PISANDO FUERTE No.32: ME TOCA ESCRIBIR HOY…
Por : Marcial Guiller
mo Pérez HerreraPareciera una pataleta de niño melindroso o anciano engreído, pero, si, me toca escribir hoy, de lo contrario, como dice la muchachada, ¡Ya fui! Y vaya que hay mucho de que discurrir en líneas, sea porque la vida deletrea todos los días un libreto distinto, con diferentes sabores y matices o, porque al dar la vuelta a una esquina se me presentan cuadros e imágenes que se fijan en la mente, como huellas puestas con hierro candente o con pistola de pernos afilados.
Como quiera que salí a las calles, en estas horas, luego de involuntario y avenido asilo domiciliario (no digo arresto, felizmente), me reuní con personas que hacen de su digno empleo, auto sostenido y duro, una forma de vida, en el tiempo de las crisis y en el espacio de las mentiras universales, y, realmente fue un jarabe, un aliciente moral extraordinario, para mi alicaída energía
vital y material , su generosa fraternidad, su consumado afecto, por lo que hacemos o algún día hicimos en bien de sus mejoras y avances humanos, me colmaron la integridad del momento y me animaron a respirar sin los vacíos y sensaciones con sabor a vértigo, de los últimos tiempos que estoy luchando por mi existencia.Si existe la posibilidad de tener reservas de solidaridad y sinceros compañerismos, la actitud de estas personas, así me lo demostró y se convirtieron en el item sustancial de los minutos sucedidos. Quizás por ello animé a Irma, para ir a escuchar a talentosos niños y jóvenes agrupados en una Sinfónica, en el Atrio de la Catedral de Lima, (algo soñó, el adusto y apologético Cardenal Cipriani, que autorizó el escenario). Ciertamente era verdad, íbamos a disfrutar de esos agradables contactos con la música de a de veras, con la arquitectura coordinada, esbelta y hermosa de las notas que hacen de los mortales más grandes y elevados y la reencarnación permanente con las genialidades de autores, que jamás mueren, porque siempre existen con sus trascendencias. Algo que me llamó la atención
, que no estaba repleta la Plaza, como era mi temor a priori, y a la vez, expectativa, (encima era gratis tan soberbio espectáculo) al llegar algo tarde, después de caminar las esmirriadas veredas del centro de Lima, invadidas por verdaderos ataques de morteros de construcción y tractores de carreteras mojadas. Unas bonitas sillas , puestas de cortesía, algunos funcionarios, los padres de los concertistas, ilusionados y extasiados, convencidos que los sacrificios, los acompañamientos y los desvelos nunca son inútiles, cuando se disfruta de estos acontecimientos, de tan lindos hijos e hijas, muchas personas y claro, vaya, no faltaba más, nosotros. Pero allí estaban, violines, cellos, percusiones de toda índole y tamaño, vientos desde el atildado fagot, pasando por la flauta y terminando en la agitada trompeta, y no pararon de deleite, los clásicos, los renacentistas, los surrealistas, los sones peruanos, latinoamericanos, los bailarines, matizando los adustos suelos y ellos , los músicos, muy tiernos, pequeños y jovencitos, elevándose en su éxtasis de vigorosa melodía, deleitándose con cada acorde, casi en los aires por sus movimientos sincronizados con las notas de sus instrumentos, ingresando tan diáfana y sincronizada armonía en los golpeados oídos de hombres y mujeres, acosados por los ruidos de autos agresivos, de palabrotas y forcejeos colectivos, de hordas disfrazadas de transportistas y llamadores, respirando, por un momento, la fantasía de un aire que no poseemos, disfrutando, en el universo de la imaginación, de una vegetación que nos la arrancan embrutecidos forajidos de la existencia .
Aplaudía a rabiar, pero… si pero…pero muchos no... algunos se paraban y se iban. Pero claro dijimos, la respuesta es la de siempre, no había opul
encias, caderas y carnes encendidas en el escenario, ni música chillante, monocorde y asolapadamente vulgar, menos, el sonoro y tremebundo animador, alardeando en todos los tonos, que se aprecien nalgas y pantalones ajustados, cuando no, alentando vociferante, la ingesta vomitante de alcohol y “chelas”(léase cervezas),para el pesar de la ignorancia y el submundo, estos, ¡sólo…eran niños y jóvenes con ilusión!, con el único don del arte, con la única y rica prebenda, del aplauso generoso y sincero, por el despliegue de sus almas en bien de la humana ternura, de la limpieza celestial de los sentidos, atiborrados de bajezas e inmundicia cotidianas.
Es que allí, están los impactos de la alienación colectiva, de la manera como se pretende robotizar a las masas, con chabacanería, reactivos, antes que dones reflexivos y pensantes, chatarra cultural e ideológica, toda aquello que le sirva de plácemes a un esquema de mundo global, de consumo fácil y desquiciado, presentista y abobado, donde la mejor educación es la del paporreteo, la esquematización y el avasallamiento, ¡prohibido pensar, reflexionar y emocionar la mente! , lo válido para este adormecido modelo es el icor dañino, la pócima engatusada, a las simientes, de las frescas y transparentes ilusiones, de quienes ingresan al torrente de una vida, a quienes son la apuesta de futuro, que constituyen el necesario y refrescante rocío, la luz del mañana, la atracción del presente el viento fresco y lozano del cambio.Es por eso que aplaudí a frenesí abierto, a los niños, niñas y jóvenes de la Sinfónica, hasta dejar adormecidas las manos, animando a otros que lo hicieran, sin miedo, pues lo que habíamos escuchado y sentido aquella noche ,era pues, el desafío de todos los días, a esta peste social y de pensamiento, que pretende domeñarnos sin misericordia. Ojalá hayan muchas más Orquestas de este tipo, muchos escenarios del belleza y creación conmovida, teatros de niños y para niños, como lo vi. , extasiado en Salvador de Bahía, en Villa El Salvador, en muchas áreas rurales de nuestro país, en el barrio pobre, en la aldea alejada y con apuesta de horizonte sin límite, con las risas amplias y agradecidas de sus pobladores, con los testimonios de esperanza de inocencias y sueños, de pequeñas miniaturas plenas de mortal e insuflado aliento.
La batalla es dura, pero es a cada instante, en cada acto, en cada iniciativa para hacer de la humanidad y soy reiterativo, la verdadera razón de ser del orbe, del universo de lo que somos, materia complacida, en el inmenso ser de mágicos genes y fastuosas reproducciones del alma individual y colectiva.

Como quiera que salí a las calles, en estas horas, luego de involuntario y avenido asilo domiciliario (no digo arresto, felizmente), me reuní con personas que hacen de su digno empleo, auto sostenido y duro, una forma de vida, en el tiempo de las crisis y en el espacio de las mentiras universales, y, realmente fue un jarabe, un aliciente moral extraordinario, para mi alicaída energía


Aplaudía a rabiar, pero… si pero…pero muchos no... algunos se paraban y se iban. Pero claro dijimos, la respuesta es la de siempre, no había opul

Es que allí, están los impactos de la alienación colectiva, de la manera como se pretende robotizar a las masas, con chabacanería, reactivos, antes que dones reflexivos y pensantes, chatarra cultural e ideológica, toda aquello que le sirva de plácemes a un esquema de mundo global, de consumo fácil y desquiciado, presentista y abobado, donde la mejor educación es la del paporreteo, la esquematización y el avasallamiento, ¡prohibido pensar, reflexionar y emocionar la mente! , lo válido para este adormecido modelo es el icor dañino, la pócima engatusada, a las simientes, de las frescas y transparentes ilusiones, de quienes ingresan al torrente de una vida, a quienes son la apuesta de futuro, que constituyen el necesario y refrescante rocío, la luz del mañana, la atracción del presente el viento fresco y lozano del cambio.Es por eso que aplaudí a frenesí abierto, a los niños, niñas y jóvenes de la Sinfónica, hasta dejar adormecidas las manos, animando a otros que lo hicieran, sin miedo, pues lo que habíamos escuchado y sentido aquella noche ,era pues, el desafío de todos los días, a esta peste social y de pensamiento, que pretende domeñarnos sin misericordia. Ojalá hayan muchas más Orquestas de este tipo, muchos escenarios del belleza y creación conmovida, teatros de niños y para niños, como lo vi. , extasiado en Salvador de Bahía, en Villa El Salvador, en muchas áreas rurales de nuestro país, en el barrio pobre, en la aldea alejada y con apuesta de horizonte sin límite, con las risas amplias y agradecidas de sus pobladores, con los testimonios de esperanza de inocencias y sueños, de pequeñas miniaturas plenas de mortal e insuflado aliento.
La batalla es dura, pero es a cada instante, en cada acto, en cada iniciativa para hacer de la humanidad y soy reiterativo, la verdadera razón de ser del orbe, del universo de lo que somos, materia complacida, en el inmenso ser de mágicos genes y fastuosas reproducciones del alma individual y colectiva.
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