INFORMALIDAD Y POBREZA URBANA EN AMERICA LATINA Juan Pablo Pérez Sáinz(FLACSO-Costa Rica)
Nota del BLOG : Agradecemos al ilustre Juan Pablo Pérez Sainz, investigador de la Informalidad en América Latina, por permitirnos publicar estas notas, que sin lugar a dudas, llegarán a las grandes mayorías, en especial a millones de hombres y mujeres, que diariamente dan dura batalla por la subsistencia en la economía informal, en los distintos países de nuestro Continente.
1. El fenómeno de la informalidad ha constituído una de las problemáticas más discutidas, en los 80 e inicios de la presente década, en América Latina. Las razones han sido tanto de orden económico como político. Resultado de éllo ha sido la existencia de diferentes interpretaciones sobre este fenómeno. La de mayor tradición, en la región, ha sido la del PREALC quien enfatizó la heterogeneidad tecnológica de los establecimientos asociándola al tamaño de los mismos en términos del empleo generado. Un enfoque distinto ha sido el regulacionista cuyo énfasis analítico se ha centrado en el mercado de trabajo. Y la extralegalidad fue la noción central en la propuesta de Hernando de Soto. Cada uno de estos enfoques planteó relaciones, de distinta índole, entre informalidad y pobreza pero han sido propuestas, no vinculadas a estos enfoques predominantes, las que han explicitado mejor los nexos entre estos dos fenómeno. 2. La evidencia empírica de los años 80 e inicios de los 90 muestra que la asociación entre pobreza e informalidad es problemática. La principal razón de estos nexos complejos hay que rastrearla en la heterogeneidad del propio mundo informal donde no todas las actividades son de mera subsistencia y constituyen, por tanto, un medio para sobrevivir en la pauperización. No obstante, esta evidencia indica que los informales fueron uno de los grupos que aSumieron los costos de la crisis y no se han perfilado como "ganadores" de los procesos de ajuste estructural.3. Los cambios inducidos por el actual proceso de globalización cuestionan enfoques tradicionales sobre el fenómeno informal e invitan a pensar en términos de una nueva informalidad. Al respecto, y a título de hipótesis, se plantean tres escenarios. El primero sería el de la economía de la pobreza donde pobres producen bienes y servicios para pobres. El segundo escenario se insertan en la globalización pero a través de nexos subordinados de establecimientos informales con firmas de transables, sea a base de la provisión de insumos o de la subcontratación. Y, finalmente, la aglomeración de pequeñas empresas, compartiendo socio-territorialidad donde se puede movilizar capital social, configuran un último escenario. Es en este último donde las perspectivas de superación de la pobreza parecen más prometedoras mientras el caso opuesto lo constituiría el primer escenario.

1. Enfoques sobre informalidad urbana No cabe la menor duda que una de las temáticas de mayor discusión, en la región durante la década pasada, ha sido la referida al fenómeno de la informalidad urbana. Causas, de distinta índole, explicarían tal interés: la persistencia del fenómeno informal a lo largo de las décadas de modernización; su expansión en los 80 como principal mecanismo de ajuste de los mercados laborales; la estrecha asociación entre pobreza e informalidad; la importancia de los informales como población electoral en los procesos de democratización; el creciente papel de la espacialidad en los conflictos sociales de las urbes; y, la superación de la percepción estigmatizante del fenómeno que se tenía en términos de marginalidad (Tokman, 1987). Este interés ha supuesto que diferentes interpretaciones sobre este fenómeno se desarrollaran. Para evaluar el alcance de las mismas, véase Pérez Sáinz (1991), Portes y Schauffler (1993) y Rakowski (1994). El hoy en día, desgraciadamente, desaparecido Programa de Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC), que fue la primera institución en abordar esta problemática en los 70, refinó -en la siguiente década- su marco analítico en un doble sentido. En esos años 70 el esfuerzo del PREALC se centró en identificar, mediante una serie de estudios empíricos, ciertos rasgos de la informalidad (peso de este tipo de ocupación en el empleo urbano y características de la fuerza laboral involucrada) (PREALC, 1978). Igualmente hubo un esfuerzo por sustentar teoricamente el concepto a partir de la heterogeneidad de la estructura productiva del modelo de desarrollo en América Latina y sus consecuencia en términos de segmentación laboral (Souza y Tokman, 1976). Por un lado, se elaboran explicaciones más sofisticadas respecto al orígen del excedente estructural de trabajo, propio de la dinámica del empleo urbano latinoamericano, y que es el antecedente inmediato del fenómeno informal. Estas explicaciones son de naturaleza histórica (Carbonetto, 1985) o remiten al carácter oligopólico de las grandes firmas en la región (Mezzera, 1987). Y, por otro lado, se refina metodologicamente el concepto al explicitar el tamaño de establecimiento según tamaño de empleo (el famoso corte de cinco personas) como "proxy" de la relación capital/trabajo que sería la variable clave (Mezzera, 1990). Esto supone que la perspectiva de segmentación del PREALC es en términos del mercado de bienes, y no laboral, y que las barreras de entradas son a los establecimientos aunque en el caso de la informalidad estén personalizados en microempresarios y trabajadores por cuenta propias. Haber confundido el criterio definitorio con su “proxy” llevó a numerosas críticas, sin fundamento, contra el enfoque del PREALC. En el mismo sentido se identifican cuatro categorías ocupacionales (micoempresarios, asalariados de los mismos, trabajadores por cuenta propia y trabajadores familiares no remunerados) como las constitutivas del sector informal urbano. Dentro de estas categorías la de mayor peso suele ser la del trabajo por cuenta propia. Así, a título de ejemplo, datos sobre los principales centros urbanos centroamericanos, a fines de los 80, muestran un peso que varía entre el 50.8%, para El Salvador, hasta el 67.3%, para San José, del total de la ocupación informal (Pérez Sáinz y Menjívar Larín, 1991). Los niveles de pobreza suelen ser más altos respecto a esta categoría que en relación a la de microempresarios. Pero serían los trabajadores familiares no remunerados y, sobre todo, los asalariados de microempresas los que tienen mayores probabilidades de encontrarse en estado de pauperización. Otro enfoque importante, y que plantea una perspectiva diferente, es la que se basa en el concepto de regulación. Al respecto emerge la figura influyente de Portes. Previamente este autor había emplazado sus análisis, desde un enfoque de corte neomarxista, dentro de la perspectiva del sistema-mundo donde la informalidad era entendida, fundamentalmente, en términos de su funcionalidad al proceso de acumulación (Portes y Walton, 1981). El rasgo crucial de la economía informal es su no regulación por instituciones sociales en un contexto donde actividades similares sí lo están. Las causas de este fenómeno son varias: debilitamiento de la case obrera organizada; reacción contra la regulación estatal de la economía; impacto de la competencia internacional en las industrias intensivas en mano de obra; y las consecuencias de la crisis de los 80 en términos de la búsqueda de formas económicas más flexibles. Igualmente se señalan sus efectos: configuración de un modelo socio-productivo descentralizado y no jerárquico; debilitamiento de las organizaciones tradicionales de los trabajadores (sindicatos) tanto desde el punto de vista de su capacidad negociadora como de su influencia política; y la heterogeneidad de la acción social al relativizarse referentes tradicionales (los de clase) y al emerger otros nuevos (género, edad, etnia, etc.). Pero, tal vez, el elemento más importante en este enfoque es emplazar el fenómeno de la informalidad en una perspectiva global donde el mismo no se manifiesta sólo como un efecto de la modernización capitalista periférica (el caso de América Latina) sino que también se expresa como "economía sumergida", en los países del Norte, o como "economía secundaria" en el Este. Es decir, desde este enfoque, el fenómeno informal se universaliza (Castells y Portes, 1989). Los numerosos artículos de este autor referidos a América Latina han sido compilados en Portes (1996). Sin duda el enfoque más publicitado, en los 80, fue el asociado al nombre de De Soto (1986). La interpretación se hace en términos de extralegalidad y las causas hay que rastrearlas en la falta de institucionalización del derecho que implica la ausencia de normatividad en las relaciones y dinámica económicas. El responsable sería el Estado por no garantizar tal institucionalización que debería ser su función primordial. En la identificación de las razones de tal accionar estatal, este autor desarrolla una interpretación "sui generis" del desarrollo histórico latinoamericano en términos de mercantilismo cuyos principios estarían vigentes, desde la reforma borbónica del siglo XVIII, hasta la reciente crisis de los 80. Al respecto De Soto establece una serie de comparaciones con la Europa preindustrial para establecer las salidas al mercantilismo en América Latina y, más concretamente, en Perú. Las soluciones propuestas se orientan en términos de simplificación, descentralización y desregulación. No obstante, este enfoque no levantó mayor entusiasmo en medios académicos debido, en nuestra opinión, a serios cuestionamientos de orden metodológico a esta propuesta analítica. Por un lado, el modelo de medición de la magnitud de las actividades informales fue, severamente, criticado por su mala especificación y el uso de técnicas econométricas primitivas (Rossini et al., 1987). Y, por otro lado, se puede mencionar que el análisis de tipo más cualitativo se basa, unicamente, en casos de estudio exitosos pero se ha pretendido generalizar los resultados a la totalidad del mundo informal negando así su profunda heterogeneidad (Pérez Sáinz, 1991). También habría que mencionar una serie de aportes, que no pueden ser ubicados en alguna de estas tres corrientes interpretativas, pero que han sido importantes por los elementos que incorporan. Un ejemplo de éllo sería la propuesta de Palma (1987) donde la categoría de lo informal se subsume dentro de la de "lo popular". Esto conlleva entender la informalidad en términos de las lógicas de reproducción y subsistencia de los hogares trabajadores. Otro caso interesante a resaltar es el de Roberts(1979) por introducir dos problemáticas. Por un lado, estarían la centralidad de las redes sociales en el mundo informal y, por otro lado, las racionalidades de tipo sustantivo, al contrario de la formal, que signarían las lógicas en este contexto. Es decir, este autor incorpora la dimensión socio-cultural en el análisis ausente en los restantes enfoques que han visualizado a la informalidad como un fenómeno, primordialmente, económico. Roberts (1995) en su último texto se identifica con una concepción de la informalidad en términos de regulación. En todos estos enfoques se plantea, de manera explícita o implícita, la relación entre informalidad y pobreza. De hecho, como se argumentó al inicio de este texto, la estrecha relación entre pobreza e informalidad ha sido una de las razones de la importancia adquirida por esta última problemática desde la década pasada. Así en el caso del PREALC lo que se ha enfatizado es que tal asociación no significa que el énfasis analítico debe desplazarse hacia el hogar, locus de expresión del fenómeno de la pobreza. La argumentación es que los informales suelen ser pobres no por pertenecer a cierto grupo de desfavorecidos sino que los desfavorecidos se ven obligados, por falta de recursos (especialmente, capital), a insertarse en el sector informal (Mezzera, 1987). Es decir, se plantea una relación unilateral, entre estos dos fenómenos, donde la informalidad sería el factor determinante. En el caso del enfoque regulacionista, este nexo no aparece como una preocupación prioritaria. No obstante, la flexibilización de relaciones laborales, propias de los cambios en el modelo socio-productivo, hace pensar que la creciente informalización supone también mayores probabilidades de empobrecimiento aunque no debe pensarse, para nada, en procesos inexorables e ineludibles. Es tal vez el enfoque de De Soto el que menos énfasis daría a la relación informalidad y pobreza. Hay que recordar que su texto intenta mostrar más bien el dinamismo de los informales y sus ejemplos remite a casos exitosos como ya se ha mencionado. Pero, probablemente, son los autores que no han sido ubicados en alguna de estas corrientes, los que han formulado propuestas más explícitas del nexo entre informalidad y pobreza. Como se ha dicho Palma (1986), al ubicar el fenómeno de la informalidad dentro del contexto más amplio de lo popular, apuesta por una comprensión de las actividades informales como respuestas de los hogares de trabajadores, caracterizados por sus bajos ingresos y, por tanto, signados por la pauperización. Es decir, el desempeño de empleo informal sería una respuesta a la pobreza. En el caso de Roberts (1989) se ha mencionado la importancia que este autor adjudica a las redes sociales. Las mismas tendrían una doble función protectora relacionada con la problemática de la pobreza: por un lado, limitan la competencia en el mercado laboral ya que los empleos informales suelen obtenerse a través de redes de parentesco y comunitarias Este fenómeno es importante ya que muestra que si bien la informalidad, desde un punto de vista económico, es un ámbito laboral de fácil acceso, no lo es siempre en términos sociales y culturales. Es decir, existen también barreras de entrada no económicas y los capitales social y cultural son también necesarios.; y, por otro lado, sirven para aliviar la presión del mercado a través de ayudas mutuas y la provisión de bienes y servicios más baratos.

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