PISANDO FUERTE No. 36
¡Hoy…mi cuerpo y mi alma se cansaron!Por: Marcial Guillermo Pérez Herrera
Hola amigos, amigas, queriendo escribir desde hace varios días, pero, medio en serio y medio en broma, esta especie de cárcel temporal existencial, en la cual estoy, cada cierto tramo, no me dejaba hacerlo. Las líneas que uno escribe, son en ciertos momentos como la medicina que cura lo imposible, veta la enfermedad y remedia el sufrimiento, cuando no penetra inacabable en los poros de la fecundidad corporal, para hacerla fuerte y llena de vigores impolutos, pero, algo más grande que las voluntades realizables me impedía hacerlo. Sin embargo, como no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, aquí estoy militante, cumplidor y empeñoso con ustedes, hermanos invisibles, pero latentes, de la virtualidad.
Y vaya que no les escribiré nada impactante, impulsor o elevado, diría que es una confesión del día, caluroso, atosigante y contaminado, como el de nuestra actual Lima, tan tercamente extremista, como sus parajes y escenarios. Amanecí, como si hubiera dormido, nada, entumecido de pies a cabeza, al estilo de un recién dado de alta, en algún hospital del etéreo sueño, de la penumbra o del mortal retorno, en el cual nos envuelve, la arquitectura biológica, en cada minuto, que nos toca abrir y cerrar los ojos, lujo que perdemos, cual juego automático, cuando los sistemas que gobiernan nuestros sentidos se detienen con o sin razón aparente.La cama que comparto hace años, me pareció hospitalaria, de esas que giran con una rueda de metal, cual ruleta prejuiciosa, donde el rojo, blanco o negro, pueden determinar si ganaste, perdiste, llevaste o entregaste todo lo que tenías, en el momento de emprender la aventura del azar incontenible, prejuicioso y asfixiante. A pesar de este cuadro, nada comprensible, para un nuevo acontecer, me levanté, me eche agua de regadera fuerte e insidiosa, y algo, de lo que no tenía, fue recuperado, acompañado, entre lo poco, que en casa tenemos, un café, remedio y cómplice de quehaceres enredados y débiles como el que se presentaba.
Ciertamente, me había acostado muy tarde, teniendo como decorado surreal, la canícula nocturna, los ruidos de los autos que nunca duermen, (en el paraje céntrico en el que habito), los chillidos de lechuza citadina y perros noctámbulos, aguerridos y violentos, empedernidos y avezados gatos de tropiezos, y, uno que otro deambulante, sea porque el fin de semana le quedo chico o porque hoy n le tocó dormir en casa. En fin, debo agregar que escribí un par de cartas, repase algunas notas, y, pensando, como iba a pasar el nuevo día, al no estar amparado materialmente, por ingresos, que alivien, la larga columna de compromisos ignorados.
Pero, nada, en pie, repasar lo que debo llevar en mi peregrinaje urbano, las llaves, el cuaderno, los papeles, nada que se escape, cerrar puertas, bajar escaleras, ya estoy en la escena real de cemento, smog, ruido, peatones, cada vez más cabizbajos, algo inocuos y de mirada eclipsada, y de frente al safari salvaje, de la combi, camioneta rural llámela como sea, pero sólo en verdad, eso, ¡SALVAJE!, arriesgada, apuesta diaria de si regresaremos ilesos a casa, o, de paso, quizás, no nos vean nunca más , total, hay más cadáveres por accidentes de tránsito, que por delincuencia común, y, eso es una apuesta sin retorno. Llego a mi primer destino, oficina pública, decenas de usuarios, poca información, mucho griterío, desconcierto, uno, dos burócratas, muy jóvenes ellos, pero vociferantes, altaneros, haciendo del estante en el cual atienden ,su efímero gobierno autoritario, ramplón e indecente, como para no ser menos, que muchos de sus mentores, jefes o profetas de cuello y corbata, papeles, papeles y más papeles, firmas por acá, huella digital por allá, timbres, euforia, parafernalia, teatro metalero gratuito, sofoco subjetivo y metal, hasta que al fin salí del laberinto cretense, construido por normas y reglamentos torpes , justificantes imberbes de la mediocridad, cuando no del favoritismo compadrero del grupo que le toca en turno, la administración de nuestro famélico Estado, no porque sea apocado o enfermizo, anonadado por la deficiencias, la falta de iniciativa, la procacidad de quienes en mayoría, integran sus cuadros administrativos, adánicos, carentes de propósitos y enmiendas.
He caminado unos metros, atravieso una retahíla de establecimientos pródigos en ofrecer fotocopias, llamadas telefónicas, golosinas de toda raigambre, restaurantes compitiendo entre si por ofertas culinarias de bajo precio, una ancestral iglesia y junto a ello recostando su derrota en las calientes losetas del pavimento , dolientes, mendigando la moneda salvadora, uno con gangrena consumada, otra de años sin poder contarlos, de arrugas de dolor, encanecida y suplicante, dos seres madre e hijo, con una enclenque caja de caramelos, ofreciéndolos en tono, de última esperanza, confundiéndose al frente con un Ministerio de Relaciones Exteriores, alborotado pues llegó un político, con cuatro por cuatro incluida, con séquito carnavalesco, allanándole el camino, con sonrisa de flash forzada, mas, sin siquiera voltear la mirada a estos vivientes sin vida, que levantan la esperanza de la caridad, como , tal vez, su último contacto con el futuro inmediato, con el latido débil de un corazón, que pudiera no estar mañana, en el teatro de la mortalidad. Y es, que quien siente, que ya camina en las alturas, en los cielos de la chabacanería mediática, en el monte Everest del poder, teme voltear, a ver la realidad que nos circunda, porque pudiera en sus estúpidos temores creer que se convertirá en impávida estatua de sal.
Comienzo a sentir que mi cuerpo de doblega, en medio, de apuradas caminatas y tráfagos de circuitos, voceríos y autómatas sin rumbo. Me detengo, cual oasis inventado, en una caseta de periódicos, y mis ojos afiebrados de angustia inexplicable, de vacío vertical, recorren titulares de amarilla infestación, de sangres derramadas en su tinta, por mentes sin dominio de la ética, ni de la más elemental dignidad, envenenando por doquier, salpicando estupidez, exudante e insultante al género humano. Vuelvo la mirada a lo alternativo de la oferta, a lo que pudiera decirse “serio” en términos de prensa, y grosería de un ídolo futbolístico por allá, exhumación trepidante y dolorosa, de más tumbas en Huanta, por el rincón del Perú ,siempre olvidado, aunque una y otra vez reivindicado de palabra fofa y cimarrona; vedettes refunfuñando, masticando sus penas, llorando a través de la foto camuflada, de sus adicciones a las drogas, al alcohol o la fácil venta corporal, y, para no faltar, encuestas de opinión, de fantasmales encuestadoras, levantando los figurones del antiproyecto nacional, de los sabandijeros de la corrupción, la codicia y el despilfarro de ilusiones y creencias.Siento que me queda poco aliento, que la sangre se endurece y se detiene, que el oxigeno se comprime embriagante y con dudoso tambaleo, que las piernas se entumecen, cual largo recorrido de escarpados caminos y aventuras, pero, peor, que el alma se escapa de mis fronteras biológicas, que me reclama enérgica y batiente, el haberla traído al infierno de los Dantes, al enésimo de la sinrazón, a los oscuros caminos del Hades corregido y aumentado por las taras de una pseudo modernidad, salpicada de enlodado suelo y peligros sin fin encapsulados.
Es verdad, el cuerpo y el alma se cansaron, no es de todos los días, sólo del particular hoy, los hechos que me derrotan, y con los cuales, debo firmar un obligado armisticio, que las llagas del silencio encanecido, no han secado, ni se han olvidado; que hay abatimiento, sin haberlo concebido, pero, se que tendré todavía, el curar de las inocencias que coexisten, de los buenos sentimientos que persisten, aún cuando son expoliados por las dudas, las ofensas y las bajas pasiones, que en cada surco, por invisible que parezcan, están depositadas la reserva de los esfuerzos, los amores y las cuitas, las savias protegidas de una vida diferente, diáfana, lozana, regenerante y compasiva, que sabe ser cierta y aguerrida, pero, amplia , expansiva e incluyente. Por eso, estoy escribiéndoles, de lo contrario, en este minuto, estarían escribiendo mi epitafio o bramando complacidos los horrores.
Hasta la próxima, les prometo, con un regalo más refrescante y complaciente.
Hola amigos, amigas, queriendo escribir desde hace varios días, pero, medio en serio y medio en broma, esta especie de cárcel temporal existencial, en la cual estoy, cada cierto tramo, no me dejaba hacerlo. Las líneas que uno escribe, son en ciertos momentos como la medicina que cura lo imposible, veta la enfermedad y remedia el sufrimiento, cuando no penetra inacabable en los poros de la fecundidad corporal, para hacerla fuerte y llena de vigores impolutos, pero, algo más grande que las voluntades realizables me impedía hacerlo. Sin embargo, como no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, aquí estoy militante, cumplidor y empeñoso con ustedes, hermanos invisibles, pero latentes, de la virtualidad.
Y vaya que no les escribiré nada impactante, impulsor o elevado, diría que es una confesión del día, caluroso, atosigante y contaminado, como el de nuestra actual Lima, tan tercamente extremista, como sus parajes y escenarios. Amanecí, como si hubiera dormido, nada, entumecido de pies a cabeza, al estilo de un recién dado de alta, en algún hospital del etéreo sueño, de la penumbra o del mortal retorno, en el cual nos envuelve, la arquitectura biológica, en cada minuto, que nos toca abrir y cerrar los ojos, lujo que perdemos, cual juego automático, cuando los sistemas que gobiernan nuestros sentidos se detienen con o sin razón aparente.La cama que comparto hace años, me pareció hospitalaria, de esas que giran con una rueda de metal, cual ruleta prejuiciosa, donde el rojo, blanco o negro, pueden determinar si ganaste, perdiste, llevaste o entregaste todo lo que tenías, en el momento de emprender la aventura del azar incontenible, prejuicioso y asfixiante. A pesar de este cuadro, nada comprensible, para un nuevo acontecer, me levanté, me eche agua de regadera fuerte e insidiosa, y algo, de lo que no tenía, fue recuperado, acompañado, entre lo poco, que en casa tenemos, un café, remedio y cómplice de quehaceres enredados y débiles como el que se presentaba.
Ciertamente, me había acostado muy tarde, teniendo como decorado surreal, la canícula nocturna, los ruidos de los autos que nunca duermen, (en el paraje céntrico en el que habito), los chillidos de lechuza citadina y perros noctámbulos, aguerridos y violentos, empedernidos y avezados gatos de tropiezos, y, uno que otro deambulante, sea porque el fin de semana le quedo chico o porque hoy n le tocó dormir en casa. En fin, debo agregar que escribí un par de cartas, repase algunas notas, y, pensando, como iba a pasar el nuevo día, al no estar amparado materialmente, por ingresos, que alivien, la larga columna de compromisos ignorados.
Pero, nada, en pie, repasar lo que debo llevar en mi peregrinaje urbano, las llaves, el cuaderno, los papeles, nada que se escape, cerrar puertas, bajar escaleras, ya estoy en la escena real de cemento, smog, ruido, peatones, cada vez más cabizbajos, algo inocuos y de mirada eclipsada, y de frente al safari salvaje, de la combi, camioneta rural llámela como sea, pero sólo en verdad, eso, ¡SALVAJE!, arriesgada, apuesta diaria de si regresaremos ilesos a casa, o, de paso, quizás, no nos vean nunca más , total, hay más cadáveres por accidentes de tránsito, que por delincuencia común, y, eso es una apuesta sin retorno. Llego a mi primer destino, oficina pública, decenas de usuarios, poca información, mucho griterío, desconcierto, uno, dos burócratas, muy jóvenes ellos, pero vociferantes, altaneros, haciendo del estante en el cual atienden ,su efímero gobierno autoritario, ramplón e indecente, como para no ser menos, que muchos de sus mentores, jefes o profetas de cuello y corbata, papeles, papeles y más papeles, firmas por acá, huella digital por allá, timbres, euforia, parafernalia, teatro metalero gratuito, sofoco subjetivo y metal, hasta que al fin salí del laberinto cretense, construido por normas y reglamentos torpes , justificantes imberbes de la mediocridad, cuando no del favoritismo compadrero del grupo que le toca en turno, la administración de nuestro famélico Estado, no porque sea apocado o enfermizo, anonadado por la deficiencias, la falta de iniciativa, la procacidad de quienes en mayoría, integran sus cuadros administrativos, adánicos, carentes de propósitos y enmiendas.
He caminado unos metros, atravieso una retahíla de establecimientos pródigos en ofrecer fotocopias, llamadas telefónicas, golosinas de toda raigambre, restaurantes compitiendo entre si por ofertas culinarias de bajo precio, una ancestral iglesia y junto a ello recostando su derrota en las calientes losetas del pavimento , dolientes, mendigando la moneda salvadora, uno con gangrena consumada, otra de años sin poder contarlos, de arrugas de dolor, encanecida y suplicante, dos seres madre e hijo, con una enclenque caja de caramelos, ofreciéndolos en tono, de última esperanza, confundiéndose al frente con un Ministerio de Relaciones Exteriores, alborotado pues llegó un político, con cuatro por cuatro incluida, con séquito carnavalesco, allanándole el camino, con sonrisa de flash forzada, mas, sin siquiera voltear la mirada a estos vivientes sin vida, que levantan la esperanza de la caridad, como , tal vez, su último contacto con el futuro inmediato, con el latido débil de un corazón, que pudiera no estar mañana, en el teatro de la mortalidad. Y es, que quien siente, que ya camina en las alturas, en los cielos de la chabacanería mediática, en el monte Everest del poder, teme voltear, a ver la realidad que nos circunda, porque pudiera en sus estúpidos temores creer que se convertirá en impávida estatua de sal.
Comienzo a sentir que mi cuerpo de doblega, en medio, de apuradas caminatas y tráfagos de circuitos, voceríos y autómatas sin rumbo. Me detengo, cual oasis inventado, en una caseta de periódicos, y mis ojos afiebrados de angustia inexplicable, de vacío vertical, recorren titulares de amarilla infestación, de sangres derramadas en su tinta, por mentes sin dominio de la ética, ni de la más elemental dignidad, envenenando por doquier, salpicando estupidez, exudante e insultante al género humano. Vuelvo la mirada a lo alternativo de la oferta, a lo que pudiera decirse “serio” en términos de prensa, y grosería de un ídolo futbolístico por allá, exhumación trepidante y dolorosa, de más tumbas en Huanta, por el rincón del Perú ,siempre olvidado, aunque una y otra vez reivindicado de palabra fofa y cimarrona; vedettes refunfuñando, masticando sus penas, llorando a través de la foto camuflada, de sus adicciones a las drogas, al alcohol o la fácil venta corporal, y, para no faltar, encuestas de opinión, de fantasmales encuestadoras, levantando los figurones del antiproyecto nacional, de los sabandijeros de la corrupción, la codicia y el despilfarro de ilusiones y creencias.Siento que me queda poco aliento, que la sangre se endurece y se detiene, que el oxigeno se comprime embriagante y con dudoso tambaleo, que las piernas se entumecen, cual largo recorrido de escarpados caminos y aventuras, pero, peor, que el alma se escapa de mis fronteras biológicas, que me reclama enérgica y batiente, el haberla traído al infierno de los Dantes, al enésimo de la sinrazón, a los oscuros caminos del Hades corregido y aumentado por las taras de una pseudo modernidad, salpicada de enlodado suelo y peligros sin fin encapsulados.
Es verdad, el cuerpo y el alma se cansaron, no es de todos los días, sólo del particular hoy, los hechos que me derrotan, y con los cuales, debo firmar un obligado armisticio, que las llagas del silencio encanecido, no han secado, ni se han olvidado; que hay abatimiento, sin haberlo concebido, pero, se que tendré todavía, el curar de las inocencias que coexisten, de los buenos sentimientos que persisten, aún cuando son expoliados por las dudas, las ofensas y las bajas pasiones, que en cada surco, por invisible que parezcan, están depositadas la reserva de los esfuerzos, los amores y las cuitas, las savias protegidas de una vida diferente, diáfana, lozana, regenerante y compasiva, que sabe ser cierta y aguerrida, pero, amplia , expansiva e incluyente. Por eso, estoy escribiéndoles, de lo contrario, en este minuto, estarían escribiendo mi epitafio o bramando complacidos los horrores.
Hasta la próxima, les prometo, con un regalo más refrescante y complaciente.
Mientras les ofrezco este Video YO TE NOMBRO :http://lagrimasyrisas.com/2008/02/08/video-yo-te-nombro-libertad-por-sanampay/
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