Como guerrillero, fue compañero del también poeta Javier
Heraud (1942-1963), detenido en 1966 cuando era integrante
del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y
premiado en 1969 por la Casa de las Américas por su ensayoApuntes sobre una Experiencia Guerrillera. Ahora, Héctor
Béjar, abogado, sociólogo y catedrático en la UNMSM y PUCP, desde el Hospital
Neoplásicas envió un mensaje a sus amigos, amigas y compañeros que le rindieron
un homenaje esta noche en el local de la Derrama Magisterial.
Estimadas amigas, amigos, compañeras y
compañeros
He encomendado a mi antiguo amigo, el
Embajador Eduardo Carrillo, la lectura de este mensaje de agradecimiento por el
homenaje con que ustedes me honran esta noche. Con Eduardo, Gustavo Mohme, y un
grupo de compañeros y compañeras hicimos la lucha contra el régimen de Fujimori
desde el noventa hasta el 2000.
Gracias a los organizadores de este
acto. Gracias a los artistas que vinieron esta noche y muy especialmente a
Margot Palomino. Gracias a ustedes que me acompañan en ideas y en espíritu.
A los compañeros y amigos que
intentaron recolectar fondos para ayuda económica, les agradezco el gesto.
Menos mal que no necesito esos recursos. Puedo enfrentar mi situación con mis
propios medios. Gracias de todos modos. La costumbre, el hábito de dar, debería
formar parte de nuestra cultura. Dar para construir. Dar para acostumbrarnos a
un manejo honesto de los recursos. No es malo hablar de dinero, porque es y
será siempre necesario. Lo malo es robárselo.
Entiendo el gesto de ustedes esta noche
no solo como un homenaje a mi modesta contribución personal a una causa que
compartimos, sino como un recuerdo dirigido hacia nuestra generación, como algo
colectivo que nos envuelve y compromete.
Durante mi vida no hice otra cosa que
ser leal a ciertos principios que me parece deberían ser básicos. Sabiéndome
habitante de una sociedad injusta como la nuestra, hice todo lo posible para
colaborar con otros compañeros en el indispensable y urgente esfuerzo de
transformarla radicalmente, de manera que los peruanos y peruanas podamos gozar
de una verdadera libertad económica, política, social y cultural; y convertirla
en una sociedad limpia y ordenada. Seguiré en ese esfuerzo hasta el fin de mis
días.
Eso fue muy difícil y chocó con muchos
obstáculos. Ya sea en posiciones radicales o moderadas, ensayando todos los
métodos para contribuir al cambio, para sugerir y convencer, dentro del sistema
y fuera del sistema, en la acción o en el estudio, quienes queremos cambiar
esta sociedad tuvimos y tenemos que enfrentarnos a enemigos dispuestos al
engaño, la mentira, la calumnia y hasta el asesinato, con tal de mantener su
posición de explotación y dominio. Hoy padecemos un momento de profunda
corrupción que daña la contextura moral de los peruanos y peruanas. Una gran
ola de lodo asqueroso y maloliente asciende y empieza a cubrirnos. Nada, ni el
capitalismo ni el socialismo o ningún modelo posible de sociedad, puede ser
construido sobre la endeble base de gente que arriba y abajo está acostumbrada
a la explotación, el robo y el engaño. El Perú necesita bases morales
consistentes para edificar algo que dure, que permanezca a través de las
generaciones y que nos sirva a todos. La única reconciliación posible con
nuestro país y con nosotros mismos es la que se debe lograr a través de la
justicia.
En estos días la corrupción se ha
convertido en un tema de actualidad. La prensa concentrada destaca los casos
que perjudican al actual gobierno de manera escandalosa, los manipula y los usa
en su beneficio para presionar, amenazar y chantajear; y se olvida de otros
casos en que sus dueños están involucrados. Nosotros debemos tener presente que
lo que llamamos corrupción, es decir el uso de fondos públicos para el
enriquecimiento privado, es el sistema que fue instalado por el neoliberalismo
en 1990 para que viejas y nuevas familias se apoderen de los fondos públicos.
Es el sistema que permite que audaces empresarios, grandes y pequeños, usen los
fondos que aportamos todos los peruanos, mediante concesiones de todo tipo y
contratos para hacer obras que los funcionarios están obligados a realizar
porque para eso les pagamos. Es el sistema mediante el cual las empresas,
grandes y pequeñas, peruanas y extranjeras, incluyendo las del narcotráfico,
ponen sus representantes en el Congreso, ponen y sacan ministros. La corrupción
no es un accidente, es un sistema, aquí y en todos los países capitalistas. Es
el sistema que ha causado la quiebra de Grecia, la ruina del Estado del
Bienestar en Europa, el déficit de los estados, la desocupación y anulación de
los derechos sociales. Un sistema que debe ser abolido y reemplazado por un
Estado democrático y eficiente, accesible a todos los peruanos y peruanas.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lograr construir
una sociedad justa y verdaderamente democrática en nuestro país?
Debemos edificar redes propias para
defender nuestros derechos. Debemos defender el seguro social, hoy amenazado
por la privatización. Debemos defender la escuela pública hoy en manos de los
organismos financieros internacionales. Debemos defender las universidades
públicas, hoy capturadas por el Fondo Monetario Internacional mediante una ley
abusiva que anula la autonomía universitaria y las convierte en escuelas de
técnicos carentes de sensibilidad social y conocimiento del Perú.
Debemos acabar con las ingenuas
esperanzas en que alguien nos salvará del enemigo principal. No son los
salvadores ocasionales en busca de fortuna, no es el éxito electoral inmediato
de otros lo que debemos perseguir sino una realidad distinta, cualitativamente
distinta y duradera, sostenible, basada en nuestras fuerzas. Somos nosotros
quienes queremos un cambio radical, no son otros, quienes tenemos la obligación
de contribuir a la transformación de las estructuras de dominación, robo y
semiesclavitud, en nuestro país. Las circunstancias mundiales y de nuestra
región son ahora favorables. Somos nosotros parte del problema porque nosotros
y nadie más que nosotros, puede iniciar la transformación convocando a quienes
en todos los rincones de nuestro país, en todas las clases sociales, se han
negado y se niegan a tolerar un régimen como éste, de saqueo y latrocinio.
Ese me parece que es, amigas y amigos,
el sentido del homenaje con el que ustedes me honran esta noche. Es un homenaje
a nosotros mismos, a nuestra gente, y a quienes han creído y creen que se puede
vivir de otra manera. Un llamado a la acción mediata e inmediata. Un llamado a
unirnos en una tarea política, social y moral que sobrepasa las fronteras
políticas, el medio y los discursos a los que estamos habituados. Junto con las
nuevas generaciones es hora de modificar nuestros estilos de trabajo y abrirnos
a las nuevas realidades.
Un fuerte abrazo a todos y a todas. Un
abrazo en la acción y la esperanza.
Héctor Béjar
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