Autor:Eduard Vinyamata
Con la denominación resolución de conflictos se conoce internacionalmente a la ciencia del conflicto; una a-disciplina innovadora que recoge los conocimientos con que cuenta la Humanidad para intentar hallar soluciones a uno

Hace pocas décadas, los planteamientos científicos, de la mano de matemáticos, biólogos y físicos, enunciaban la Teoría del Caos, una forma distinta de entender un universo, definido por el espíritu científico moderno, que se resistía a admitir las explicacion
es de una ciencia omnipotente. Estas ideas enlazan con las de algunos filósofos y humanistas y, más concretamente, con los que, por aquellos años, se dedicaban a intentar comprender las causas y orígenes de los conflictos. En aquellos años nacía también, con fuerza, el interés por la ecología y por el sentido otorgado al progreso y sus consecuencias ambientales. Eran años de estupor ante la magnitud adquirida por las guerras y, en concreto, por el peligro atómico y la división política en dos grandes bloques enfrentados. También eran años de acercamiento entre las formas de entender el mundo de oriente y de occidente, de la creación de Internet y el inicio de lo que, años más tarde, recibiría el nombre de globalización. Ésta podría ser la partida de nacimiento de lo que hoy entendemos por resolución de conflictos o conflictología, la ciencia del conflicto, del cambio, de la crisis.
De entrada, la noción de a-disciplina nos indica el esfuerzo por superar unas divisiones del conocimiento que, si por una parte han resultado útiles, por otra han contribuido a desarrollar intereses gremialistas sobre los que se ha fundamentado, a menudo, la razón de ser de muchos debates aparentemente intelectuales y científicos, y ha llevado al conocimiento a ignorar las consecuencias de su propia formulación fragmentada. Con el desarrollo de la sociedad de la información, el conocimiento nos muestra una realidad aparentemente caótica, pero que posee un orden que no es exactamente lo que hemos querido imaginar y establecer. La necesidad de conciliar los conocimientos, de unificar sin destruir la diversidad, se impone como una prioridad que no podemos menospreciar.La Humanidad ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a encontrar solución a sus conflictos, unos conflictos que han llegado a ser aceptados como una desgracia, un problema irresoluble propio de la condición humana, que, como máximo, podía aspirar a intentar regular, gestionar o reprimir. La importancia de esto ha llevado a todas las sociedades a dotarse de instituciones que procuren conducir los conflictos hacia soluciones razonables de convivencia. Con menor o mayor éxito, éste es el sentido de la Política, de la Justicia, de la Religión, del Ejército y de la Policía; también lo es de buena parte de los esfuerzos de psicólogos, muchos médicos, pedagogos y de muchos otros que procuran preservar el fruto del trabajo productivo, por la seguridad de que permita disfrutarlo, de que busque formas de convivencia que alejen la guerra o que la detengan.Ya no se trata únicamente de las guerras tradicionales en las que el armamento destruye vidas y patrimonio de países enteros, sino de aquellas que no emplean tanques ni cañones pero que consiguen resultados similares. Las guerras económicas, judiciales, las que se sirven de los medios de comunicación para modificar la percepción del adversario, para destruirlo, si es necesario; las pequeñas pero crueles guerras entre compañeros de trabajo, entre familiares o entre grupos de ciudadanos. Se trata también de las guerras que, en las últimas décadas, contabilizan la mayor parte de sus muertos entre la población civil y, en especial, entre niños y mujeres.Los conflictos en el ámbito laboral conllevan pérdidas de productivida
d que, incluso, pueden llegar —en Estados Unidos— hasta un 20%; conflictos horizontales, lejos de las discrepancias y luchas entre sindicatos y patronales; conflictos entre compañeros por déficits organizativos, por una excesiva competitividad o debido a una grave falta de reconocimiento de la dignidad de la persona, lo que conllevará niveles altos de estrés y acabará generando actos encubiertos de boicot y espionaje, bajas fingidas o no por enfermedad, pérdida de estímulos productivos, despidos arbitrarios y costosos...Los campos de aplicación de la resolución de conflictos abarcan todas las manifestaciones humanas y sociales, desde los conflictos con uno mismo hasta conflictos internacionales, pasando por los conflictos familiares, comunitarios, laborales y sociales; conflictos presididos siempre por alguna de las innumerables expresiones de la violencia; conflictos que siempre tienen un mismo origen, un similar comportamiento, que pueden ser entendidos; que pueden ser, por tanto, susceptibles de encontrar solución, soluciones sin violencia, incluso sin imponer nada, interviniendo más en el entorno que sobre los autores mismos de los conflictos.Ahora ya no podemos invocar la fatalidad de la condición humana entregada a la guerra y a los conflictos. Los conocimientos de que disponemos nos indican la conveniencia urgente de contribuir a implementar y desarrollar una forma distinta de solucionar los problemas, que ya no pasa por su inútil represión, por la amputación violenta de éstos; sabemos que los conflictos pueden ser transformados en algo positivo y que el bien común no es ninguna desgracia. Aportaciones desde el campo de la biología, de la psicología, de la historia o de la sociología, por citar algunos orígenes, han contribuido a configurar un cuerpo teórico sobre el conflicto, fundamentado en la observación clínica, la re
flexión y comprobación histórica, el uso de modelos matemáticos y la constatación sociológica o económica sobre los costes de los conflictos, sus causas y la forma en que se desarrollan y crecen.Decía Einstein que un problema irresoluble es un problema mal planteado; seguramente, también se podría aplicar esta idea a los conflictos. ¡No es fácil, pero vale la pena intentarlo!— Recientemente, los ministros de Justicia de los estados miembro de la Unión Europea, en fecha 29 de mayo de 2000, acordaron el desarrollo de métodos alternativos de solución de conflictos bajo la ley civil y comercial, convencidos de que el uso del conocimiento era de mayor eficacia que el de la fuerza; el que, por propia iniciativa, muchas empresas ya comenzaron a implementar hace años.— Los centros de estudios militares y estratégicos de algunos países significativos también poseen programas de investigación en el campo de la resolución de conflictos.
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Eduard Vinyamata es delegado del Rector de la UOC para el Campus for Peace y Director del Centro Universitario de Investigaciones y Intervención en Resolución de Conflictos Pau i Treva, Universidad Ramon Llull.
http://www.uoc.es/web/esp/articles/vinyamata/conflictes_esp.html
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