EL CAPITAL ACTIVO DE LOS COMERCIANTES AMBULANTES

El capital activo de los comerciantes ambulantes: un análisis cualitativo de sus redes sociales
Por : Lissette Aliaga Linares
Universidad Nacional Mayor de San Marcos/Lima-Perú
Ver artículo completo en :http://revista-redes.rediris.es/html-vol2/vol2_3.htm

El presente artículo es una reflexión a partir de los resultados de una investigación sobre redes sociales como soporte y posibilidad de desarrollo del comercio ambulatorio. En la actualidad, las concentraciones de vendedores ambulantes han cambiado de tamaño, ubicación y cobertura. Las grandes concentraciones de comercio informal que perduraron hasta mediados de los 90’s en las zonas céntricas de Lima Metropolitana ya no son el signo principal de este fenómeno. Comúnmente conocidas como ‘paraditas’, las pequeñas concentraciones de vendedores en la vía pública, se ubican en los distritos periféricos de la ciudad y abastecen una demanda barrial. En este contexto, caracterizado por la pobreza, se analizan cualitativamente los vínculos que componen las diversas estrategias que dan sustento a esta actividad, en tres planos: el mercado, la cooperación y la negociación. La investigación encuentra en las paraditas comunidades relativamente cerradas organizadas en base a vínculos no adscritos de media o baja confianza (vecinos, compañeros de trabajo, amigos y socios de organización). No obstante, los vínculos adscritos (familia) caracterizados por la alta confianza, constituyen un potencial por los niveles de apoyo que canalizan en el manejo más cotidiano del negocio; aunque no logran desarrollarse lo suficiente para incorporarse en estrategias de crecimiento más amplias. En este marco, las redes sociales aparecen como un recurso individual y del colectivo, lo que constituye una suerte de capital social para la visualización de las oportunidades de crecimiento y formalización de esta actividad.
Introducción
Hacer un recuento histórico del fenómeno del comercio ambulatorio en Lima Metropolitana nos remonta a la época colonial. En aquella época, los que se dedicaban a esta actividad eran los propios españoles y criollos empobrecidos. Posteriormente, se fueron incorporando otros grupos étnicos como los mestizos, negros y mulatos y a mediados del siglo XVII los indios (Iwasaki, 1989:125). Así, esta actividad ganó un perfil costumbrista y a inicios de la república, en 1915, ya se la reglamentaba estableciéndose un cobro por el uso del lugar o sisa lo cual significó un avance para reclamar el derecho de uso de la vía pública para el comercio (De Soto, 1987:74).
Si bien desde siempre existieron conflictos entre ambulantes y autoridades, la actividad logró asentarse con el transcurso de los años en las zonas más transitadas de la capital al paso que significaba la incorporación a la ciudad de nuevos contingentes poblacionales. A nivel nacional, las tendencias muestran que en las últimas décadas la informalidad ha crecido en relación con el crecimiento urbano y el desarrollo de las ciudades, haciéndose evidente su presencia en el sector terciario de la economía. Mientras en 1940 el comercio informal brindaba empleo al 38.7% de los 112,100 habitantes dedicados a esta rama de actividad; en 1961, 1972 y 1981, este tipo de comercio crece representando el 61.0%, 61.4% y 65.5% respectivamente del total de la PEA ocupada en esta rama a nivel nacional (INEI, 1992).
A raíz de la migración, Lima cambia su carácter señorial en la primera mitad del siglo XX, y con ello las calles de la ciudad van llenándose progresivamente de ambulantes
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En 1976, al producirse el deterioro del modelo económico de sustitución de importaciones que había iniciado un proceso de desarrollo industrial en los 50’s, la crisis económica empuja a buena parte de los trabajadores expulsados del sistema productivo –pero no sólo a ellos[2]- al autoempleo y con eso se produce el desborde de comerciantes ambulantes en las calles. En este mismo año se registran en Lima metropolitana 58,284 personas dedicadas a esta actividad de las cuales el 56% se concentraban en el centro de la ciudad (INEI, 1977). Una década después, de 90,309 ambulantes en Lima Metropolitana, 49,546 se localizaban en el centro de la ciudad, llegando a 20 mil sólo en el centro histórico o Cercado de Lima (ILD, 1986). La última Encuesta Nacional de Municipalidades que incluye esta variable se realizó en 1994, un año antes que las políticas de formalización sean aplicadas enérgicamente por la municipalidad provincial, y estima 182,167 ambulantes en Lima Metropolitana, de los cuales 69 mil laboraban en el Cercado de Lima (INEI, 1994).
Ante el crecimiento explosivo del sector en la primera mitad de los 90’s, etapa que coincide con la aplicación de las medidas de ajuste estructural; la Municipalidad Provincial aplica la Ordenanza 002 en la cual se establece plazos para la formalización con exoneración de impuestos para la compra de locales y facilidades para la tramitación de licencias. En este tratamiento político del problema, la formalización es entendida como la salida de las calles y la ubicación de los comerciantes informales en locales construidos para ese fin (galerías o campos feriales); no significa necesariamente su incorporación al sector moderno y formal de la economía, lo cual amerita una solución a largo plazo.
Estas medidas alcanzan primeramente al Cercado de Lima y posteriormente se replican en otros distritos con concentraciones numerosas de comercio ambulatorio como el conglomerado textil de Gamarra en el distrito de la Victoria, y otros distritos caracterizados por sectores de clases medias como Jesús María y Magdalena. Este mayor control impuesto en las zonas más mesocráticas de la ciudad, ha devenido en una mayor proliferación de este fenómeno en las zonas periféricas donde hay menos control y más tolerancia. En estas zonas, todavía subsisten conglomerados como Caquetá ubicado en el distrito de San Martín de Porres y La Chanchería en Villa el Salvador. Si bien no hay cifras oficiales que sustenten esta tendencia, es una característica regular, evidente y visible cuando se pasa de uno al otro lado de la ciudad[3].
Estos conglomerados periféricos, a tono con los tiempos, también están sujetos a políticas ediles de formalización y actualmente están concertando para lograr un consenso entre las partes. No obstante, también existen concentraciones más pequeñas que si bien son afectadas por este proceso presentan mayores dificultades para el establecimiento de estrategias que apunten a la formalización, debido a la casi nula acumulación económica existente que impide un ahorro sostenido, y también a las dinámicas sociales y organizativas que adquieren un perfil bastante defensivo.

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