POR QUÉ PODRÍA GANAR McCain

Por qué podría ganar McCain
Por Elizabeth Subercaseaux

El postulante republicano es, objetivamente, un pésimo candidato. Sin embargo, aunque ha cometido todos errores posibles en su campaña, el desprecio del estadounidense medio hacia el elitismo y la preparación académica de su rival hacen que su opción no esté descartada.
Hay cierto consenso de que John McCain es el candidato a la presidencia más inepto que se ha visto en Estados Unidos en las últimas décadas. Habla mal, se desdice a menudo de las cosas que dice y sus políticas cambian de acuerdo a las circunstancias. También suele equivocarse en cosas serias, como cuando dijo que Irak limitaba con Pakistán o cuando cometió un grave error cronológico acerca de uno de los hechos más importantes de la guerra. Mucha gente lo encuentra demasiado viejo para el cargo. Tiene un problema de cáncer a la piel que también ayuda a aumentar la inquietud alrededor de su persona. Y hasta ahora ha llevado una campaña completamente negativa contra Barack Obama.
Algunos de los anuncios que ha hecho colocar en la televisión están llenos de falsedades, como aquel donde se dice que, en su viaje a Europa y el Medio Oriente, Obama no visitó a los soldados norteamericanos heridos en Irak que están en un hospital en Alemania porque el Pentágono no lo dejó llevar prensa. En realidad, Obama nunca había pensado ir con prensa y no fue eso lo que le dijo el Pentágono, sino que la visita era una actividad política y a ellos los militares no les gusta que se use a las tropas para hacer política. Obama, entonces, prefirió no tener problemas con los militares y suprimió el acto en ese hospital.
Otra propaganda de McCain responsabiliza al candidato demócrata por el alza de los precios de la gasolina, pero hasta la gente su propio partido se rió del aviso.
El mundo en contra
Pasando a otra arista del problema: Barack Obama ha sido bendecido por los dioses, como se diría, pues Nuri al Maliki, el Presidente de Irak, estuvo de acuerdo con él en su idea de que sacar a las tropas norteamericanas de ese país en un plazo de 16 meses era un tiempo prudente. Esto obligó a la Casa Blanca a moverse, muy a disgusto, hacia el lado de Al Maliki, vale decir, de Obama.
Además, en cuanto el candidato demócrata empezó a decir que enviaría tropas a Afganistán, McCain tuvo que moverse hacia ese lado muy en contra de su anhelo de dejar las tropas en Irak "durante cien años si es necesario" , pues es cierto que la violencia en Afganistán es peor pero por días.
Bush había dicho también que jamás hablaría con el Gobierno de Irán, y desde su administración se criticó severamente a Obama dijo que se sentaría a conversar con sus aliados y con los que no lo eran. Hoy, Bush ha enviado a tres personeros para iniciar conversaciones con Teherán acerca del programa nuclear iraní.
El multimillonario petrolero tejano T. Boone Pickens, republicano hasta los huesos, fue artífice en 2004 de la campaña republicana contra John Kerry, una de las cosas que le costó la presidencia al demócrata. Hoy, sin embargo, Pickens está en contra de la política energética de Bush, y ha puesto una campaña en televisión promoviendo la energía alternativa; vale decir, se ha puesto del lado de Obama.
Como si fuera poco, Arnold Schwarzenegger, gobernador de California y republicano de corazón aunque demócrata de matrimonio, pues está casado con María Shriver, hija de una de las hermanas Kennedy , se ha ofrecido para trabajar con Obama como zar de la energía
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¿Por qué el empate en las encuestas?
Sin embargo, y pese a lo mal que lo hace McCain, la pobreza de recursos de su campaña y los factores que inclinan la balanza a favor de Obama, cuesta entender por qué hay un 41% de norteamericanos que declara que hoy votaría por McCain. El propio Gobierno de George W. Bush tiene un 27% de aprobación, pero su candidato, que no sólo no se ha apartado de él sino que se hace fotografiar en un carrito de golf con su papá, tiene el favor de al menos cuatro de cada diez ciudadanos.
La respuesta está en la idiosincrasia del pueblo estadounidense. Lo primero es que el racismo es aquí un factor persistente. Por muchas leyes de acción afirmativa que se pongan en marcha, si usted le pregunta a un ciudadano promedio del Medio Oeste, o a gente de estados como Montana, Nevada, Nebraska, Colorado y Missouri o incluso de Florida o Michigan , si votarían por un candidato negro, probablemente le dirían que no. ¿Y por Obama? ¿Un negro intelectual? Jamás, respondería una gran mayoría.
La palabra intelectual es una de las fijaciones más odiadas del estadounidense medio. Cuando Kerry fue candidato, lo primero que le sacaron en cara fue que era "demasiado académico", "demasiado culto" y "demasiado inteligente", como si esto fuera un demérito para el cargo. Y lo peor que pudo haber hecho Obama aunque parezca increíble fue decir en un discurso que los norteamericanos debían esforzarse por aprender otro idioma, que no podía ser que fueran a Francia y lo único que supieran decir fuera "merci".
Aléjate de Europa
Cuando se dice que Estados Unidos es un país conservador, no sólo se está diciendo que en su gran mayoría está en contra del aborto, del matrimonio gay o de cualquier "progresismo" de los liberales como llaman a los demócratas , sino que están a favor de prácticas que en el resto del mundo resultan aberrantes. Un norteamericano medio, si es republicano, va a estar con lo que haga y diga Bush o cualquiera que sea su presidente o su candidato en contra de un demócrata no importa de qué se trate. Hoy mismo es posible escuchar en la radio a Glenn Beck, un republicano acérrimo, conservador como el que más y que tiene decenas de millones de auditores, promoviendo la tortura en su programa y calificando de "traidores" a quienes se oponen a dicha práctica. O a Rush Limbaugh acaba de firmar un contrato de 40 millones de dólares por tres años más de su programa defendiendo la perforación de pozos de petróleo, llamando mentirosos a los ambientalistas y tratando a Obama de "mesías".
La falta de interés de los estadounidenses en el resto del mundo es patológica. Tienen una relación muy compleja con Europa. Por eso, el exitoso viaje de Obama aplaudido por 250 mil personas en Berlín y recibido con honores por los jefes de Estado lejos de llenarlos de orgullo, les dio rabia. Hasta una periodista prestigiosa como Andrea Mitchell, la mujer de Alan Greenspan, se preguntó en su programa de MSNBC si Obama no habría cometido un grave error al juntar a esa muchedumbre en Berlín. Y otros periodistas han comentado que en lugar de estar haciendo de estrella de rock en Europa debería preocuparse más del estadounidense medio y hacer lo que hizo ese mismo día McCain: entró a un pequeño supermercado y, luego de recorrerlo con su equipo de televisión, hizo la fila y preguntó por el precio de los huevos y la leche. "Yo me preocupo de lo que le interesa a la gente c
omo usted, no lo que quieren saber los berlineses", dijo, y se fue al restaurante alemán del pueblo.
Para toda esta masa llena de clichés patrioteros y banderas estadounidenses en la puerta de sus casas, la sola posibilidad de que ser gobernados por un senador negro, culto, que proviene de la academia y cuyo nombre ni siquiera saben pronunciar bien, como ocurre con Obama, les parece impensable. "Es elitista. Yo no retomaría una cerveza con él", dicen.
El papel de la prensa
Otro factor que puede influir en un posible triunfo del peor candidato en la elección de noviembre es la prensa. Se ha dicho que Obama es el regalón de los periodistas y que lo siguen como a una estrella de rock. Y, al menos en esto último, es correcto. Pero también es cierto que lo escrutan de una manera irritante: cada palabra que dice, cada gesto que hace, cada error que comete, cada corbata que se pone, son discutidos hasta el infinito. De McCain, en cambio, nadie habla tanto, aunque ha cometido todos los errores imaginables y lleva dos meses atacando a su contrincante con mala fe. No hay que olvidar que este cuerpo de prensa es, en general, el mismo que lleva casi ocho años agachando el moño ante las mentiras de la camarilla del Gobierno. Helen Thomas, una de las más veteranas periodistas de la Casa Blanca, ha sido la única que se atrevió a preguntarle a Bush acerca de las mentiras que inventó su Gobierno para invadir Irak. Pero el Presidente le contestó con una evasiva y desde entonces ella quedó castigada en la primera fila de la sala de la prensa. Se la puede ver casi a diario con el dedo levantado, aunque nunca, desde ese día, han aceptado otra de sus preguntas. Y sus compañeros, lejos de hacer causa común con ella, han seguido formulando las mismas preguntas obvias, los mismos regalos en bandeja que la Casa Blanca espera de ellos.

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