RECORDANDO A NUESTROS INTELECTUALES : JOSÉ SANTOS CHOCANO

JOSÉ SANTOS CHOCANO
(1875-1934)
Nació en Lima, Perú. Fue gran defensor del americanismo, revolucionario ardiente, protector de los indios y opositor del imperialismo estadounidense. Tras muchas detenciones, fue asesinado en Chile.
Cantó a su América con exuberante lirismo y con las nuevas técnicas poéticas, en particular modernistas, aunque ensayó nuevos ritmos y formas. También tiene poemas íntimos que no tienen nada que ver con su ideología política y social.
A pesar de las tempranas innovaciones de González Prada — versos pulidos en talleres cosmopolitas, con facetas del Parnaso, con luces del simbolismo, con técnicas polirrítmicas — , el Perú acogió el modernismo muy tarde. Pero los dos nombres que ofrece son de importancia: Chocano y Eguren. El viento se ha llevado casi toda la obra de José Santos Chocano (Perú, 1875—1934) porque tenía la elocuencia de las palabras declamadas en la plaza pública. Estaba más cerca de Díaz Mirón que de Rubén Darío; y si se lo agrupa con Darío y otros modernistas es porque era un visual que había aprendido a pintar lo que veía con el lenguaje parnasiano. Lo que vio, sin embargo, fue diferente de la realidad de los modernistas. Chocano se dedicaba a cantar los exteriores de América: naturaleza, leyendas y episodios históricos, relatos con indios, temas de la acción política.
Se puso a la cabeza del movimiento modernista en el Perú. Tenía, para ello, la egolatría de un caudillo y un verbo torrencial. Además, su dominio de las técnicas nuevas del verso servía en el fondo a temas fáciles y populares. Un poeta de la élite, pero en la calle. Es natural que lo ap1audieran. Sus libros más famosos — Alma América, poemas indo-españoles, 1906, y Fiat Lux, 1908 — fueron expresión de lo objetivo, nacionalista de la poesía de esos años.

Soy el cantor de América autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con vaivén pausado de hamaca tropical...
Cuando me siento inca, le rindo vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta,
quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.

Tiempo ha quemé mis naves como el conquistador,
y me lancé al trajín de la aventura de un corazón en otro corazón;
pero...confieso yo que he tenido también mi noche triste.¡
Oh noche triste en que llorando estoy!
¡Oh noche en que, vagando por los barrios oscuros de aspecto evocador,
donde en casas humildes sueña el romanticismo de vírgenes enfermas de Luna y de canción,
me ha interrumpido el paso una copla escapada por el hueco traidor
de una ventana, a sólo clavárseme a mitad del corazón...
Y la copla a mí vino lanzada, entre el rezongo de un viejo acordeón,
por algún mozalbete presumido según era el descaro de su engolada voz.
No me llegó la copla redondeada;
no me llegó,sino algo en que ponía su miel un primer beso
o en que abría su rosa quizá un primer rubor..
Pero...¡ay de mí! sí estoy seguro del final que en lo más hondo
su envenenada punta me clavó.
Tales palabras son:-"Pienso en aquél que te quiso antes de quererte yo"-.
Ya que lejos de ti, siéntote acaso
más adentro que nunca de mi amor,ha venido esta copla destemplada
a destemplar también mi corazón:
yo no he sido el primer hombre que amaste...
No he sido, no, amor primero de mujer ninguna...
No he despertado en nadie la primera emoción...
No he probado la miel de un primer beso,
ni abrí la rosa de un primer rubor..
¿Comprendes tú qué sangre lloro en mi noche triste?
¿Comprendes qué canciónes la que me sugiere aquella copla
venida a mí quizá como la vozque detuvo, camino de Damasco,también a un pecador?
La primera mujer que amé en la vida, al oír que la amaba, colérica me huyó;
La segunda mujer, sonrisas tuvo para mí que antes tuvo para otros tal vez...
y luego adiós díjome desde lo alto de un navío en que de mí por siempre se alejó;
la tercera mujer no pudo nunca,
desde su ostentaciónde estrella, percatarse de mi apasionamiento de pastor;
una me dio una cita en cierta noche en que, para burlarme, se murió;
otra me dijo con los ojos algo que todavía descifrando estoy,
porque en ningunos ojos volví a hallar tal mirada,
con que piadosamente me ha de ver quizá hoy Dios...
Después... téngolo dicho:he quemado mis naves como el conquistador
y me he entrado también a sangre y fuego
de un corazón a otro corazón;y en esta noche triste,
tengo un orgullo sabio, porque no he sido yo amor primero de mujer ninguna,
pero el último sí: ¡seguro estoy!
Y, así, como amor último que he sido,de más de una mujer,
pienso en tu amor;y pensando en la copla callejera,l
La hago decir con todo mi orgullo indoespañol:
¡Pienso en aquél que te quiera después de quererte yo!

LA EPOPEYA DEL MORRO
¿En dónde está la musa que corría como corre el torrente,
desgreñada, febril;la que en su ardiente ímpetu soñador, se, estremecía?
¿En dónde está la que en la selva umbría, para ahuyentar las fieras, cuando la noche sofocaba al día, alzaba sus estrofas como hogueras?.
¿En dónde, en dónde está?. ..
Las femeniles fiestas de amor, en ánforas de oro, escancian la embriaguez.
El bravo Aquiles ha roto ya su lanza;
Sansón juega a los pies de Dalila;
y entre el coro, sólo se oye una voz: la voz que ruega.
Rasga, ¡oh musa!, el disfraz con que te cubres;
muestra tu faz ante las turbas viles;
y arroja de tus sienes juveniles los pámpanos de todos los octubres y las rosas de todos los abriles.
Musa: el Héroe está ahí. Bésale y rompe el canto al fin;
que si no es bronce el canto, no se oxida tampoco ni corrompe.
Ahí está el héroe: besa sus heridas; enjúgale el sudor;
conten el llanto: justo es que en sacra inspiración te exaltes,
para cantar las luchas encendidas entre el Héroe inmortal como Leónidas y la Suerte traidora como Efialtes.






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