EL DESARROLLO DE LA CAPACIDAD DE DIALOGAR

El desarrollo de la capacidad de dialogar
Por : Francisco Burruezo

“Es que no conseguimos que nos escuchen”, se quejan con frecuencia los padres de los adolescentes; “siempre intentamos hacerle ver”... y es que más que dialogar, “decimos”, y no buscamos la manera de conseguir un acuerdo. Y además tenemos puntos de vista distintos... muchas veces no queda más que ejercer la autoridad... ¿Y dónde está el diálogo? Necesitamos aprender a dialogar: los padres y los hijos. Necesitamos aprender... porque quizá no sepamos, no nos hayamos ejercitado en las destrezas dialógicas: tenemos que promocionarlas en nuestra casa, jugar con ellas para hacernos diestros en su manejo. ¿Escuchamos atentamente? ¿En algún momento tenemos tiempo para escuchar al hijo que llega? A veces cuando estamos dispuestos nosotros a escuchar, él no lo está y cuando quiere contarnos algo el padre o la madre están muy ocupados haciendo algo importantísimo... para ellos. A veces no hay tiempo para pensar las razones que damos: no nos paramos a evaluar los argumentos por su coherencia y consistencia, damos razones con más o menos seguridad y más o menos autoridad. Y algunas ,con frecuencia, son frases hechas o eslóganes... ¿Buscamos y exigimos que nos den buenas razones para apoyar las propias ideas? Se trata de entrenarse en razonar, en tomar decisiones, en fundamentar las ideas, de pensar, en definitiva, no de repetir frases hechas. Cada uno defendemos y argumentamos siempre desde nuestro propio punto de vista: el padre uno, el hijo otro. ¿No hay más puntos de vista? Sería muy bueno cambiar mentalmente de rol y ponernos en el punto de vista del otro, a ver cómo lo defenderíamos cada uno: se trata de tener en cuenta todos los puntos de vista sobre el tema. Y así tendremos más conversación... y hasta aprenderemos más. Una cosa es el error y otra la persona que está equivocada, si siempre tenemos que respetar a la otra persona, para ser un diestro dialogador hay que respetar el punto de vista ajeno y la persona que lo sostiene... aunque sea un niño de doce años o un protestón de quince. Podemos decir que la destreza dialógica consiste en ser capaz, a través de la reflexión individual, de interiorizar el diálogo, hacerlo algo personal y hacer ejercicios de simulación (como si defendiéramos el punto de vista del otro), la pregunta retórica (¿y no crees tú...), el desdoblamiento de la interlocución: vamos a ver, me estás diciendo que... ¿y entonces?... Una buena parte del problema puede estar en que siempre estamos buscando “hacerle ver” y no nos planteamos el verdadero objetivo del diálogo, que es la honesta búsqueda de la verdad. Entre los dialogantes. ¡Menudo tema sobre el tapete! Y es que la discusión no es una polémica, un espectáculo circense: eso es el debate. La discusión es descubrir mancomunadamente la verdad. Todos triunfan y hay un enriquecimiento mutuo. Desarrollamos un razonamiento cooperativo, no punitivo: se trata de descubrir la verdad entre nosotros. Y estar dispuestos a rectificar si hay nuevas aportaciones.

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