PISANDO FUERTE No.32: ME TOCA ESCRIBIR HOY…
Por : Marcial Guillermo Pérez HerreraPareciera una pataleta de niño melindroso o anciano engreído, pero, si, me toca escribir hoy, de lo contrario, como dice la muchachada, ¡Ya fui! Y vaya que hay mucho de que discurrir en líneas, sea porque la vida deletrea todos los días un libreto distinto, con diferentes sabores y matices o, porque al dar la vuelta a una esquina se me presentan cuadros e imágenes que se fijan en la mente, como huellas puestas con hierro candente o con pistola de pernos afilados.
Como quiera que salí a las calles, en estas horas, luego de involuntario y avenido asilo domiciliario (no digo arresto, felizmente), me reuní con personas que hacen de su digno empleo, auto sostenido y duro, una forma de vida, en el tiempo de las crisis y en el espacio de las mentiras universales, y, realmente fue un jarabe, un aliciente moral extraordinario, para mi alicaída energía vital y material , su generosa fraternidad, su consumado afecto, por lo que hacemos o algún día hicimos en bien de sus mejoras y avances humanos, me colmaron la integridad del momento y me animaron a respirar sin los vacíos y sensaciones con sabor a vértigo, de los últimos tiempos que estoy luchando por mi existencia.Si existe la posibilidad de tener reservas de solidaridad y sinceros compañerismos, la actitud de estas personas, así me lo demostró y se convirtieron en el item sustancial de los minutos sucedidos. Quizás por ello animé a Irma, para ir a escuchar a talentosos niños y jóvenes agrupados en una Sinfónica, en el Atrio de la Catedral de Lima, (algo soñó, el adusto y apologético Cardenal Cipriani, que autorizó el escenario). Ciertamente era verdad, íbamos a disfrutar de esos agradables contactos con la música de a de veras, con la arquitectura coordinada, esbelta y hermosa de las notas que hacen de los mortales más grandes y elevados y la reencarnación permanente con las genialidades de autores, que jamás mueren, porque siempre existen con sus trascendencias. Algo que me llamó la atención, que no estaba repleta la Plaza, como era mi temor a priori, y a la vez, expectativa, (encima era gratis tan soberbio espectáculo) al llegar algo tarde, después de caminar las esmirriadas veredas del centro de Lima, invadidas por verdaderos ataques de morteros de construcción y tractores de carreteras mojadas. Unas bonitas sillas , puestas de cortesía, algunos funcionarios, los padres de los concertistas, ilusionados y extasiados, convencidos que los sacrificios, los acompañamientos y los desvelos nunca son inútiles, cuando se disfruta de estos acontecimientos, de tan lindos hijos e hijas, muchas personas y claro, vaya, no faltaba más, nosotros. Pero allí estaban, violines, cellos, percusiones de toda índole y tamaño, vientos desde el atildado fagot, pasando por la flauta y terminando en la agitada trompeta, y no pararon de deleite, los clásicos, los renacentistas, los surrealistas, los sones peruanos, latinoamericanos, los bailarines, matizando los adustos suelos y ellos , los músicos, muy tiernos, pequeños y jovencitos, elevándose en su éxtasis de vigorosa melodía, deleitándose con cada acorde, casi en los aires por sus movimientos sincronizados con las notas de sus instrumentos, ingresando tan diáfana y sincronizada armonía en los golpeados oídos de hombres y mujeres, acosados por los ruidos de autos agresivos, de palabrotas y forcejeos colectivos, de hordas disfrazadas de transportistas y llamadores, respirando, por un momento, la fantasía de un aire que no poseemos, disfrutando, en el universo de la imaginación, de una vegetación que nos la arrancan embrutecidos forajidos de la existencia .
Aplaudía a rabiar, pero… si pero…pero muchos no... algunos se paraban y se iban. Pero claro dijimos, la respuesta es la de siempre, no había opulencias, caderas y carnes encendidas en el escenario, ni música chillante, monocorde y asolapadamente vulgar, menos, el sonoro y tremebundo animador, alardeando en todos los tonos, que se aprecien nalgas y pantalones ajustados, cuando no, alentando vociferante, la ingesta vomitante de alcohol y “chelas”(léase cervezas),para el pesar de la ignorancia y el submundo, estos, ¡sólo…eran niños y jóvenes con ilusión!, con el único don del arte, con la única y rica prebenda, del aplauso generoso y sincero, por el despliegue de sus almas en bien de la humana ternura, de la limpieza celestial de los sentidos, atiborrados de bajezas e inmundicia cotidianas.
Es que allí, están los impactos de la alienación colectiva, de la manera como se pretende robotizar a las masas, con chabacanería, reactivos, antes que dones reflexivos y pensantes, chatarra cultural e ideológica, toda aquello que le sirva de plácemes a un esquema de mundo global, de consumo fácil y desquiciado, presentista y abobado, donde la mejor educación es la del paporreteo, la esquematización y el avasallamiento, ¡prohibido pensar, reflexionar y emocionar la mente! , lo válido para este adormecido modelo es el icor dañino, la pócima engatusada, a las simientes, de las frescas y transparentes ilusiones, de quienes ingresan al torrente de una vida, a quienes son la apuesta de futuro, que constituyen el necesario y refrescante rocío, la luz del mañana, la atracción del presente el viento fresco y lozano del cambio.Es por eso que aplaudí a frenesí abierto, a los niños, niñas y jóvenes de la Sinfónica, hasta dejar adormecidas las manos, animando a otros que lo hicieran, sin miedo, pues lo que habíamos escuchado y sentido aquella noche ,era pues, el desafío de todos los días, a esta peste social y de pensamiento, que pretende domeñarnos sin misericordia. Ojalá hayan muchas más Orquestas de este tipo, muchos escenarios del belleza y creación conmovida, teatros de niños y para niños, como lo vi. , extasiado en Salvador de Bahía, en Villa El Salvador, en muchas áreas rurales de nuestro país, en el barrio pobre, en la aldea alejada y con apuesta de horizonte sin límite, con las risas amplias y agradecidas de sus pobladores, con los testimonios de esperanza de inocencias y sueños, de pequeñas miniaturas plenas de mortal e insuflado aliento.
La batalla es dura, pero es a cada instante, en cada acto, en cada iniciativa para hacer de la humanidad y soy reiterativo, la verdadera razón de ser del orbe, del universo de lo que somos, materia complacida, en el inmenso ser de mágicos genes y fastuosas reproducciones del alma individual y colectiva.
Como quiera que salí a las calles, en estas horas, luego de involuntario y avenido asilo domiciliario (no digo arresto, felizmente), me reuní con personas que hacen de su digno empleo, auto sostenido y duro, una forma de vida, en el tiempo de las crisis y en el espacio de las mentiras universales, y, realmente fue un jarabe, un aliciente moral extraordinario, para mi alicaída energía vital y material , su generosa fraternidad, su consumado afecto, por lo que hacemos o algún día hicimos en bien de sus mejoras y avances humanos, me colmaron la integridad del momento y me animaron a respirar sin los vacíos y sensaciones con sabor a vértigo, de los últimos tiempos que estoy luchando por mi existencia.Si existe la posibilidad de tener reservas de solidaridad y sinceros compañerismos, la actitud de estas personas, así me lo demostró y se convirtieron en el item sustancial de los minutos sucedidos. Quizás por ello animé a Irma, para ir a escuchar a talentosos niños y jóvenes agrupados en una Sinfónica, en el Atrio de la Catedral de Lima, (algo soñó, el adusto y apologético Cardenal Cipriani, que autorizó el escenario). Ciertamente era verdad, íbamos a disfrutar de esos agradables contactos con la música de a de veras, con la arquitectura coordinada, esbelta y hermosa de las notas que hacen de los mortales más grandes y elevados y la reencarnación permanente con las genialidades de autores, que jamás mueren, porque siempre existen con sus trascendencias. Algo que me llamó la atención, que no estaba repleta la Plaza, como era mi temor a priori, y a la vez, expectativa, (encima era gratis tan soberbio espectáculo) al llegar algo tarde, después de caminar las esmirriadas veredas del centro de Lima, invadidas por verdaderos ataques de morteros de construcción y tractores de carreteras mojadas. Unas bonitas sillas , puestas de cortesía, algunos funcionarios, los padres de los concertistas, ilusionados y extasiados, convencidos que los sacrificios, los acompañamientos y los desvelos nunca son inútiles, cuando se disfruta de estos acontecimientos, de tan lindos hijos e hijas, muchas personas y claro, vaya, no faltaba más, nosotros. Pero allí estaban, violines, cellos, percusiones de toda índole y tamaño, vientos desde el atildado fagot, pasando por la flauta y terminando en la agitada trompeta, y no pararon de deleite, los clásicos, los renacentistas, los surrealistas, los sones peruanos, latinoamericanos, los bailarines, matizando los adustos suelos y ellos , los músicos, muy tiernos, pequeños y jovencitos, elevándose en su éxtasis de vigorosa melodía, deleitándose con cada acorde, casi en los aires por sus movimientos sincronizados con las notas de sus instrumentos, ingresando tan diáfana y sincronizada armonía en los golpeados oídos de hombres y mujeres, acosados por los ruidos de autos agresivos, de palabrotas y forcejeos colectivos, de hordas disfrazadas de transportistas y llamadores, respirando, por un momento, la fantasía de un aire que no poseemos, disfrutando, en el universo de la imaginación, de una vegetación que nos la arrancan embrutecidos forajidos de la existencia .
Aplaudía a rabiar, pero… si pero…pero muchos no... algunos se paraban y se iban. Pero claro dijimos, la respuesta es la de siempre, no había opulencias, caderas y carnes encendidas en el escenario, ni música chillante, monocorde y asolapadamente vulgar, menos, el sonoro y tremebundo animador, alardeando en todos los tonos, que se aprecien nalgas y pantalones ajustados, cuando no, alentando vociferante, la ingesta vomitante de alcohol y “chelas”(léase cervezas),para el pesar de la ignorancia y el submundo, estos, ¡sólo…eran niños y jóvenes con ilusión!, con el único don del arte, con la única y rica prebenda, del aplauso generoso y sincero, por el despliegue de sus almas en bien de la humana ternura, de la limpieza celestial de los sentidos, atiborrados de bajezas e inmundicia cotidianas.
Es que allí, están los impactos de la alienación colectiva, de la manera como se pretende robotizar a las masas, con chabacanería, reactivos, antes que dones reflexivos y pensantes, chatarra cultural e ideológica, toda aquello que le sirva de plácemes a un esquema de mundo global, de consumo fácil y desquiciado, presentista y abobado, donde la mejor educación es la del paporreteo, la esquematización y el avasallamiento, ¡prohibido pensar, reflexionar y emocionar la mente! , lo válido para este adormecido modelo es el icor dañino, la pócima engatusada, a las simientes, de las frescas y transparentes ilusiones, de quienes ingresan al torrente de una vida, a quienes son la apuesta de futuro, que constituyen el necesario y refrescante rocío, la luz del mañana, la atracción del presente el viento fresco y lozano del cambio.Es por eso que aplaudí a frenesí abierto, a los niños, niñas y jóvenes de la Sinfónica, hasta dejar adormecidas las manos, animando a otros que lo hicieran, sin miedo, pues lo que habíamos escuchado y sentido aquella noche ,era pues, el desafío de todos los días, a esta peste social y de pensamiento, que pretende domeñarnos sin misericordia. Ojalá hayan muchas más Orquestas de este tipo, muchos escenarios del belleza y creación conmovida, teatros de niños y para niños, como lo vi. , extasiado en Salvador de Bahía, en Villa El Salvador, en muchas áreas rurales de nuestro país, en el barrio pobre, en la aldea alejada y con apuesta de horizonte sin límite, con las risas amplias y agradecidas de sus pobladores, con los testimonios de esperanza de inocencias y sueños, de pequeñas miniaturas plenas de mortal e insuflado aliento.
La batalla es dura, pero es a cada instante, en cada acto, en cada iniciativa para hacer de la humanidad y soy reiterativo, la verdadera razón de ser del orbe, del universo de lo que somos, materia complacida, en el inmenso ser de mágicos genes y fastuosas reproducciones del alma individual y colectiva.
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