los otros países sudamericanos, impulsó ninguna reunión, ni presidencial, ni ministerial, ni técnica, para ir al fondo de la cuestión. Probablemente si Brasil, que quiere convertirse, con todo derecho, en líder regional, debería estar más atento de estas cuestiones".
El clima político en América del Sur está más que revuelto. Mientras Hugo Chávez habla de una posible guerra en la región, Álvaro Uribe hace una rápida gira intentando explicar a los presidentes más afines y a los menos hostiles las razones de su acuerdo con EEUU, para que sus efectivos militares se instalen en hasta siete bases colombianas. Comenzando por los países del ALBA, un coro antagonista se alzó desde Caracas a Buenos Aires, pasando por Brasilia y Santiago, para insistir en los valores pacifistas de América Latina y, cómo no, en el repelús que sigue provocando el "imperialismo norteamericano".
Para Hugo Chávez, "éste puede ser el primer paso hacia una guerra en América del Sur, porque EEUU es la nación más agresora del mundo", y Colombia será su "base de operaciones" en América Latina. Días antes, Rafael Correa había tocado los tambores de guerra contra Colombia, y tras calificarla de "peligro para la región", señaló que "Ecuador se está preparando para la defensa". Mientras tanto, su ministro de Defensa, Javier Ponce, insistía en que "Colombia representa... un proyecto político que es amenazante... para la región".
Tras entrevistarse con Uribe, Evo Morales confesó sentirse "agredido" por el acuerdo sobre las bases colombianas: "No aceptamos militares norteamericanos en Bolivia y no los aceptaremos en Latinoamérica". Por su parte, Cristina Kirchner manifestó la "inconveniencia" de permitir bases estadounidenses en Colombia y le pidió a Uribe "bajar el nivel de conflictividad" en la región, un pedido que con toda posibilidad no le repetirá a Hugo Chávez en su viaje a Venezuela de la próxima semana. No olvidemos que Venezuela viene comprando desde hace años, muchos años antes de que se planteara esta cuestión, miles de millones de dólares en armamento ruso de gran capacidad ofensiva.
Fuera del área, pero en sintonía con las declaraciones anteriores, habría que consignar las opiniones de Daniel Ortega, "Colombia, al compartir el uso de las bases con EEUU, puede liberar más fuerzas y combinar incluso operaciones dirigidas a acabar con procesos sociales, populares y democráticos como los que avanzan en Venezuela, Bolivia y Ecuador". También están las brillantes reflexiones a las que nos tiene acostumbrados Fidel Castro, esta vez en su artículo "Siete puñales en el corazón de América": "No se arma Venezuela contra el pueblo hermano de Colombia, se arma contra el imperio, que intentó derrocarlo ya y hoy pretende instalar en las proximidades de la frontera venezolana sus armas sofisticadas".
Todas estas declaraciones eran previsibles y no fueron ninguna sorpresa. Sin embargo, ésta sí provino del ministro brasileño de Exteriores, Celso Amorim, con sus fuertes declaraciones contra el tratado entre Colombia y EEUU. Entra otras cosas dijo: "Lo que [nos] preocupa... es una presencia militar fuerte, cuyo objetivo y capacidad parecen ir mucho más allá de lo que pueda ser la necesidad interna de Colombia", mientras exigía "garantías formales" a EEUU. También consideró "comprensible" la preocupación de Venezuela por el acuerdo y minimizó el hecho de que se encontraran en poder de las FARC algunos lanzacohetes que Suecia había vendido al ejército venezolano. Por eso concluyó comprensivo: "El hecho de que yo sea paranoico no significa que no esté siendo perseguido".
El próximo 10 de agosto habrá una Cumbre de UNASUR en Quito y está prevista una reunión del Consejo Sudamericano de Defensa, para debatir básicamente la cuestión de las bases colombianas. Ante su enfrentamiento abierto con Rafael Correa, Álvaro Uribe decidió no asistir a la cita. Si bien es verdad que así pierde una buena oportunidad para explicarse, también es cierto que la ocasión iba a ser aprovechada por el sector bolivariano para colocar en la picota a Colombia y a su presidente. Como alternativa, Uribe se lanzó a viajar por América del Sur, con desigual suerte, intentando desactivar algunos fuegos encendidos por el calor de la retórica.
Hay algunas cosas que llaman la atención y deberían ser objeto de mayor reflexión. La presencia norteamericana en Colombia sucederá a la previamente existente en la ecuatoriana base de Manta, algo que en su día no suscitó tamañas reacciones. Por otra parte, cada vez resulta más paradójico, por no decir incomprensible, el peculiar uso que las palabras soberanía y no ingerencia tienen en el discurso político latinoamericano. No se olvide que estos dos conceptos, junto al de libre determinación de los pueblos, encabezan el tratado de constitución del Consejo Sudamericano de Defensa. Sin embargo, la mayor parte de los conceptos vertidos, como pudimos ver, desconocen o ignoran su significación. Tras el viaje de Uribe se pudieron oír algunos comentarios, como los provenientes de los gobiernos de Chile, Perú y Paraguay, junto a ciertas matizaciones del asesor internacional de Lula, Marco Aurelio García, del derecho de Colombia de utilizar su territorio como más le conviene.
Resulta cuanto menos chocante que la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico se despache tan ligeramente. Según Amorim, la presencia de EEUU parece ir más allá de lo que puede ser la "necesidad interna" de Colombia. Para realizar una afirmación semejante, Brasil debería saber mucho más sobre las necesidades internas de Colombia. Pero ni Brasil, ni ninguno de los otros países sudamericanos, impulsó ninguna reunión, ni presidencial, ni ministerial, ni técnica, para ir al fondo de la cuestión.
Probablemente si Brasil, que quiere convertirse, con todo derecho, en líder regional, debería estar más atento de estas cuestiones. Y así estaríamos hablando de otro modo. Pero como dice Correa, la situación en Colombia es "un problema que no es nuestro". Pues bien, si todos sus vecinos le dan la espalda, si Brasil y los demás países sudamericanos se niegan a enviar tropas a Colombia para aniquilar al terrorismo y combatir el narcotráfico, si se siguen poniendo paños calientes con otras amenazas regionales, qué otro remedio le queda al gobierno de Uribe sino de actuar como lo ha hecho.
La ofensiva bolivariana contra Colombia debe ser analizada en el contexto de la crisis motivada por el golpe en Honduras y las reacciones de unos y otros. El panorama abierto no es del todo favorable a las expectativas del ALBA y, probablemente, el período electoral en que está inmersa América Latina puede cambiar el equilibrio regional. De un modo claro y dramático lo manifestó Evo Morales al advertir del peligro de un triunfo de los "pinochetistas" en Chile y de la "derecha fascista" en Argentina. Ante las protestas chilenas, que no argentinas, Morales debió retractarse y pedir perdón. Pero es palpable su temor, y el de sus aliados, ante el retroceso que la causa revolucionaria puede sufrir en un futuro próximo. En Caracas y, especialmente, en La Habana, verdaderos sostenes, económico uno, político y de inteligencia el otro, del socialismo del siglo XXI, todo esto se sigue con atención y preocupación.

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