Pantallazo No.42: Te recuerdo
Por: Marcial Guillermo Pérez Herrera
Hoy que está tan oscura la tarde, que todo da vueltas sobre su mismo
eje, como un planeta anonadado, desvencijado y tremendamente triste, añoro tu
presencia, tu voz y tú siempre alimento de esperanza.
Hoy que veo pasar las vicisitudes de una sinrazón, de los destalentos
inerciosos y las apátridas pequeñeces, de quienes siempre dicen tener la razón,
pero que nunca la han tenido y mucho menos en su longevidad mental, la puedan tener,
extraño tu compañía tan cercana, tan calidad y memoriosa, que solía darme las
respuestas a estas sinrazones.
Hoy, que mis soledades, se hacen carne de todos los días y
especialmente de sus agudas y eternas noches, extraño, ese teléfono de medicinal
y espiritual significado, para llamarte y sentir que el mundo sigue girando sin
descanso, para ver una mañana, miles de mañanas mejores.
Hoy, que a pesar de las fuerzas que me impongo, a través de encendidas
y esperanzadoras plegarias, para no seguir desistiendo, de mi lucha, por
momentos desolada, estacionaria y casi inútil, como quisiera tenerte cerca, con
tu inefable claridad de luz y pensamiento, para seguir retomando, las fuerzas
del creer y el hacer, por algo diferente, tremendamente incluyente y preferente
de causas buenas y bañadas de transparencia.
Hoy, que siento la deuda del silencio hecha duda y permanente espera,
hoy que nada pudiera demostrarme, que hay mayor futuro, que el de pendular
comportamiento y ferocidad humanas, debiera voltear la mirada y encontrarte
allí, como siempre, sonriente, disimulada de dolores, por darme, en tu
solidaria actitud, la respuesta fácil y sembrada de múltiples caminos, a
seguirlos, todos y cada uno con la fe que desplegabas.
Hoy, que cual paranoica constatación, me van dejando en las orillas
del desencanto, los pragmatismos del presente,
del dolor remecido y la tristeza acumulada, quisiera tenerte a mi lado
para hablar incansable, sin bridas de censura, y, sin enconadas divergencias,
porque allí estabas escuchándote, con una atención, que va lejos, que siempre
fue, más allá de mis entendimientos y razones.
Hoy que menos fuerzas, que antaño. Me acompañan, que no puede
explicarme los dejavu de un ser humano incompresible, tremendamente anómico,
lacerante, indiferente a los sentires del vecino, del dolor del agonizante o de
las pasiones encendidas que nos hacen diferentes, cuanto daría, por saber que
existes, que estás allí, que no me dejas, que siempre habrá un hilo telefónico
o u n pensamiento fugaz, para llamarte, para saber que no me abandonarás, aun
en estas desentendidas y desatendidas circunstancias.
Hoy, que hasta el encuentro de lo más cercano a tu sangre, a tus
células deslumbradas, se vuelve tan protocolar, tan cercano al cumplir con los
protocolos de las distancias y las lineales palabras que se deben decir con precisión,
sin error, cual tarea de obraje o faena de quietud lacerada, que necesarias
serían para mí, tus cuitas, caricias y ternuras, de obra y de espíritu.
Hoy, que nada parece haber cambiado, salvo, por refinadas y estáticas formas de comunicar a
la naturaleza humana, hasta convertirla en una raza susceptible de ser reemplazada por robóticas respuestas y
trenzadas redes invisibles, que falta, sí que falta me hace un beso tuyo.
No es que quisiera desentenderme de lo que venga, o, quiera ser cómplice
del olvido o lejano benefactor de los inocuos o descreídos, no, en lo absoluto,
sólo, que es como estar prisionero de la sinrazón, del desasosiego, de la
rutina estrafalaria o del sonido sin sentido, es que no estás tú, como debieras
estar siempre, porque mi olfato cede a la invasión de lo extraño, mi piel se
desmantela por doquier, al no haber savia que la ilumine, que la transporte, a
su real virtud, la vida, la existencia y la felicidad del segundo a segundo,
del quehacer inigualable del amor, sin trabas, sincero, amigable e
imperecedero.
Eso es, eso y nada más, ya no estás, no estarás, difícil
acostumbrarme. Si hasta quisiera creer, que te puedo sustituir por la mente y
la concentrada espera, pero, no puedo, estuve muy cerca de ti, estuve muy
cercano a tus sueños, y, simplemente ya no estás, y, junto con ello, me voy
desvaneciendo, como arena perdida de una desértica tormenta, como gotas de agua
que se quedaran atrapadas en la roca fría e insensible, como briznas de aire
puro, invadidas por el atropello feroz de las humeantes partículas de contaminadas usinas, como la enamorada
caricia que no llegó a ser, porque el cuerpo, que la esperaba, no llegó, no llegará,
se perdió, en algún recoveco de la falsa idolatría o la trágica venganza.
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