UN LLAMADO DE SU SANTIDAD EL 14º DALAI LAMA AL PUEBLO CHINO

UN LLAMADO DE SU SANTIDAD EL 14º DALAI LAMA AL PUEBLO CHINO
Hoy hago llegar mi sincero saludo a mis hermanas y hermanos chinos en el mundo, en particular, a aquellos en la República Popular China. Ante los hechos acontecidos en Tíbet, quisiera compartir con ustedes mis pensamientos en cuanto a la relación entre los pueblos de Tíbet y China, y realizar un llamado personal a todos ustedes.
Siento gran tristeza por la pérdida de vidas en los trágicos eventos recientes en Tíbet. Estoy consciente de que algunos chinos también fallecieron. Lo lamento por las víctimas y sus familias, y elevo mis plegarias por ellos. La inquietud actual ha demostrado la gravedad de la situación en Tíbet y la necesidad urgente de buscar una solución pacífica y mutuamente beneficiosa mediante el diálogo. Incluso en estas circunstancias, he expresado mi voluntad a las autoridades chinas de trabajar en conjunto para traer paz y estabilidad.
Hermanas y hermanos chinos, yo les aseguro que no tengo deseo alguno de buscar la separación de Tíbet, como tampoco ninguna intención de provocar una brecha entre los pueblos de China y Tíbet. Al contrario, mi compromiso siempre ha sido el encontrar una solución genuina al problema de Tíbet que asegure los intereses a largo plazo de chinos y tibetanos. Mi mayor preocupación, como lo he repetido una y otra vez, es asegurar la supervivencia de la cultura distintiva del pueblo tibetano, su idioma e identidad. Como simple monje que lucha por llevar su vida cotidiana de acuerdo con los preceptos budistas, yo les aseguro la sinceridad de mi motivación.
Le he solicitado al liderazgo de la RPC que comprenda con toda claridad mi posición y trabaje para resolver estos problemas mediante "la búsqueda de la verdad en los hechos". Insto al liderazgo chino a ejercer la sabiduría e iniciar un diálogo significativo con el pueblo tibetano. También les llamo a realizar un sincero esfuerzo en su contribución a la estabilidad y armonía de la RPC, y evitar el crear rupturas entre las nacionalidades. La representación de los medios estatales de los sucesos recientes en Tíbet, utilizando imágenes engañosas y distorsionadas podrían sembrar la tensión racial con consecuencias impredecibles a largo plazo. Esto me resulta muy grave. Igualmente, a pesar de mi permanente apoyo a los Juegos Olímpicos de Beijing, las autoridades chinas afirman que intento sabotear los Juegos, esto con la intención de crear división entre el pueblo chino y mi persona. No obstante, me alienta el que varios intelectuales y eruditos chinos también han expresado su fuerte preocupación por las acciones del liderazgo chino y el potencial de las consecuencias adversas a largo plazo, en particular, en las relaciones entre las distintas nacionalidades.
Desde tiempos antiguos, los pueblos de Tíbet y China han vivido como vecinos. En la historia registrada de dos mil años de nuestros pueblos, en ocasiones desarrollamos relaciones amistosas, incluso llegando a alianzas matrimoniales, mientras que en otros tiempos nos enfrentamos. Sin embargo, ya que el Budismo floreció en China antes de llegar a Tíbet desde India, nosotros los tibetanos hemos tenido históricamente el debido respeto y afecto hacia el pueblo chino como hermanos y hermanas en el Dharma. Esto es algo que los miembros de la comunidad china que viven fuera del país conocen muy bien, algunos de ellos han asistido a enseñanzas budistas, como también a peregrinajes desde el territorio de China, a quienes he tenido el privilegio de conocer. Yo tengo en profunda consideración estos encuentros y siento que pueden contribuir a un mejor entendimiento entre nuestros pueblos.
El siglo XX fue testigo de enormes cambios en muchas partes del mundo y Tíbet también se vio atrapado por esta turbulencia. Luego después de la fundación de la República Popular China en 1949, el Ejército de Liberación Popular entró en Tíbet llegando luego entre ambas naciones al Acuerdo de 17 Puntos en mayo de 1951. Cuando estuve en Beijing en 1954-55, asistiendo al Congreso Nacional Popular, tuve la oportunidad de conocer y desarrollar una amistad personal con varios líderes superiores, incluyendo al Presidente Mao. De hecho, el Presidente Mao me aconsejó sobre varios aspectos, como también me ofreció compromisos personales con respecto al futuro de Tíbet. Alentado por estas seguridades, e inspirado por la dedicación de muchos líderes revolucionarios de China en esa época, regresé a Tíbet lleno de confianza y optimismo. Algunos miembros tibetanos del Partido Comunista también compartían dicha esperanza. Tras mi regreso a Lhasa, puse todo mi esfuerzo en buscar una autonomía genuina para Tíbet dentro de la familia de la República Popular China (RPC). Creí que esto sería lo mejor para los intereses a largo plazo de los pueblos de Tíbet y China.
Infortunadamente, las tensiones que comenzaron a escalar en Tíbet a mediados de 1956, eventualmente condujeron al levantamiento pacífico del 10 de marzo de 1959 en Lhasa, y a mi eventual escape al exilio. Aunque en Tíbet se han dado muchos desarrollos positivos bajo el mando de la RPC, estos avances, como indicó el anterior Panchen Lama en enero de 1989, se vieron opacados por el inmenso sufrimiento y la extensa destrucción. Los tibetanos fueron impelidos a vivir en un estado de temor permanente, mientras el gobierno chino se mantuvo receloso de ellos. Sin embargo, en vez de cultivar la enemistad hacia los líderes chinos responsables por la cruel represión del pueblo tibetano, oré por ellos para que desarrollaran amistad, lo que expresé en las líneas a continuación en una oración que compuse en 1960, un año después de llegar a India: "Puedan ellos alcanzar la sabia visión que discierne entre lo correcto y lo incorrecto, y puedan ellos mantenerse en la gloria de la amistad y el amor". Muchos tibetanos, niños escolares entre ellos, recitan estas líneas en sus plegarias cotidianas.
En 1974, tras serias conversaciones con mi Kashag (gabinete), como también con el Presidente y Vicepresidente de la entonces Asamblea de Diputados del Pueblo Tibetano, decidimos encontrar una Vía del Medio que buscara no separar a Tíbet de China, pero que facilitara el desarrollo pacífico de Tíbet. Aunque no tuvimos ningún contacto en ese momento con la RPC -que se encontraba en plena Revolución Cultural-, ya habíamos reconocido que tarde o temprano, tendríamos que resolver el tema de Tíbet mediante negociaciones. También reconocimos que, al menos en relación a la modernización y el desarrollo económico, sería de gran beneficio para Tíbet si permanecía dentro de la RPC. Aunque Tíbet tiene una herencia cultural rica y antigua, materialmente no se ha desarrollado.
Ubicado en el techo del mundo, Tíbet es la fuente de muchos ríos importantes de Asia, por lo tanto, la protección del medio ambiente en la planicie tibetana es de suprema importancia. Puesto que nuestra mayor preocupación es salvaguardar la cultura budista tibetana -enraizada como está en los valores de la compasión universal-, como también el idioma tibetano y la identidad tibetana única, hemos trabajado con gran sentimiento hacia el logro de una autonomía significativa para todos los tibetanos. La constitución de la RPC otorga el derecho a las nacionalidades, como la tibetana, a contar con ello.
En 1979, el entonces principal líder chino, Deng Xiaoping, aseguró a mi emisario personal que "a excepción de la independencia de Tíbet, todo otro asunto podía negociarse". Puesto que ya habíamos formulado nuestro enfoque para el encuentro de una solución al tema tibetano dentro de la constitución de la RPC, estábamos en buena posición para responder a esta nueva oportunidad. Mis representantes se reunieron varias veces con los oficiales de la RPC. Tras renovar nuestros contactos en 2002, hemos tenido seis rondas de conversaciones. No obstante, en el tema fundamental, no ha habido ningún resultado concreto. Sin embargo, como he dicho muchas veces, yo me mantengo firmemente comprometido con el enfoque de la Vía del Medio y reitero aquí mi voluntad de continuar en búsqueda del proceso de diálogo.
Este año el pueblo chino espera orgullosa y entusiastamente la apertura de los Juegos Olímpicos. Desde un comienzo yo he apoyado la designación de Beijing como sede de los Juegos. Mi posición permanece intacta. China tiene la mayor población del mundo, junto con una historia y civilización enormemente rica. Hoy, dado su impresionante progreso económico, China emerge como una gran potencia. Esto es algo a recibir con beneplácito. Pero China también necesita ganarse el respeto y estima de la comunidad global mediante el establecimiento de una sociedad abierta y armoniosa en base a los principios de la transparencia, libertad y el mando de la ley. Por ejemplo, hasta hoy, las víctimas de la tragedia de la Plaza Tiananmen que afectó adversamente las vidas de tantos ciudadanos chinos, no han recibido reparación alguna, como tampoco una respuesta oficial. De igual forma, cuando miles de chinos comunes en las áreas rurales sufren injusticia a manos de los oficiales locales explotadores y corruptos, sus quejas legítimas son ignoradas o respondidas con agresión. Expreso estas preocupaciones como un ser humano y como alguien que está preparado a considerarse miembro de la gran familia que es la República Popular China. Al respecto, aprecio y apoyo la política del Presidente Hu Jintao para la creación de una "sociedad en armonía", pero esto sólo puede surgir en base a la confianza mutua y una atmósfera de libertad, incluyendo la libertad de palabra y el mando de la ley. Creo profundamente que si estos valores son albergados, muchos problemas importantes con las minorías se pueden resolver, como el tema de Tíbet, al igual que Turquistán del Este y Mongolia Interior, donde el pueblo nativo constituye hoy solo el 20% de un total de 24 millones de habitantes.
He mantenido la esperanza de que la declaración reciente del Presidente Hu Jintao de que la estabilidad y la seguridad de Tíbet se relacionan con la estabilidad y seguridad del país, pueda representar el inicio de una nueva era para la resolución del problema de Tíbet. Resulta infortunado que a pesar de mis sinceros esfuerzos por no separar Tíbet de China, los líderes de la RPC continúen acusándome de "separatista".
Igualmente, cuando los tibetanos en Lhasa y muchas otras áreas protestaron espontáneamente para expresar su profundo resentimiento, las autoridades chinas me acusaron de inmediato de haber orquestado sus demostraciones. He solicitado que un cuerpo respetado realice una amplia investigación sobre este argumento.
Hermanas y hermanos chinos -donde quiera que se encuentren-, con profunda preocupación les pido que ayuden a aclarar los malentendidos entre nuestras dos comunidades. Además, les ruego que nos ayuden a encontrar una solución pacífica y duradera al problema de Tíbet mediante el diálogo en el espíritu del entendimiento y acuerdo.
Con mis oraciones,
El Dalai Lama

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